“Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas”, como sostiene el 5° Objetivo de Desarrollo Sostenible, aprobado en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas… por momentos parece una misión imposible.
Los desafíos son enormes, y se reproducen en todas las clases sociales y por todo nuestro planeta. La feminización de la pobreza es una realidad acuciante: el 70 % de las personas pobres en el mundo son mujeres. Cada día mueren 800 por enfermedades evitables durante el embarazo y el parto. Una de cada tres ha sufrido algún tipo de violencia (física, sexual, psicológica, patrimonial). En el ámbito laboral, tan solo el 1% ocupa cargos directivos, por el famoso “techo de cristal”; percibe un sueldo menor que el hombre por el mismo trabajo (casi un 25% menos en la UE, según la OIT); tiene problemas a la hora de la maternidad, también en la conciliación familiar-laboral (principal razón de la brecha salarial); y es acosada sexualmente.
Este año, la lucha contra la discriminación y el acoso se han manifestado por todo el planeta. (#MeToo, #YoTambién; #QuellaVoltaChe; #NiUnaMenos, #CajadePandora, #BalanceTonPorc). La ONU tomó el testigo con el lema 2018: “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”. La huelga feminista internacional convocada para este 8-M predica: “Si nosotras paramos, el mundo para”. Quiere demostrar que si las mujeres dejamos de realizar todas las actividades, muchas invisibles (trabajo, consumo, y doméstico), el mundo se paraliza y es necesario ponerlo en valor.
Son todos movimientos de mujeres, que movilizan miles de mujeres en todo el mundo…
Sin embargo, todos deberíamos estar implicados en la lucha: hombres, mujeres, sociedad civil, y Estado, como actores fundamentales del cambio (también la Iglesia por su gran peso ideológico).
Paradójicamente, la mujer es la principal educadora y transmisora de valores dentro de la familia. Al parecer educamos a nuestros hijos con “mentalidad machista”, quizás de forma inconsciente, reproduciendo el modelo…
¿Por qué ocurre esto? La desigualdad es un problema complejo arraigado en la vida cotidiana de las familias. Los estereotipos sexistas se imponen desde la infancia. Posteriormente se reproducen en todos los ámbitos (escolar, laboral, político, social, religioso, económico).
Somos diferentes biológicamente, el error es transformar la diferencia sexual en desigualdad social… ¡en derechos!
La construcción social de la desigualdad tiene raíces culturales, no biológicas. Nadie nace discriminando o sometiendo a otro. Se aprende en el hogar, y se reproduce en las instituciones, en los medios de comunicación, en el lenguaje, en las leyes. Es la naturalización de la desigualdad.
Habría que responder ¿Cuál es la ventaja de someter a la mujer? ¿A quién beneficia tener mujeres sumisas, invisibles, empobrecidas?, ¿A quién/es les interesa seguir manteniendo el statu quo?
Hay que trabajar en la educación. Educar, educar y educar de forma igualitaria, respetuosa, tolerante. La educación como instrumento de sensibilización, cambio y potenciación de la autonomía. Un niño que ve que sus padres crecen y cooperan juntos, luego avanza por la vida juntos a la par. Como dijo Gandhi: “Quien educa a un hombre, educa a un individuo, pero quien educa a una mujer, educa a un pueblo”. Somos agentes de cambio, transmisoras de valores, pero termina la manifestación y regresamos al trabajo y a nuestras casas a limpiar, cocinar, cuidar de los hijos, y familiares enfermos.
Los cambios reales vienen desde abajo, pero deben legitimarse desde arriba, desde el Estado. La legitimidad moral, precede, o fundamenta la legitimidad política, que a su vez precede a la jurídica. Hay que trabajar en forma conjunta. Es hora de que los Estados tomen las riendas y ejerzan políticas transversales basadas en la igualdad, tanto en el ámbito educativo, como el laboral. Es hora de que las mujeres eduquemos a nuestros hijos en la igualdad de tareas… porque luego serán iguales los derechos…
El Día Internacional de la Mujer nos invita a reflexionar y comprometernos a educar en la igualdad, superando estereotipos, porque sin igualdad no hay desarrollo sostenible, y todavía queda mucho por mejorar…
FUENTE: ELCONFIDENCIALDIGITAL