“Me sorprende que [José María Aznar] se haya dado por aludido con lo de la derechita cobarde. Creo que él lo comparte”. Santiago Abascal es más dado al estilo directo, a veces brutal, que a la ironía, por lo que cabe suponer que era sincero cuando mostró su estupor ante la airada reacción de su exjefe en el PP. “A mí nadie me dice a la cara derechita cobarde porque no me aguanta la mirada”, tronó Aznar el 27 de marzo en Valencia.

Abascal tenía motivos para estar sorprendido. El 22 de octubre, dos semanas después de que en el mitin de Vistalegre le colgara a su antiguo partido el sambenito de derechita cobarde, Aznar le restaba trascendencia. “Es su forma de expresarse en los mítines”, disculpó a Abascal, a quien se refirió como “un chico lleno de cualidades”. En una entrevista en Abc, el líder de Vox le correspondió calificando a Aznar de “el mejor presidente que ha tenido España”, pese a sus “luces y sombras”.

Los elogios mutuos no eran nuevos. En el prólogo de La farsa de la autodeterminación, una revisitación de su tesis universitaria que Abascal editó en 2005, Aznar hizo un panegírico del autor: “Un hombre libre, un hombre que ante la injusticia, la mentira y la indiferencia, no opta por la resignación o por el desistimiento”, etcétera. Abascal tenía entonces 29 años, era presidente de Nuevas Generaciones del PP vasco y diputado autonómico.

En octubre de 2011, Aznar acudió al acto de celebración del quinto aniversario de la fundación Defensa de la Nación Española (Denaes), presidida por Abascal, y de nuevo se prodigaron entre ambos las sonrisas y las palmadas en la espalda. Abascal ya no era una joven promesa, sino un dirigente de segunda fila del sector perdedor del PP vasco, (encabezado por Mayor Oreja y María San Gil), a quien la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, acogió política y económicamente, con cargo al presupuesto de la comunidad autónoma.

Aguirre estaba en deuda con él. Abascal fue uno de los promotores de la enmienda a la ponencia política del Congreso del PP de Valencia de 2008 que debía servir como carta de presentación para la candidatura de la lideresa contra Rajoy, aunque en el último momento ella se echó atrás.

Durante los años de Gobierno de Rajoy, el discurso de Denaes y el de FAES, la fundación donde se atrincheró Aznar tras dejar La Moncloa, se parecían como dos gotas de agua (“El PP ha perdido en gran medida su ADN”, clamaba Aznar en 2015). Por eso no es extraño que, tras fundar Vox, Abascal dijera que las puertas de su partido estaban abiertas de par en par para el expresidente.

Según fuentes del PP, el desencuentro empezó cuando, con la victoria de Casado, Aznar recuperó el control del PP. El resultado de las elecciones andaluzas le hizo comprender que Vox podía diezmar su base electoral y poner en riesgo la reconquista de La Moncloa. “Abascal ha dejado de ser un instrumento contra Rajoy y se ha convertido en un estorbo», agregan las mismas fuentes.

“No es momento de darse una alegría o de irse al recreo”, advertía Aznar el pasado jueves en Tomares (Sevilla), a los tentados por los cantos de sirena de Vox. “O el voto del centroderecha se unifica [en el PP] o [Pedro] Sánchez gana las elecciones”, agregó. La derechita cobarde contra la que se levantó Abascal ya no existe, según Aznar. Él certifica que el partido de Casado representa de nuevo “las esencias y el ADN del PP”. Lo demás son falsificaciones.

 

 
FUENTE: ELPAIS