«El declive de Cs viene porque Rivera decidió que era más importante ganar las elecciones que ser útil a España»

«El declive de Cs viene porque Rivera decidió que era más importante ganar las elecciones que ser útil a España»

ANA BELÉN RAMOS

 

«Nunca me he ido». Javier Nart (Laredo, 1947) abandonó la militancia de Ciudadanos antes que la mayoría, cuando Albert Rivera aún conservaba las riendas del partido tras arrasar en las elecciones de abril de 2019. Y lo hizo, como recuerda en conversación con El Independiente por la negativa del ex político catalán a abrir un diálogo con Pedro Sánchez, una decisión «disparatada» que sitúa como origen de todos los males que siguen asolando a Ciudadanos dos años después, y que comenzaron con el hundimiento electoral del 10-N.

Abogado y ex corresponsal de guerra, Nart conservó su acta como eurodiputado dentro del grupo Renew Europe, desde cuyo asiento analiza la evolución de la crisis de Afganistán con ideas «políticamente incorrectas», como la de decir alto y claro que «es imposible» acoger a toda la población afgana amenazada por los talibanes. «Es mucho más bonito decir Welcome Refugees, aunque la mayoría se quede por el camino», critica.

P.- ¿Había algún modo de evitar la victoria talibán en Afganistán?

R.- Yo estoy escandalizado por el nivel de hipocresía y de ineficacia occidental. Era muy evidente que estábamos ante un régimen hipercorrupto, ante un ejército ineficaz y ante una población abandonada ante la administración y ante los señores de la guerra. Los gobiernos occidentales quisieron creer su propia mentira. Los informes que llegaban de los militares sobre el terreno fueron ignorados. Escandaliza la falta de previsión y sobre todo que fuesen incapaces de crear planes efectivos de evacuación cuando era evidente que se estaba derrumbando todo. Pero lo más chocante es la sorpresa con la que Occidente ha reaccionado al derrumbe como un castillo de naipes del régimen fantasma de Ghani.

P.- ¿Es una responsabilidad compartida o también apunta a Estados Unidos?

R.- No hay ninguna administración occidental que haya puesto pie en pared ante esta situación. Incluso comprendiendo que la presencia militar norteamericana era fundamental, todos los gobiernos deberían haber establecido un plan de evacuación o de contingencia para no encontrarnos con este espectáculo, en el que Occidente está destilando muchas lágrimas de cocodrilo. La retirada estadounidense ha demostrado dos cosas: la primera, que EEUU no cuenta con sus aliados; y la segunda, que esos aliados son incapaces de marcar una agenda propia. Ahora estamos pagando nuestras propias limitaciones.

Me repugna la hipocresía de Occidente. Lo fundamental era evitar el desastre, y no se ha hecho

P.- El tiempo se agota y el Gobierno ya admite que mucha gente se quedará atrás. La fecha límite es el 31 de agosto. ¿Cómo valora el plan de evacuación que ha trazado España?

R.- No se puede evacuar a todas las personas que tuvieron algún tipo de relación con la administración norteamericana o sus adjuntos. Es que es imposible. En lugar de prever el incendio, tiran cubos de agua cuando el fuego ya ha llegado a casa. Resulta realmente enternecedor ver la atención a los refugiados afganos en el aeropuerto, pero una evacuación no puede comenzar cuando el Titanic ya se ha hundido.

P.- Algunos líderes europeos ya han puesto sobre la mesa que la solución pasa en estos momentos por negociar con los talibanes.

R.- La realidad hay que enfrentarla con más realidad. Determinar que los talibanes son terroristas no te impide determinar que la situación que existe ahora mismo en Afganistán no se puede ignorar por mucho que nos repugne. Y a mí me repugna profundamente. Pero me disgusta tanto como esa gigantesca hipocresía de los países occidentales, esas escenas conmovedoras de soldados recogiendo niños, como si fuésemos realmente gente maravillosa. Lo fundamental era evitar el desastre, y no se ha hecho. Se han gastado miles de millones de dólares en absolutamente nada.

P.- En España, sólo Vox ha marcado una línea roja en la acogida de refugiados afganos. ¿Usted qué opina?

Gobernar es tomar decisiones incómodas. En Europa no caben todos los perseguidos del mundo

R.- Aquí hay una cuestión importante. ¿Vamos a poder acoger a todos los que necesiten asilo? ¿Tenemos la posibilidad socioeconómica de hacerlo? Si se produce un desastre medioambiental en Bangladesh, por ejemplo, ¿vamos a enviar barcos para recoger a la gente afectada? Deberíamos empezar a tener claro cuáles son las limitaciones de Europa. Si decimos que vamos a acoger a todas las mujeres, también habrá que hacerlo con sus maridos y sus hijos. ¿Vamos a acoger a todo Afganistán? Las menciones generalistas quedan muy bien, pero luego hay que implementarlas.

P.- ¿Entonces la solución es mirar para otro lado?

R.- Aquí hay que tener en cuenta la tremenda hipocresía de los países ricos árabes, que tienen un concepto de solidaridad perfectamente definible. ¿Cuántas decenas de miles de sirios han sido acogidos por Arabia Saudí? ¿O por los Emiratos del Golfo? Apoyar a todo el que huye conlleva un impacto inasumible en países como Irán o Turquía, porque la Unión Europea no va a recibir a centenares de miles de afganos, más allá de algunas excepciones estéticas. Abrirán los brazos y luego llegarán a pactos con Turquía para que se queden allí, como hizo Alemania con la crisis siria. Al final, gobernar es tomar decisiones incómodas. Y no es posible acoger a toda la población afgana que está amenazada ni a todos los perseguidos del mundo. Lo que ocurre es que decirlo no es políticamente correcto. Es mucho más bonito decir ‘Welcome Refugees‘, aunque la mayoría se quede por el camino.

P.- Abandonó la militancia de Ciudadanos hace casi dos años por diferencias con la estrategia de Albert Rivera. ¿No se ha planteado recuperar el carné naranja?

R.- En realidad nunca me he ido. De hecho, he estado muy por encima de la adscripción administrativa de ‘militancia’ y he seguido defendiendo los que yo entiendo que son los principios fundamentales del partido.

P.- ¿Cómo es su relación con Inés Arrimadas?

R.- Magnífica. También hablo con Begoña Villacís, con Edmundo Bal…

P.- ¿Y con Rivera?

Nart, sobre los huidos de Cs: «¿Vale la pena escupirse a sí mismo para estar cerca del sol más placentero?»

R.- La verdad es que yo no tuve un problema con él. Lo que tuve fue una relación de ideas que hoy mantengo. Y más aún cuando una institución a la que respetas y de la que te sientes partícipe entra en una situación complicada. Es ahora cuando hay que estar, y no cuando se está muy bien.

P.- Lo dice por los que se han ido.

R.- Todas las personas tenemos el derecho de la evolución. En lo que yo no creo es en acudir siempre al sol que más calienta. Por tanto, esas conversiones meteóricas nunca las he entendido. Hay personas por las que sentía respeto y afecto, y que me han producido una profunda decepción y rechazo. Una de ellas es nuestro ex secretario de Organización, que se marchó con el fichero para tratar de desmontar el partido que él mismo ayudó a montar. Me parece que su catadura moral queda perfectamente definida. ¿De verdad vale la pena escupirse a sí mismo sencillamente para estar más cerca del sol más placentero?

P.- Las informaciones sobre una posible incorporación de Albert Rivera al PP han ido en aumento en los últimos meses. ¿Le sorprendería?

R.- Todo es posible. Pero que una persona que tenía como lema permanente aquello de los ‘rojos y azules’, qué quiere que le diga. Pero no quiero opinar porque aún no ha pasado.

P.- ¿Su fichaje sería un error o un acierto para el PP?

R.- Yo creo que todos deberíamos tener conciencia sobre nuestra propia amortización, ser conscientes de que hemos tenido momentos de mayor impacto en nuestra profesión y asumir que todo ha pasado. En mi caso, por ejemplo, ahora mismo no recomendaría a la mejor agencia de noticias del mundo que me contratara como fotógrafo de guerra.

P.- Es decir, que no recomienda a Pablo Casado tender la mano a Albert Rivera.

R.- Hay un ejemplo muy práctico. Cuando dos mitos del fútbol como fueron Kubala y Di Stefano jugaron juntos en el Español, la imagen fue un tanto triste. Veías a dos personas con chispazos, pero en un cortocircuito permanente. Las viejas glorias están para aparecer en los cuadros. Escucharlas no es malo, porque siempre te dan ideas, pero todo pasa.

P.- Participó en la campaña de las elecciones madrileñas para arropar a Edmundo Bal. ¿Qué pasó para no lograr ni un sólo escaño?

R.- Hay que remontarse a junio de 2019, porque lo que ocurrió fue de una inmensa gravedad. Rivera tomó la disparatada decisión de dejar de ser un partido útil, en la que participó toda la ejecutiva, a excepción de Paco Igea, Luis Garicano y pocos más. Se decidió que era más importante prepararnos para ganar las elecciones cuando el Gobierno Frankestein cayera que ser útiles a España. Si Sánchez hubiese gobernado con nosotros, la ciudadanía habría percibido que éramos útiles. El desastre fue absoluto. Recuerdo que le dije a Villegas [ex secretario general de Cs] que el 10-N con suerte nos quedaríamos en menos de 20 escaños. Me equivoqué, fueron 10. Dependíamos de la credibilidad y la coherencia, y la perdimos por el camino.

P.- La actual dirección no ha conseguido remontar el vuelo de aquel resultado en dos años.

R.- Arrimadas está dejándose el pellejo en unas circunstancias muy amargas y difíciles. Pero el mayor error se cometió en junio de 2019. Se rompió nuestra credibilidad en un momento fundamental y se decidió que era más importante que Albert Rivera ganase las próximas elecciones. Fue una decisión de un infantilismo, de un reduccionismo, de un cortoplacismo, de una miopía y de una pequeñez moral infinita.

La moción de censura de Murcia fue uno de los disparates más descomunales que se han podido realizar

P.- ¿Cree que se han cometido errores después?

R.- Claro. Por ejemplo, no conozco ridículo más importante que el de Murcia. La moción de censura fue uno de los disparates más descomunales que se hayan podido realizar, y a las pruebas me remito. Se intentó pegar una patada en la boca al PP para conseguir absolutamente nada. Pero del pasado se aprende.

P.- Aquella decisión provocó numerosas críticas internas. No fueron pocos los que pidieron la dimisión de Inés Arrimadas.

R.- El partido no está para dimisiones. Y diré más. Aunque mi contradicción con Albert Rivera era absoluta, su actitud en la dimisión fue intachable. Pero yo creo que debería haberse quedado para reformar profundamente el partido y esperar a que cogiese de nuevo rumbo.

P.- ¿Está Ciudadanos condenado a desaparecer?

R.- Rotundamente no. Pero restaurar la credibilidad de un partido no resulta tan sencillo.

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