(Crónica de JOSÉ JUAN CANO VERA).
Se vive la crispación en la capital del Reino, y aletea como una movida espectacular en la vida política española una crisis institucional galopante. Algo se mueve en la izquierda para dar solidez a un futuro más optimista y tranquilizante. Tengo testigos, amigos de distintas ideologías y viejos compañeros de medios de información que duermen de pie vigilantes como sabias ardillas de papel e imagen de los diarios digitales, como este en donde escribo lo que me apetece y es positivo, como la crítica, el análisis y la información acunada por la reflexión, que llaman los ingleses de «cejas altas». Servidor con cierto acento huertano y retranca.
No soy socialista. Lo saben los mios y los demás. No porque me repela el socialismo, que me agrada como ideología y por su presencia selectiva en la historia de España y del resto de Europa. El problema que tengo con este partido tiene fácil arreglo. Los recambios humanos en la cúpula, salvo la sabiduría innata de Besteiro, muerto ignominosamente en una puta cárcel, después de la guerra, meditando en una tercera España de todos. Fuera las dos de siglos. Y así mismo los quince años primeros de Felipe González a quien voté en dos ocasiones.
Posteriormente el PSOE fue invadido por los caballos de Atila y sus jinetes, aunque le tengo cierto respeto a Rubalcaba, que lo hizo como un caballero cuando el rey Don Juan Carlos abdicó. Habló, opinó y medió con acierto. Se fué, requirió la espada, fuése y no hubo mas que hablar. Me consta que Alfredo Pérez Rubalcaba tiene su leyenda pero no se ha dicho toda la verdad y su papel primordial en la lucha contra el terrorismo etarra e internacional. A nivel regional, siempre sentí apego amistoso por Andrés Hernández Ros, ser humano donde los hubiera. Felipe le envió de asesor prodigioso al inquietante Julio Feo, que me llamó fascista cuando lo desnudé ante el espejo del Diario LINEA. Espejo opaco, no tenia nada del otro mundo. Pero si Carlos Collado Mena, seguramente el mejor presidente que ha tenido nuestra Comunidad Autónoma. Se lo cargó la «banda de los cinco enanos».
Finalmente mi admiración sincera por el ex ministro Pepe Borrell, el único politico español que supo entender el problema tremendo del agua en nuestro país y por supuesto para la región murciana. Su PLAN HIDROLÓGICO NACIONAL, fue lo mejor de lo mejor, pero lo hundieron unos cafres y una cafresa de la derecha financiera de esta nación tan maltratada, y una democracia a punto de naufragar.
Escribo todo este extenso prólogo a propósito de Pedro Sánchez, el nuevo líder del PSOE resurgido. Lo cierto es que no me sentia bien oyéndole hablar con cierto deje venezolano, porque nada bueno se aprende de una dictadura inmadura y cruel. Me importa un bledo si es roja, azul, rosa o violeta.
Hasta este verano no lo veia en la Moncloa, pero tengo a la vista señales de humo y vuelos de palomas mensajeras que me detallan que con el calor ha madurado la sandía socialista, y se observa que el verde ha ido a amarillo por fuera y que la pulpa interior ha mejorado en gusto intelectual. Una sandía cultivada y bien tratada por sus íntimos del exterior más que del interior. Pedro Sánchez ha mejorado en calidad humana e independencia ideológica huyendo de las teorías leninistas, tan rancias como anacrónicas. Es mucho más prudente y menos impulsivo, adecuadamente sosegado como corresponde a un posible líder de Estado.
Opino que Pedro Sánchez puede ser, digo puede ser, el líder europeo de un nuevo socialismo enjundioso, algo asi como una democracia social, una vez fenecida la social democracia erosionada por los años.
Así pues, empieza una carrera el PSOE cuya meta es mirar a todo el país y emprender una serie de amplias reformas sin necesidad de incendiar las calles, traicionar al electorado, patear el cielo o vender el Estado a cuatro locos y viejos nacionalistas travestidos en separatistas, financiados por sectas con turbantes. Todo perfecto, positivo, con posibilidades, pero si ese cambio reformista se hace efectivo región por región, sin ajustes de cuentas ni cerrar los ojos y taparse los oídos.
La escoba, Pedro. La corrupción es poliédrica. No lo olvides. No hay una sola. Pedro o San Pedro o todos juntos debemos de borrar de nuestra memoria aquella frase dura de Unamuno que afirmaba con rotundidad que en «España de cada diez ciudadanos nueve embisten y uno piensa». Este país no puede seguir siendo un ruedo político de sangre y arena.