Nuevo 8-M, condicionado en cierta manera por el éxito indiscutible del registrado el año pasado, cuando España lideró a nivel mundial la lucha por la igualdad de género. El peso del éxito vivido, sin embargo, no parece que haga mella en las mujeres que, de manera contundente a tenor de lo que se vislumbra en la calle, en los medios de comunicación y en las redes, volverán a defender sus reivindicaciones de manera clara, rotunda y masiva.

Unas, colgando delantales en los balcones, otras, secundando el paro de dos horas convocado por los sindicatos mayoritarios, otras haciendo huelga de 24 horas, parando en los cuidados, y una gran parte acudiendo al más de un centenar de manifestaciones convocadas por toda la geografía española.

Porque, como reza el lema de este año, hay mil motivos para seguir luchando por una igualdad que avanza a paso de tortuga. Tanto que, según los ámbitos de los que se hable, se tardará varias generaciones en que esa igualdad sea efectiva. Porque ahora (siglo XXI), la mujer sigue ganando menos que sus compañeros varones por una tarea equivalente. Menos salarios, contratos parciales, más temporalidad y menos posibilidades de ascender en la empresa. Una discriminación que se vive, especialmente, cuando la trabajadora se convierte en madre, algo chocante en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo.

La mujer es penalizada por compaginar la crianza y el trabajo, por intentar encontrar el equilibrio entre ambos mundos, cuandola realidad es que los sucesivos gobiernos poco, o nada, han hecho o hacen por poner en marcha políticas que faciliten la corresponsabilidad, señalan los expertos. Hay mil motivos más, entre ellos los que tienen que ver con la libertad, el anhelo de cualquier ser humano. Las mujeres adolescentes, jóvenes, adultas y mayores exigen no tener miedo cuando pasan por una calle oscura, suben en un ascensor, entran en un garaje o ven un grupo de hombres con ganas de juerga a costa de ella. Quieren dejar de sentir terror a volver de madrugada solas, a correr solas por la calle, a viajar en solitario, a que su forma de vestir sea entendida como permiso para acosar. El “sólo sí es sí”, gritado unánimemente por cualquier mujer del mundo, sigue siendo un ideal a día de hoy.

En contra de lo que algunos quieren hacer ver, la gran mayoría de las mujeres comparte esos motivos (también muchos hombres) porque de una u otra forma, todas lo padecen en algún momento de su vida. Por ello, al margen de los debates políticos, de las posturas que unos y otros adopten, el movimiento feminista, ese que defiende disfrutar de los mismos derechos que los hombres, aglutina a las mujeres más allá de ideologías particulares. El tsunami morado que comenzó el año pasado pretende seguir arrollando hoy cada ciudad y pueblo de España (las mujeres rurales han alzado con rotundidad su voz contra la discriminación).

Un año después, la lucha contra las violencias machistas siguen siendo el punto principal de las exigencias de las mujeres y la puerta de entrada de las reclamaciones. Son 1.560 las mujeres que han sido asesinadas por violencia machista en los últimos 14 años y muchas de ellas, según se señala, no están contempladas en la ley de Violencia de Género. Por las miles de mujeres que sufren a diario malos tratos y porque en realidad la protección y la reparación no existe.

“La justicia patriarcal –señalan las organizadoras– pone en duda nuestra palabra”. Una afirmación que subraya el gran cambio pendiente en la judicatura española, donde la perspectiva de género es muy escasa. Con su movilización, las mujeres exigen que se amplíe la definición de violencias machistas y se dote de los recursos suficientes para poder combatirlas.

Un movimiento que está liderando la lucha de las mujeres en buena parte de Europa, que están tomando España como referente en la lucha feminista. Hoy estará en Madrid Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, lo que muestra que las mujeres españolas están haciendo historia.

CARLOTA PI

Carlota Pi fue elegida en el 2017 mejor directivo de una pyme por la Asociación Española de Directivos, pero su mayor orgullo es haber creado una empresa “flexible y creativa, que permite que los empleados se desarrollen como personas, y que al mismo tiempo es la eléctrica que más crece”. Pi, 42 años, ingeniera industrial por la ETSIB, fundó Holaluz en el 2011 con dos socios y 300.000 euros. Hoy la firma factura 180 millones de euros y emplea a 160 personas. “Yo había tenido malas experiencias como asalariada, en empresas que decían que es inevitable elegir entre ser madre y tener una carrera profesional. Pero eso es mentira y yo quería crear una empresa que no obligara a elegir”.

Pi, madre de tres niñas de 11, 9 y 7 años, explica que en Holaluz el trabajo se organiza por objetivos, por lo que no se controlan las horas trabajadas ni los días festivos, y es habitual el teletrabajo. El 50% de los 16 directivos de la empresa son mujeres, en un sector muy poco feminizado como la energía. “Sólo nos falta el departamento tecnológico, donde las mujeres son sólo el 28%, y hemos puesto cuotas para llegar a la paridad”, cuenta. Pi se declara “totalmente favorable a las cuotas, porque aunque tengo claro que la paridad llegará, hemos de acelerarla”, afirma.

Para facilitar el trabajo de las mujeres la firma abrió una nurserie para bebés menores de 18 meses en el 2014, “cuando aún perdíamos dinero”, que ha atendido ya a unos 15 niños y atiende ahora a otros 5. Pi fue una de las 16 empresarias elegidas por Google para participar en un programa de “elevación” en Silicon Valley con mujeres empresarias de todo el mundo. “Los retos de las mujeres son similares en todo el mundo, aunque en diferentes grados, de Holanda a Kenia. Y el avance hacia la igualdad no es sólo una cuestión de mujeres, sino un avance hacia el desarrollo de toda la humanidad”.

MARIA JESÚS ESPUNY

En cada curso por estas fechas, la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) reconoce a un miembro de su comunidad por su trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres. Este año, el merecimiento ha recaído en María Jesús Espuny, especialista en Historia de Derecho Social, representante de po líticas de igualdad de la Facultad de Derecho de la UAB de la que ha sido vicedecana 23 años. Es también directora del Centre d’Estudis de Recerca Dones i Drets. Espuny ha contribuido a introducir la perspectiva de género en la docencia en todas las carreras de la UAB, una de las siete universidades públicas españolas gobernadas por una mujer -Margarita Arboix- y la primera en ofrecer un grado sobre género.

Sus titulaciones muestran los avances hacia la igualdad: del “licenciado en…” en 1969 pasó a un término más respetuoso con su sexo, “doctora en…”, en 1992. Explica que en los años 60 había sólo un tercio de alumnas en el aula, que se veían obligadas a abandonarla cuando el profesor trataba algún caso “no apto para señoritas”.

“En el siglo XX, las leyes han pasado de mirar a la mujer como un ser débil, que necesita protección por su fisiología y por la moralidad (que peligraba en las fábricas por la relación con los hombres), a buscar, ya en democracia, cotas más justas de igualdad”. Desgrana, por ejemplo, reglamentos que prohibían a las mujeres trabajar de noche o usar máquinas de coser de pedales para evitar movimientos erotizantes…O la ley de la silla por la que los comercios debían tener un asiento si había una empleada. A las mujeres (y los niños) se las considera “medias fuerzas” y cobraban por convenio mucho menos que los hombres. “Pese a los avances, siguen existiendo diferencias, como las salariales o las de poder. En la universidad lo vemos con la falta de catedráticas”.

VANIA ARANA

“La feminización de la actividad de las camareras de piso es porque a las mujeres se les ha estereotipado desde siempre en que son las que limpian mientras que los hombres son los que trabajan”. La reflexión es de Vania Arana, portavoz y una de las impulsoras de la plataforma (hoy constituida en sindicato) Las Kellys. El término de las kellys es con el que se conoce a “las que limpian” en los hoteles. Arana, que trabaja en Hilton Barcelona, cree que debe evitarse que los estereotipos sociales se acaben reproduciendo en el mundo laboral. Otra prueba de esos estereotipos es que en el sindicato Las Kellys sólo hay un hombre. A la feminización de la profesión se suma también la altísima presencia de población inmigrante, sobre todo de La tinoamérica y de África, indica Arana.

El sindicato nació con el doble objetivo de dignificar la profesión y conseguir eliminar la subcontratación, que provoca que una camarera de piso llegue a cobrar hasta un 45% menos de sueldo de lo que le correspondería. Los cambios legislativos introducidos y las modificaciones de los convenios del sector no han evitado que muchas de las camareras de piso no lleguen a ser ni mileuristas, cuando en realidad deberían percibir casi 1.400 euros mensuales.

Arana cuenta que el problema del “techo de cristal” que se usa en muchos ámbitos para describir los problemas que tienen las mujeres para despuntar profesionalmente, en el caso de las kellys ni se lo llegan a plantear: “No tenemos opción a mirar el techo de cristal porque estamos en el suelo pegajoso del que no te puedes escapar”. Vania Arana cree que hoy es un buen día para participar en la huelga y hacer visible el problema de las mujeres. “Si tocan a una, nos tocan a todas”, dice antes de recordar que “detrás de mí está mi familia, mi marido y mi hijo”.

ALBA DALMAU

“El sector cultural aún está muy lejos de poder alardear de una buena salud con respecto a la igualdad de género. En la esfera pública cultural la presencia femenina es todavía muy inferior. Paradójicamente, sin embargo, las mujeres son mayoría a la hora de consumir cultura y entre el alumnado universitario”, expone la escritora Alba Dalmau, que acaba de publicar la recopilación de narraciones El camí dels esbarzers ( Angle Editorial).

Sobre la igualdad de oportunidades, recurre a Virginia Woolf: “Hay una anécdota fabulada en Una habitación propia que dice que si Shakespeare hubiera tenido una hermana con el mismo (¡o mayor!) talento que su hermano, es casi seguro que no habría triunfado. Primero, porque sus padres ya no lo habrían enviado a la escuela y, segundo, porque las tareas del hogar y las obligaciones familiares no le habrían permitido tener esta habitación propia tan necesaria para el de sarrollo creativo e intelectual. Este problema hoy se llama con ciliación de la vida profesional y laboral”.

Sobre la discriminación, Dalmau opina que “en el ámbito cultural se evidencia en la necesidad de crear ayudas y premios para mujeres, un parche circunstancial, innecesario en una sociedad sana. Por ello son necesarias las cuotas de igualdad, para hacernos sitio en esos espacios que nos merecemos no por el hecho de ser mujeres, sino como personas con opinión propia y creadoras”.

¿Cómo se llega a la igualdad plena? “Regresando a Woolf, cuando dice que el estado ideal para escribir sería la fusión de ambos poderes, femeninos y masculinos, viviendo en armonía, creo que se podría aplicar a todos los ámbitos. Un mundo en el que los hombres no tuvieran miedo de mostrar su parte que suele asociarse a la feminidad, sensible y emocional, y las mujeres pudieran mostrarse fuertes y seguras sin miedo sería ideal”.

ANA FREIRE

Con 36 años, Ana Freire es doctora en informática, investigadora, profesora de la Universitat Pompeu Fabra y fundadora de Wisibilízalas, un concurso dirigido a centros de primaria, secundaria y FP que consiste en la creación de webs sobre mujeres que trabajan en el ámbito de la TIC. El objetivo principal de esta iniciativa es llevar a las aulas la lección de vida que ella misma ejemplifica con su carrera profesional: romper con los estereotipos de género asociados a la tecnología, que según su experiencia “se desarrollan en la niñez, cuando las niñas aún no piensan en la dificultad de los estudios o la conciliación. De ahí la importancia de romperlos en el ámbito familiar y escolar”.

Su interés por la ingeniería nace precisamente en la infancia, cuando se entretenía con los ordenadores del negocio familiar en Rábade, un pueblo de Lugo: “Por entonces ya se escuchaba que la informática es el futuro; hoy es una de las carreras con menor índice de paro”. Sin embargo, en su generación las mujeres representaban alrededor de un 15-18% de los estudiantes en licenciaturas técnicas. “Hoy en día este porcentaje es incluso inferior. En carreras como Ingeniería Informática o Telecomunicaciones el porcentaje de alumnas no suele superar el 12%”. ¿Por qué? Entre otras cosas, “por la falta de referentes femeninos” en tecnología. En el ámbito educativo se habla siempre del ingeniero o el informático, y en los libros de texto se ilustra a un astronauta y a una enfermera; hay que impulsar a las niñas para que decidan por sí mismas y no cerrarles puertas a ninguna opción laboral. Pueden hacerlo todo”.

A ella le ha ido bien: “Es una cuestión de actitud y de hacerse oír con el mismo volumen que el resto. Una mujer en un entorno masculino no se debe considerar rara, sino única”.

 

 

FUENTE: LAVANGUARDIA