El PP tiene vértigo

El PP tiene vértigo

los dirigentes del PP no les llega la camisa al cuello. Saben, porque lo han contabilizado, que están en un tris de perder la posibilidad de alcanzar el poder tras las próximas elecciones generales. Digo alcanzar el poder, no ganar las elecciones, porque ya cuentan con que será el PSOE el que se alce con la victoria electoral. Pero se dicen a sí mismos que, puesto que nunca se les aceptó su propuesta de que gobernara la lista más nada, “ahora todos jugamos en la misma liga” y, por lo tanto, va a acceder al gobierno el que sea capaz de pactar con mejores resultados.

Y éste es su drama: que Vox no admite la sugerencia que le ha hecho Pablo Casado de no presentar candidaturas en las circunscripciones que envían al Congreso seis diputados o menos. No han valido de nada sus apelaciones a los del partido verde de que van a contribuir a ponerle en bandeja el gobierno a Pedro Sánchez porque los votos recibidos por ellos -por Vox- en esas circunscripciones pequeñas no les van a proporcionar ningún escaño y sí se los van a facilitar al Partido Socialista y en sitios como Álava incluso pueden dárselos a Bildu. Decirle eso de Bildu a Santiago Abascal debería ser tanto como mentarle al diablo y, sin embargo, no han conseguido que los dirigentes de Vox cedan la plaza y garanticen a los populares esos veintitantos escaños que ellos -el PP- saben que, así, se les van a escapar de las manos.

Los dirigentes populares están seguros de que no van a poder sumar la mayoría suficiente como para formar gobierno

A estas alturas, los dirigentes populares están seguros de que, en esas condiciones, los tres partidos -PP, Ciudadanos y Vox- no van a poder sumar la mayoría suficiente como para formar gobierno. Y eso es porque dan por hecho que el Partido Popular va a experimentar un muy notable descenso de votos y escaños. Lo mismo que prevén que le suceda a Ciudadanos, que va a la baja en todos los sondeos y que se enfrenta estos días además a una creciente rebelión interna de los derrotados en esas raquíticas primarias -raquíticas por la bajísima participación- en  varias provincias. Si se detectara otro fraude como el de Castilla y León, por ejemplo en Almería donde la actual presidenta del Parlamento andaluz, Marta Bosquet, salió elegida por una diferencia de 29 votos, el escándalo que se desataría en todo el país dejaría las opciones electorales de Albert Rivera infinitamente más cerca del suelo que del cielo.

Así que, con el PP a la baja y con Ciudadanos en las mismas condiciones aunque partiendo de una base de votos mucho más débil que los populares, la negativa de Vox a cederle el paso a los de Pablo Casado en las provincias de pocos escaños es la garantía de una derrota segura.

Y éste es el panorama que los responsables del partido azul van a intentar revertir recurriendo a sus votantes de siempre, sobre todo a los descontentos, es decir, a los nuevos votantes de Vox, que son mayoritariamente antiguos votantes del PP. A ellos van a apelar agitando los efectos indeseados por esos mismos electores si al final deciden castigar al PP dándole una patada en el trasero que se les va a volver como un bumerán y se va a estrellar contra sus propias posaderas. Ésa es la única esperanza de unos dirigentes que ya saben también, y eso hay que subrayarlo, que no van a lograr ni de lejos repetir la mayoría absoluta en el Senado de la que han gozado durante la pasada legislatura.

Esto tiene un efecto político importantísimo en el programa del PP porque, sabedores de que esa mayoría absoluta se les va inexorablemente de las manos, no van a volver a hablar de la aplicación del artículo 155 si ellos llegan al poder. Esa apelación, o promesa,  se ha terminado en esta campaña electoral porque consideran, con razón, que no pueden permitirse el lujo de incumplir de entrada un compromiso de semejante envergadura al que son conscientes desde ahora mismo que no podrían hacer honor.

Y así como el aborto ha desaparecido de sus intervenciones públicas y va a ser sustituido por propuestas para favorecer la maternidad de aquellas mujeres que deseen tener hijos sin entrar en la cuestión de la interrupción del embarazo, la aplicación del 155 va a ser sustituida por la propuesta de medidas más concretas y sectoriales como la reactivación de la Alta Inspección del Estado en los colegios e institutos o el “regreso” de los Mossos a la legalidad constitucional. Una cosa más modesta pero que estén en condiciones de hacer realidad.

Por cierto, lo de las inmigrantes irregulares y la adopción lo han explicado rematadamente mal pero es justamente  lo contrario de lo que se ha interpretado desde muchos medios de comunicación, desde luego en base a una formulación hecha desde su origen con una torpeza que produce asombro. Dice Casado que tiene la sensación de ser víctima de una fake news -traducida al castellano, una noticia falsa- pero lo que no parece admitir  es que para que esas interpretaciones falsas no se produzcan es conveniente suministrar una información clara, nítida y que no dé pie, precisamente por su oscuridad o su ambigüedad, a versiones libres. Así que la culpa de lo que ha sucedido es suya. Del PP, quiero decir.

El próximo sábado parece que van a presentar a los números uno de cada circunscripción para las elecciones generales. Y parece que tienen reservadas un par de sorpresas del tipo de la incorporación de un conocido periodista a la cabeza de lista de la provincia de Málaga. Muy bien, pero eso no es lo que les va a resolver su angustia electoral.

Y nadie les asegura que, mandando a sus cuadros por toda España, como apóstoles de la catástrofe, para que anuncien  los males políticos que se avecinan si sus antiguos votantes ceden a la tentación de votar a Vox, vayan a convencer a unos electores que puede que prefieran darse el gusto de sacudirles un pescozón y no estén ya dispuestos a volver a comprar la mercancía del “voto útil”. Ése es el riesgo.
 

El PP enciende las luces de alarma: “dos millones de votos de Vox irán a la basura”

 

El PP se ha embarcado en una lucha por el voto útil en las circunscripciones pequeñas que eclosionó el pasado miércoles cuando Pablo Casado explicitó públicamente los temores de su partido. La fragmentación del voto del centro-derecha, si bien ayudó a sumar en en Parlamento andaluz para descabalgar al PSOE-A de la presidencia de la Junta, no tiene el mismo efecto en el conjunto del territorio por efecto del sistema Dhon´t en las provincias que reparten tres, cuatro y cinco diputados. Esa ha sido la obsesión del PP desde que se conoció la celebración de las elecciones generales del 28 de abril y ahora tienen cuantificados los votos de la formación de Santiago Abascal que se pueden ir por el sumidero o, como muy gráficamente dicen en Génova “a la basura”. “Dos millones de votos de Vox”, la mitad de los que según la estimaciones del PP podría conseguir este partido, “no se traducirán en ningún escaño”, alertan.

 

 

FUENTE: ELINDEPENDIENTE

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