Cuando todavía no se ha cumplido ni el primer mes del gobierno Sánchez, las tres derechas han entrado en un claro proceso de fragmentación. El error de la derecha económica, la apuesta del Ibex por Ciudadanos como relevo del Partido Popular, junto con la división de la derecha política, la quiebra de la mayoría gubernamental por Rivera, han provocado el desconcierto de la derecha social, tal como refleja la dispersión de su electorado que señalan todos los sondeos de opinión. Así, durante estas primeras semanas del nuevo gobierno socialista, las tres derechas no aparecen contra Pedro Sánchez, como ocurriera con González o Zapatero en cuanto pusieron el pie en la Moncloa, sino expectantes ante Sánchez.
La derecha económica paga la factura del franquismo. Habituada durante cuarenta años a que la política solo fuese un negociado de Franco, anda como un pato mareado desde que el dictador pasara a mejor vida. Apostó por la defenestración de Adolfo Suárez, apoyó la operación Roca, encubrió a Pujol, financió a Fraga, sostuvo a Rato, orientó la genuflexión de Zapatero para terminar importando Rivera a Madrid. Este rosario de errores muestra como la rara habilidad para extraer plusvalía no va pareja con la capacidad de hacer política. La reciente operación de Ciudadanos no ha podido ser más torpe ni desafortunada. El balance es que ha hundido a Rajoy, perjudicado a Rivera y dispersado a su electorado. Les ha salido el tiro por la culata. Sánchez debiera condecorarles.
La derecha política, criada a los pechos del Caudillo, paga el precio del caudillismo. El lastre de Franco no ha dejado de estar presente en Fraga, Aznar y Rajoy. Pese a la serie de muy graves equivocaciones cometidas por los tres líderes, nunca ha habido un intento de debate. Ni cuando la masacre bélica de Atocha, donde Aznar fue un mentiroso compulsivo, ni con la reconversión del PP en un partido mafioso, donde Rajoy ha interpretado al Padrino. Esa total ausencia de una práctica democrática, de diálogo necesario, estalla hoy a la luz del día con las primeras primarias del PP en cuatro décadas democráticas. Tanto que sus principales dirigentes aparecen como meninas franquistas en disputa con ese hijo póstumo de Jose Antonio Primo de Rivera que es Rivera.
La derecha social, ante este divorcio de la económica con la política, tiende a dispersarse electoralmente. Un sector se mantiene en la derecha extrema (PP o Cs), otro vuelve al centro (Cs o PSOE) y un tercero se reencuentra hoy en el centro izquierda (PSOE). La inteligencia con la que Sánchez ha procedido a formar su gobierno consolida ampliamente este último grupo de electores. Por vez primera desde hace veinte años, el último gobierno de González, el PSOE vuelve a abarcar en su composición sociológica desde la izquierda al centro. Es de facto, un parlamento de las fuerzas progresistas de la sociedad española aglutinadas en torno a una sigla histórica.
Si esta mayoría social, que aún no encuentra reflejo en una mayoría parlamentaria propia, logra consolidarse es bastante probable que mañana la derecha económica apueste por el Gobierno de Pedro Sánchez tanto como ya está apostando un importante sector de la derecha social. Todo depende de que la Moncloa sepa encauzar el grave problema catalán a través del diálogo bilateral de España con Cataluña. Justamente por ello, la derecha política trata de reventar la normalización de las relaciones políticas de Madrid con Barcelona envenenándolas ante la derecha social, con la clara finalidad de cortocircuitar la atracción electoral que puedan sentir por este PSOE. En los próximos tres meses veremos si se afianza o se frustra este idilio.
El reflotamiento del bipartidismo, que parecía tan hundido como el PSOE o Sánchez, es hoy día el único común denominador de las derechas económica, política y social. Para intentar poder recuperar el turnismo político es necesario que en la derecha política se produzca el proceso que se ha dado en la izquierda con la rotunda hegemonía del PSOE. No será fácil, porque no es lo mismo llegar a la Moncloa, lo que facilita la recuperación hegemónica, que salir de la Moncloa en medio del oprobio; ni tampoco puede serlo si la derecha económica, tras el error del apoyo a Rivera, abandona las malas tentaciones de intervenir en política, como torpemente ha hecho el Ibex durante el último quinquenio. Ni mucho menos, además, si el PSOE logra amarrar finalmente el voto de centro que Rajoy le ha regalado.