En esta nuestra querida Trimilenaria, a pesar de encontrarnos en plena temporada estival, la actividad continúa, lo que demuestra que es una ciudad llena de vida. Algunas actividades son de índole oficial (regional y municipal), otras las montan colectivos, asociaciones y clubes privados. Por último, hay grupos que se unen de forma espontánea, por ejemplo para dar un reconocimiento a los méritos de personas que han sobresalido por su trabajo.

Lo que relato a continuación pertenece al último grupo de iniciativas. Doscientos invitados, muchos de ellos cartageneros, acudieron a La Cartuja, en la linde de La Unión con Cartagena, para rendir un merecido homenaje a dos policías a los que la ciudad recordará mucho tiempo. Se trata de Alfonso Navarro, que ejerció aquí hasta hace un par de años y después lo ha hecho en Murcia, e Ignacio del Olmo, que le sustituyó hasta la fecha. Ambos han sido nombrados comisarios principales. El primero ejercerá en Barcelona y el segundo, en Valencia.

Navarro es de Caravaca. Tras licenciarse en la Escuela de Ávila estuvo en la Ciudad Condal. En 1996, regresó a Murcia como inspector jefe, puesto en el que estuvo hasta que, en 2007, fue nombrado comisario en Lorca. Luego pasó por Almería, como responsable de la unidad de coordinación, y en 2011 recaló en Cartagena donde sustituyó a otro caravaqueño, José María García Martínez, también gran profesional, que dirigió la comisaría durante 9 años. Navarro permaneció en Cartagena hasta que, en 2014, fue destinado a Murcia donde ha ejercido como alto mando.

En cuanto a Ignacio del Olmo, procede de Madrid. Su primer destino fue la Brigada Antiterrorista en Barcelona. Posteriormente, estuvo en la Unidad de Estupefacientes y se dedicó a la enseñanza de defensa personal, durante nueve años, en la Escuela de Ávila. En 2000 fue destinado como jefe del contingente español en Kosovo y en 2002 fue designado director del Programa de Seguridad de la Presidencia del Gobierno. En 2005 ascendió a comisario, responsabilidad que ejerció en Almería, Murcia y, hasta ahora, en Cartagena.

Esta ejemplar trayectoria muestra lo merecido del homenaje para estos dos comisarios, presidido por el delegado del Gobierno, Diego Conesa. Asistieron el alcalde de La Unión, Pedro López; el jefe superior de Policía en la Región, Cirilo Durán; el coronel de la Guardia Civil, Jesús Arribas, y un sinfín de fiscales, policías, forenses, jueces, empresarios y demás amigos llegados de toda la Región, que llenaron por completo el Salón Maestranza.

Para dar la bienvenida al acto nos obsequiaron con un aperitivo taurino al estilo del propietario, ‘Tutu’, y su encantadora esposa, que se desviven en atender a sus clientes. Empezamos con unas croquetas de rabo de toro y de morcilla de matanza, cucuruchos de quisquilla frita, cazuelitas de migas camperas con tropezones, pinchitos de ternera, palitos de embutido y una degustación de caldero con alioli.

Ya en mesa, tomamos ensalada campera, jamón ibérico y de Parma, rollitos de rape y gambas en salsa de ostras y un sorbete de limón que preparó el terreno para el plato fuerte, consistente en una carrillera de chato murciano al pimentón de la Vera, con patatas a lo pobre y pimientos de padrón. El punto dulce lo puso una exquisita tarta casera de turrón y chocolate. Después llegaron la entrega de los reconocimientos y las emotivas palabras de agradecimiento de los homenajeados.

Durante el tiempo de tertulia que siguió al mundo del hielo, me encontré con dos buenos amigos de Murcia, a los que hacía años que no veía y, aprovechando que estaban en La Manga, quedamos para cenar ese mismo fin de semana en un lugar que, aunque les pueda parecer raro, yo no conocía. Y como la experiencia resultó de lo más satisfactoria, me permito trasladársela.

Se trata del Camarote de la Martinique, situado en los bajos del edificio del mismo nombre, a la orilla del Mar Menor. Tiene una zona de terraza a menos de dos metros del agua, desde la que se escucha el sonido de las olas al romper sobre la orilla, haciéndote sentir como si estuvieses en la mismísima playa. Nada más sentarme, ¡sorpresa!, acude a saludarme el sumiller del local, Manuel Damián Flores, gran profesional del mundo del vino y gran relaciones públicas que nos recomendó un vino que maridaba perfectamente con los platos que habíamos pedido, un Phincas Edición Limitada D.O. Rioja que nos encantó.

En cuanto al condumio, pedimos platos al centro, seleccionados de la carta, plenos de sabor y sin mariconadas. Empezamos con un tiradito de salmonete, limpio de espinas y cortado en finas lonchas que, marcado a golpe de soplete, estaba soberbio. Siguieron unas croquetas de buen tamaño y rellenas de gambas; un pulpo con puré de zanahoria que estaba riquísimo y con una textura perfecta, boquerones marinados y plenos de frescura y sabor y un bonito a la llama, aderezado con diferentes condimentos que lo hacían distinto a todo lo que yo había probado hasta ahora.

A todo esto Alejandro, jefe de sala del establecimiento, demostró que está en todo. Antes del plato fuerte y por propia iniciativa, nos sirvió un ceviche de corvina muy atrayente y sabroso, con su punto justo de lima. Por si todas estas atenciones nos habían parecido pocas, el chef Vicente Hernández salió a comentar el plato fuerte, una parpatana de atún con una elaboración de matrícula de honor, muy rica. Es un plato que, gracias a la selecta materia prima y a una elaboración exquisita, se convierte en todo un lujazo. Para terminar, tomamos variado de fruta natural, por eso de aligerar.

La tertulia final estuvo acompasada por el relajante sonido del mar y unos gintónics que Manolo preparó y que, como todo lo anterior, estaban de nota. Un agradable encuentro con mis amigos Natalio y Álvaro y un gran descubrimiento gastronómico en el Mar Menor, al que voy a colocar como colofón un proverbio africano: «Si quieres ir rápido, camina sólo, si quieres llegar lejos, acompañado». Y mientras tanto, continúen disfrutando de sus vacaciones en nuestra singular Costa Cálida.

 

 

FUENTE: LAVERDAD