Crecer durante una dictadura da una perspectiva diferente a las cosas. De joven, creía que la democracia se basaba esencialmente en el juego de las mayorías, en votar libremente una u otra opción política; en el gobierno ilimitado del pueblo y para el pueblo. Ya me asaltaban algunas dudas a principios de los setenta, pero quedaban solapadas por el entusiasmo que suponían las campañas electorales y las elecciones libres. Algo que no sucedía en Españadesde hacía más de cuarenta años. Empecé a recelar cuando leí ‘Todos los hombres del presidente‘, el libro escrito por los protagonistas periodísticos del Watergate, Carl Berstein y Bob Woodward. Cinco meses después de estar el escándalo en la calle, el sátrapa de Nixon había obtenido más respaldo popular que antes, lo que parecía una contradicción. Fue en esa época cuando leí también ‘Pedro Saputo’, un libro costumbrista salido en 1844 de la pluma de Braulio Foz. Instituyó en los círculos literarios la llamada justicia de Almudévar, “páguela quien no deba”. Recoge la historia de un suceso presuntamente acontecido en este pueblo oscense, hoy famoso por un magnifico dulce en forma de trenza. Es la que cuento a continuación.
El herrero de la villa mató a su mujer. Fue condenado a morir en la horca. Pero cuando iba al cadalso el pueblo reparó en el daño que podía producir en el lugar. Lo transcribo en aragonés, conforme viene en el libro, porque es fácil de entender y tiene su gracia. He dejado al herrero camino del cadalso. Es entonces cuando uno del pueblo grita. “¿Qué is a fer, hijos de Almudévar? ¿Conque enforcaréis al Ferrero, que solo tenemos uno? ¿Y qué faremos després sin Ferrero? ¿Quién nos lucirá las rellas? ¿Quién ferrará a nuestra mulas?… Mirad lo que se m´ocurre. En vez de enforcar o Ferrero, que nos fará després muita falta, por que ye (está) solo, enforquemos a un teisidor (sastre), que en tenemos siete en o lugar, e por uno menos o más no hemos d´ir sin camisa.
¡Tiens razón!, ¡tiens razón!, gritaron todos. ¡Enforcar un tesidor, un teisidor”.
El asunto acabó sometido a votación popular y el resultado fue decisorio. Llevaron a un sastre, oficio que estaba bien representado en Almudévar, a la horca, y salvaron al único herrero del pueblo. Así la justicia debida por el asesinato de la mujer se cumplía. Aunque en otra cabeza. Resultado de la voluntad popular.
Nadie, con dos dedos de luces, dudaría de la atrocidad moral de la medida, por muchos formalismos que adoptara
Nadie, con dos dedos de luces, dudaría de la atrocidad moral de la medida, por muchos formalismos que adoptara. ‘Pedro Saputo’ es una obra satírica, pero refleja el sinsentido de la atribución a la democracia directa, asamblearia, de la soberanía única a la hora de la toma de decisiones que únicamente persiguen intereses espurios o que se conforman a partir de sentimientos que después son difíciles de controlar. ¿Habrá que profundizar en el caso del referéndum del Brexit como ejemplo de lo que no se debe hacer si se pretende la lógica política?
Por eso, la teoría de la democracia se perfeccionó con la división de poderes de Montesquieu o de John Locke, los pioneros en su estudio. O en el precioso libro ‘La democracia en América’, de Alexis Tocqueville. No solo es necesaria la participación de aquellos en quien reside la soberanía nacional, sino una Constitución que consigne la división de poderes que contrapese los excesos que en su ejercicio puede cometer el ejecutivo o, incluso, el legislativo. Y la participación de los medios de comunicación, no como ese cuarto poder que suena a chorrada, sino como contrapoder. La riqueza democrática reside en la teoría de los contrapesos, de la eficacia en los controles del poder. Las dictaduras actuales se caracterizan por la eliminación de esos contrapoderes y por la entronización del poder ejecutivo. Aunque este haya salido de las urnas. Ahí están las dictaduras de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia o Rusia, con líderes emergidos de pretendidas elecciones. O la peligrosa senda que transitan Hungría y Polonia. También Franco ganaba los referendos. Posiblemente el Watergate no hubiera llegado hasta el final sin la actitud de un juez como John Sirica. Probablemente Donald Trump hubiera ido más allá si la Justicia americana no le hubiera parado los pies en más de una ocasión y los medios de comunicación no hubieran emprendido una labor fiscalizadora de sus tropelías.
Los nacionalismos y los populismos son poco dados a la teoría de los contrapesos, de la división de poderes
Los nacionalismos y los populismos son poco dados a la teoría de los contrapesos, de la división de poderes. Se ve en las críticas que realizan a la actuación judicial en nuestro país. España es una democracia plena, pero está flaqueando en algunos de sus comportamientos. El Tribunal Constitucional en sentencia 148/2021 de 14 de julio refutó el estado de alarma. Poco después, voces del Gobiernodijeron que “se volvería a hacer” si cupiera la ocasión. La 87/2021 de 5 de octubre concluye en que se vulneró el derecho a la participación política de los diputados con el cierre del Congreso. La presidenta Batet ni se inmuta y todavía tiene el cuajo de pronunciar el discurso que hizo durante la festividad de la Constitución. El presidente de la Generalitat dice, con respecto a una providencia del Supremo que verifica la impartición del 25% de la enseñanza en castellano, que esta supone “un ataque intolerable y una intromisión inaceptable”, y la presidenta del Parlament, imputada por tres presuntos delitos, declara que el Ejecutivo catalán tiene que asumir la dirección de los centros educativos. Y todavía algunos socialistas catalanes culpan de la situación al PP por haber recurrido en su día unos preceptos del Estatut catalán ¡que fueron declarados inconstitucionales! Mal rollo. Y lo que es peor, mal camino para una democracia. Ángel González Pieras