Desde la época de la transición democrática se ha producido en España una complicidad de la derecha política con la jerarquía católica y sus organizaciones conservadoras en cuestiones relacionadas con el origen y el final de la vida, los modelos de familia, los derechos sexuales y reproductivos, la teoría de género, la violencia contra las mujeres, la enseñanza de la religión confesional en la escuela, la educación para la ciudadanía, la ley de la memoria histórica, la actitud ante la dictadura de Franco, etcétera. Se ha producido una unidad indiferenciada en sus planteamientos hasta el punto de que resulta difícil distinguir las opiniones de una y otra, ya que ambas se rigen con frecuencia por la más rancia moral católica.

Durante los Gobiernos socialistas, derecha política y jerarquía católica coincidieron en las críticas contra leyes que ampliaban derechos humanos, avanzaban en la separación Iglesia-Estado y defendían la igualdad efectiva y la justicia de género, llevándolas incluso a los tribunales y judicializando así la vida política.

La complicidad con tintes fundamentalistas y reaccionarios ha vuelto a producirse de manera más acusada durante las primarias del PP en el discurso de Pablo Casado. Incluso, nos atreveríamos a decir que en algunos temas el nuevo presidente del PP ha ido más allá de los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal. Veámoslo con algunos ejemplos.

Hace suyo el lenguaje de los obispos y utiliza la expresión “ideología de género” para referirse despectivamente a la teoría de género, dándole una carga negativa y considerándola falsa. La califica de “colectivismo social” que la derecha tiene que combatir poniendo a la persona en el eje de su actividad política. La coincidencia del recién elegido presidente del PP con los planteamientos del conservadurismo católico se produce igualmente en el rechazo al aborto y a la eutanasia. Casado se posiciona del lado de la frustrada contrarreforma de Gallardón, retirada por el propio Gobierno de Mariano Rajoy. De la proposición de ley sobre la eutanasia, admitida a trámite por todo el arco parlamentario hace unas semanas con la sola oposición del PP, dice que es “inadmisible e innecesaria” por los conflictos que genera entre las familias, las Administraciones, los médicos y la sociedad en general. En su cruzada ha contado con el apoyo de la organización de extrema derecha católica HazteOir.

Las declaraciones de Casado sobre la memoria histórica repiten escolar y miméticamente el argumentario del episcopado. Se opone a las comisiones de la verdad porque lo que hacen es “abrir costuras y volver a enfrentar a las dos Españas”. Le parece “absurdo” hablar de lo que pasó hace 40 u 80 años y critica la ley de memoria histórica de Rodríguez Zapatero, porque no aporta nada al futuro y porque es “sectaria”, valoración que coincide con la de los obispos que en su día la calificaron de selectiva y excluyente.

En relación con la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos se pone del lado del prior de los benedictinos. Lo que implica distanciarse de la actitud del presidente de la Conferencia Episcopal y del arzobispo de Madrid, que han renunciado a interferir en la decisión por considerar que se trata de un tema que tienen que resolver el Gobierno y la familia.

Casado afirma que no gastaría un euro en desenterrar a Franco. Así apoya que un templo católico siga siendo un monumento funerario en honor del dictador y que los monjes benedictinos continúen ejerciendo la función de custodios de su tumba. Es una situación que no se produce en ningún país democrático y en ninguna iglesia cristiana.

Frente a la memoria histórica que exige rehabilitar a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, el nuevo presidente del PP prefiere practicar la amnesia e insultar a la gente de izquierdas llamándola “carca”, porque pasa todo el día pensando “en la guerra del abuelo” y “en la fosa de no sé quién”. ¡Qué falseamiento de la historia llamar “guerra del abuelo” al golpe militar de Franco contra la República! ¡Qué falta de piedad para con los asesinados vilmente y arrojados a fosas comunes, a quienes despectivamente califica de “no sé quién”! ¡Qué actitud más miserable hacia las familias que buscan a sus seres queridos arrebatados violentamente!

Casado se declara católico practicante y está en su derecho. Lo que no puede es trasladar sus creencias religiosas a un programa político para toda la ciudadanía.

 

 

FUENTE: ELPAIS