ISABEL MORILLO

 

Ciudadanos se plantea adelantar las primarias en Andalucía a este otoño antes de que la convocatoria electoral les pille con el pie cambiado. Sería la fórmula más eficaz, admiten fuentes del partido en Madrid y la cúpula regional, para acabar con el incesante ruido interno. Todas las partes creen además que el proceso debería zanjarse «cuanto antes». El partido liberal tiene una dura pelea en Andalucía, donde su líder nacional, Inés Arrimadas, abre curso este domingo en un acto en Sevilla con Juan Marín. No viene a anunciar el proceso para la elección de candidato, advierten los suyos, aunque sí a dejar claro que la comunidad es una prioridad. Si en los próximos comicios autonómicos Cs sobrevive, el partido tendrá un balón de oxígeno. Si desaparecen o se convierten en irrelevantes, será su certificado de defunción. Por eso, los dirigentes naranjas, que forman parte del Gobierno regional, están inmersos en una profunda tarea no solo de reconstrucción orgánica, sino también de venta de su gestión en la Junta, para tratar de que el PP no se lleve todos los méritos.

Arrimadas y su nueva dirección, tras la debacle electoral de Madrid y el fiasco de Murcia, han reforzado a Marín. El vicepresidente andaluz, que antes no formaba parte del núcleo duro, ha tenido manos libres para reconstruir la dirección autonómica y por extensión las ejecutivas provinciales. Pero las heridas internas siguen ahí y el ruido de sables no acaba nunca. Aún en un partido agonizante.

En las últimas semanas, ha surgido una plataforma en redes de apoyo a Rocío Ruiz, la consejera de Igualdad, y a Fran Carrillo, diputado que era socio y amigo de Fran Hervías, hoy perfectamente integrado en el equipo del secretario general del PP, Teodoro García Egea, como candidatos alternativos a Marín. Son dos perfiles muy diferentes en Cs, con discursos muy distintos, pero a ambos los une una cosa: el convencimiento de que el vicepresidente de la Junta no debe ser el candidato del partido.

Esa plataforma ha agitado de nuevo el debate, después de la «purga» que los críticos de Marín aseguran que ha impulsado en los últimos meses para apartar a todos los dirigentes que no fueran de su cuerda. La semana pasada, el consejero de Educación, Javier Imbroda, quiso echar una mano al vicepresidente y aseguró en una entrevista en Canal Sur Radio que él consideraba que había que «cerrar filas» en torno a él. Sin embargo, Ruiz, que durante mucho tiempo fue la opción favorita de Madrid y Arrimadas, incluso por delante de Marín, recordó que las primarias son obligatorias según los estatutos del partido y advirtió de que hay que dedicar todo el tiempo del mundo a que los militantes sean escuchados.

La salvación en las urnas

El enfrentamiento público entre los dos consejeros volvió a poner en primera línea las luchas internas. Además consolidó el convencimiento en el seno de Cs de que sería una buena opción adelantar esas primarias para acabar de una vez por todas con esa pugna de familias que arroja una imagen de descomposición nefasta para una remontada electoral. Lo piensan en la cúpula regional, en sectores afines a Marín, y también en la dirección nacional, donde dan por hecho que se celebrarán antes de que acabe el año y sin que se haya formalizado una convocatoria electoral en Andalucía. El candidato debe tener tiempo, admiten, para resurgir de las cenizas del partido.

El mensaje que llega desde la dirección de Arrimadas es además que sería conveniente que Marín trabaje por una candidatura de integración con su principal rival, Ruiz. Un armisticio que se antoja muy difícil por los años de guerra abierta entre ambos, pero que sería la fórmula más eficaz para cerrar filas de una vez y en un momento a vida o muerte. Adelantar ya las primarias de Ciudadanos a este otoño sin tener todo amarrado tiene también un peligro, que Marín pierda y el partido se acabe pegando un tiro en su propio pie que puede ser mortal. Quienes están con el vicepresidente andaluz aseguran que ahora mismo, por primera vez en mucho tiempo, Marín tiene una dirección a su medida y que el peligro de que no sea elegido candidato es pequeño. En la dirección nacional no se fían del todo y abogan por una confluencia de todas las corrientes.

Alarmas encendidas

Aunque las elecciones en Andalucía se celebrarán sí o sí en 2022, el posible adelanto electoral, cuyo eco ha llegado también a Castilla y León, obliga al partido a encender las alarmas y ponerse en marcha. Ciudadanos cerró el curso político en verano con la celebración de una convención que tuvo un relativo éxito interno (prevalecieron los consensos y no hubo discrepancias entre los distintos cargos ni se cuestionó el liderazgo de la presidenta) y con el respiro de que no hubiera más citas electorales en el horizonte tras el desastre de Madrid el pasado 4 de mayo. El partido, que gobernaba en coalición con el PP, se quedó sin representación aumentando la sangría que experimenta desde 2019.

Pero las elecciones andaluzas y el riesgo de que el presidente de Castilla y Leóndé el paso a partir del mes de marzo, momento en el que la oposición puede volver a presentar una moción de censura, obliga a los naranjas a permanecer alerta. El caso de la Junta castellanoleonesa es algo distinto. En el entorno de Arrimadas no confían en un adelanto electoral, «la sangre no llegará al río, es el primer desencuentro en dos años y medio», dicen tras el enfrentamiento que han tenido estos días los dos socios de Gobierno. El PP votó en contra de la reforma sanitaria propuesta por Ciudadanos, con quienes gobiernan, y que lideraba la consejera de Sanidad, Verónica Casado, al frente de la gestión de la pandemia y que siempre ha contado con el respaldo del presidente Alfonso Fernández-Mañueco. Fue un golpe a la coalición y el vicepresidente, Francisco Igea, quiso hacer público su malestar. Eso sí, reconoció que no veía riesgo de ruptura.

Pero los populares lo ven diferente. La victoria de Ayuso en Madrid lo cambió todo para los barones regionales, al constatar que ese camino podía extenderse a otros territorios y que el PP recupere todo el terreno cedido a Ciudadanosaños atrás.

Mañueco no puede adelantar elecciones hasta el mes de marzo, pero al ser territorio histórico no tendría que volver a las urnas en 2023 como ocurre en Madrid. Comenzaría una nueva legislatura de cuatro años a partir de ese momento. Fuentes del entorno del presidente no esconden que unas elecciones tempranas podrían garantizar un gran resultado al PP. Tampoco en Génova son ajenos a esta realidad y reconocen que a partir de la primavera habrá que tener todos los escenarios encima de la mesa.