Una vez, Albert Rivera se pronunció en la tele en contra de los bandos. De haber vivido en la España del 36, se hubiera ido de España “como tantos liberales”, dijo. Pero con su famoso veto al PSOE actualizó la imagen de las dos Españas y él se alineó con una de ellas. Ahora ha decidido levantar ese veto y esmerarse en sus ritos de apareamiento.
“Los votos de Ciudadanos son para que Sánchez no gobierne”, oí decir hace unos días, en distancia corta, a un alto dirigente del partido naranja. Su jefe, Albert Rivera, decía al mismo tiempo en la radio: “Sánchez se ha convertido en un obstáculo, es un lastre, un problema, porque lleva bloqueando España cuatro años y no tiene remedio”.
Con mucha seguridad, ambos descartaban cualquier posibilidad de entenderse con el PSOE, aunque se repitiese la situación del 28-A (los dos partidos sumaban una sobrada mayoría absoluta de 180 diputados en la fenecida legislatura). “Sánchez tiene claro que no quiere y nosotros tenemos claro que no queremos”, decían.
¿Entonces, cómo debe valorarse, a la vista de estos antecedentes, el reciente levantamiento del veto al PSOE para “evitar un nuevo bloqueo” tras las elecciones del 10 de noviembre en el cuarto año tonto de la política nacional?
Contra el sentir de sus votantes y parte de su propio equipo, Rivera pudo y no quiso dotar a España de la estabilidad que reclama a gritos desde 2015
Es la bengala del náufrago, lanzada por un capitán desesperado y con mala conciencia. Culpable de haber puesto el barco al borde del hundimiento con su incomprensible ‘cordón sanitario’ a un partido colindante. El piloto reconoce haberse equivocado de rumbo. La política y la matemática alumbradas en las urnas de abril le señalan como el irresponsable dirigente político que, contra el sentir de sus votantes y parte de su propio equipo, pudo y no quiso dotar a España de la estabilidad que reclama a gritos desde diciembre de 2015.
Lo impidió su apuesta por uno de los dos bloques enfrentados en las urnas, con el objetivo de encabezarlo, a pesar de haber nacido como fuerza equidistante entre la izquierda y la derecha. Es el ‘tercerismo’ fundacional que, al parecer, motiva de nuevo a Albert Rivera. Ahora ofrece su apoyo a los socialistas, empezando por abstenerse o incluso apoyarles en una moción de censura, si Sánchez vuelve a ganar las elecciones.
La novedad es la contrición con efectos retroactivos por el veto al PSOE. La esperanza, que el partido se salve del derrumbamiento que prevén las encuestas
Lo mismo haría con Casado si las gana el PP, pero eso ya iba y ya va de suyo. La novedad es la contrición con efectos retroactivos por el absurdo veto al PSOE. Y la esperanza, que sus votantes le perdonen y el partido aun pueda salvarse del derrumbamiento que anuncian las encuestas, con una pérdida de más de cinco puntos porcentuales. Del 15,9% al 10,7%, según el sondeo de IMOP para El Confidencial.
Ahí muerde el líder del PSOE y presidente en funciones, que se ha puesto sentencioso frente al nuevo bandazo de Rivera. “El pánico hace milagros”, ha dicho Sánchez. Se queda en las causas de la rectificación. Sin entrar en las consecuencias políticas de la misma y sin decir si se acierta al rectificar. Lógico.
Está por ver si los números del 10-N le dan a Rivera el poder bloqueante-desbloqueante que le dieron los del 28-A. O, como me temo, se convierten en la prueba de cargo contra su continuidad en el liderazgo de Cs, después de su inexplicable derechización y haber alimentado el difamatorio relato que se refiere al presidente del Gobierno de la nación como un vendepatrias.