ASÍ ME PARECE

 

Muchos analistas políticos se preguntan sobre las consecuencias de la moción de censura y el cambio de gobierno en la relación de fuerzas políticas. ¿Continuará la fragmentación actual? ¿O habrá un retorno del bipartidismo?.

Desde el año 2015, los grandes partidos españoles, el PSOE y el PP, lo han pasado mal. Desde luego, por razones diferentes cada uno de ellos, pero ambos han sufrido mucho. Dicen que la crisis y el retroceso de la socialdemocracia en toda Europa han sido debidos a que los partidos socialistas no fueron capaces de ofrecer esperanzas a los más débiles durante los años de la tremenda recesión económica. Dicen que no se han defendido suficientemente los valores de la igualdad y la solidaridad, que deben constituir la esencia del programa socialista. En España, además, el PSOE tuvo que cargar con el peso muerto de los errores y fracasos del gobierno de Zapatero, no sólo en política social, sino también en política territorial, al no haber sabido comprender la gravedad de ciertos síntomas que ya apuntaban en Cataluña. La consecuencia de todo ello fue que el PSOE perdió muchos apoyos electorales, y contempló como surgía a su izquierda una fuerza populista, que llegó a disputarle la hegemonía electoral en su sector social. Y como las desgracias engendran desgracias, aparecieron las luchas internas. En los anales del PSOE figurará el 1 de octubre de 2016 como uno de los días más tristes de su historia. El espectáculo que dio su directiva fue deprimente. El que era su secretario general, Pedro Sánchez, dimitió y renunció al acta de diputado. Todo el mundo le daba por muerto. Pero Pedro Sánchez cogió su Peugeot y el censo de afiliados y recorrió España buscando el apoyo de las bases. De este modo, mediante un regreso a la política primaria, Sánchez volvió a ganar la secretaría general. Empezaba así lo que podría ser la regeneración interna del PSOE y su relanzamiento electoral.

Y no menos ha sufrido el PP, aunque algunos dicen que estando en el poder las penas se sobrellevan mejor. Lo cierto, sin embargo, es que durante estos años el PP ha padecido un grave y progresivo deterioro de su prestigio, que se ha manifestado tanto en las urnas como en las encuestas. Antes de la moción de censura, parecía incluso que su declive era inevitable, que se iba a convertir en un desplome absoluto, y que Ciudadanos llegaría a sustituirle en la hegemonía del centro derecha. La publicación de la primera sentencia de la Gürtel significó el punto más bajo de la caída del PP. Sin embargo, y paradójicamente, la pérdida del gobierno puede suponer un punto de inflexión, una oportunidad para que el PP afronte una regeneración interna a fondo, y una recuperación del prestigio perdido. El Congreso extraordinario de julio es una oportunidad excepcional, y seguramente única, que el PP no puede desaprovechar. Las estructuras territoriales y sectoriales del partido tienen solidez y enjundia. En el PP militan miles de personas honradas e inteligentes, que son capaces de forzar ese giro copernicano que el partido necesita. Hay hombres y mujeres de trayectoria limpia que pueden asumir la dirección del partido, tanto a nivel nacional, como en todas las esferas territoriales. Y los candidatos deben presentarse con un discurso ideológico. Pues en el PP, desde hace muchos años, su ideología está muy definida, y además conecta con un amplio sector de la sociedad.

Así pues, si el paso del PSOE por el gobierno le fortalece de cara a futuras confrontaciones electorales, tampoco le va a venir mal al PP su paso por la oposición. Se trata de hacer de la necesidad virtud, de convertir el fracaso que ha supuesto la pérdida del gobierno por la moción de censura, en una oportunidad única y excepcional de regeneración ética y renovación política. De este modo, en mi opinión, no andan descaminados quienes consideran que la moción de censura ha significado el principio del retorno del bipartidismo.

Ahora bien, las cosas seguramente no son tan sencillas. No se trata sólo de que en la moción de censura se hayan visualizado los dos proyectos políticos, del PSOE y del PP, que han venido vertebrando electoralmente a la sociedad española en los últimos decenios. Debe haber algo más que justifique este atisbo de retorno del bipartidismo. Sobre todo si consideramos que hasta hace poco el bipartidismo era vituperado, y se le achacaba toda la responsabilidad de muchos de nuestros males. En mi opinión, entre otras causas, podríamos destacar el deseo de estabilidad. La sociedad española, o gran parte de ella, añora la estabilidad política que proporcionaba el bipartidismo. Porque sin estabilidad política no hay estabilidad económica ni social. A nadie le gustan los sobresaltos. Los tiempos de inestabilidad pueden ser apasionantes, movidos, interesantes. Pero hay una vieja maldición china que dice que Dios te conceda vivir un tiempo interesante. En el fondo, a todos nos gustan los tiempos apacibles, los periodos de paz augusta. Y la sociedad española empieza a tener claro que con los nuevos partidos no está garantizada la estabilidad.

Y quizás haya también una segunda causa. Los nuevos partidos han perdido ya la lozanía de la novedad. Se empieza a saber que los partidos son nuevos, pero el nivel de calidad de la gente que los integra, es el mismo de siempre.

 

 

Fdo. Juan-Ramón Calero Rodríguez