MIGUEL HERNÁNDEZ VALVERDE

 

La respuesta habría que buscarla en la historia, y es que mientras la derecha francesa es bisnieta de la Revolución Francesa, la portuguesa es hija de la Revolución de los Claveles. La española es hija de cuarenta años de fascismo y de una dura dictadura; de hecho, España fue el único lugar de la vieja Europa donde el fascismo triunfó, a diferencia de Alemania o Italia.

Más aún, el Partido Popular fue fundado por un exministro franquista, Manuel Fraga Iribarne, idolatrado todavía hoy en día en las filas populares. Otro de sus máximos dirigentes, José María Aznar, no solo publicó artículos posicionándose fuera de la Constitución, pidiendo incluso su voto en contra, sino que es el ‘padre político’ de los Rato, Matas, Zaplana, Trillo, Casado, Cifuentes, Cospedal, etc., y el protector de las gestiones del 11M, Yak 42 y la financiación popular, sin olvidar aquel vergonzoso proceso de amnistía fiscal que blanqueó a los más corruptos y sinvergüenzas defraudadores que se envuelven con la bandera de España, a propuesta de ministro Montoro del Gobierno Rajoy.

El Financial Times, uno de los medios de comunicación especializado en negocios y economía de mayor prestigio del mundo, al que no se le puede acusar de tabloide populista y comunista precisamente, publicaba que España era de los pocos países del mundo donde la oposición aprovechaba la crisis sanitaria mundial para hacer una política independiente del Gobierno de turno; más aún, incluso hacía una dura crítica contra el expresidente Aznar por desplazarse enmedio del Estado de Alarma a una villa a la costa malagueña.

Estos días hemos visto a la derecha portuguesa y a la derecha francesa en particular y a las diferentes oposiciones en general en el mundo ponerse al servicio del Ejecutivo de turno: «Es hora de remar en la misma dirección», decía un líder francés. En Portugal, el discurso del partido conservador fue una auténtica lección de ética y dignidad; su máximo líder terminó diciendo: «Sus aciertos y sus fracasos serán los de todos los portugueses, mucha suerte en sus decisiones, su suerte será nuestra suerte’

Este pasado Jueves Santo hemos asistido atónitos al ver que en el vacío Congreso de los Diputados, a los líderes de Vox y PP, volvían a poner a nuestros muertos encima de la mesa, y es que no hay nada más rastrero que usar a las personas que han perdido la vida para hacer política. Sobre todo, he sentido vergüenza ajena al recordar a los familiares de las víctimas del metro de Valencia o del famoso vuelo del Yak 42.

Tenemos la clase política que hemos votado, que quizás sea el reflejo de una sociedad que se está dividiendo y cuarteando, y eso también es una mala noticia. España no es un gran país; a veces parece más bien un gran vodevil.