Dicen que las casualidades no existen, así que imagino que  tendré que pensarlo así cuando, en la magnífica semana de actos festeros en Mazarrón se ha dado la “casualidad” de que al mismo tiempo ha llegado una buena remesa de cartas de Hacienda que supongo habrá hecho las delicias de todos los afortunados a los que les haya tocado premio.

El caso es que, mientras andamos de fiesta en fiesta el afán recaudatorio del erario no perdona, y entre músicas, presentaciones y algún que otro bailecito, le vamos soltando el esparteñazo en el lomo a los vecinos del municipio, supongo que en la infeliz creencia de que como estamos de fiesta se lo tomarán bien. 

La presión fiscal no es algo que nos coja por sorpresa y hablar de esto no supone nada nuevo, es decir, no vamos a descubrir nosotros ahora la luna. Baste recordar cómo ya desde la famosa “Era Blaya” se dejó pasar deliberadamente la cuestión de las contribuciones para recaudar más. El caso es que de aquella época ahora la situación se ha vuelto casi insufrible, que ya se está haciendo hasta pesada y son cientos los mazarroneros que vemos cada día a la puerta de la oficina de  recaudación haciendo cola porque se les reclama, las más de las veces, unos míseros euros. Es decir, el afán recaudatorio es tal que llega al céntimo. Ojito con dejarse a deber al fisco siquiera diez centimillos que el que lo haga tiene carta asegurada por pertinente vía ejecutiva y no sé si incluyendo en el pack visita de los geos o los marines americanos, para mayor rechifla general.                      

Lo curioso del caso es que como se trata de una cuestión burocrática, es decir, de meros tramites administrativos, aquí todo el mundo hace como si no pasara nada y nadie habla del asunto. A lo sumo, salimos a escena para anunciar tal o cual rebajita en algún impuesto que luego será recompensada de sobras con el apretón que se pega al bolsillo del contribuyente en otros tributos, y aquí no ha pasado nada. Eso para cuando no nos ponemos delante de la cámara como si del dios de las subvenciones se tratara, a anunciar el magnánimo reparto de prebendas, como si estuviéramos en los tiempos de Felipe II y su majestad se hubiera dignado a repartir unas limosnillas entre los plebeyos. Y eso que estamos en el siglo XXI.       

La cuestión es que, a la hora de recaudar impuestos o de sangrar al “vecino-contribuyente” nadie ni nada nos detiene (y pobre del que se ponga por delante). Pero bueno, esto es lo que tenemos y ¡qué le vamos a decir a ustedes que no sepan a estas alturas!. La única diferencia este año han sido la ausencia del desfile de carrozas y el bonito regalo de Navidad que han recibido esos vecinos en carta certificada de Hacienda. Por lo demás, qué más se puede añadir si todo sigue igual.                                                                                       

Aunque bueno… todo no. Imagino que ya hemos podido contemplar todos el cambio de bandera en la rotonda de la ciudad deportiva, homenaje al trabajo realizado por nuestro internacionalmente reconocido campeón, Pedro Acosta, que ha sido el mazarronero que (él solo) ha sido capaz de poner a Mazarrón en el mapa. Pues, como les digo, alguien se ha leído las notas que hemos dedicado al asunto por figurar en el mismo mástil que la insignia nacional otra enseña diferente, así que alguna lumbrera de esas de nuevo cuño, claramente doctorada en analfabetismo, ha pensado que sustituyendo la anterior y colocando otra, pero esta vez con el fondo de la bandera nacional, nos iba a dar en los morros.

Nada más lejos de la realidad, léanse ustedes la legislación al respecto y hagan el favor de actuar en consonancia a ella. En cuanto a la o al (utilicemos lenguaje inclusivo) lumbrera brillante e ideóloga de la papista solución solo cabe recordarle aquél viejo chiste del hijo del carpintero, que de tan listo que le había salido…era un listón.                                                                                                                            

EDITORIAL “LA VOZ DE MAZARRÓN”