«La Historia es un cementerio de pueblos. España ya huele a crisantemos»

Si Egipto padeció, según el relato bíblico, diez plagas, España por su parte puede reclamar el dudoso mérito de haber superado ese funesto récord registrado allá por las riberas del Nilo hace unos 3.000 años.

 

España todavía parece no haber caído del todo. ¿Pero cuánto tiempo le queda para morder definitivamente el polvo y desaparecer? La degradación de esta vieja nación, mal cuidada, mal gobernada, invadida, traicionada, sigue inexorablemente. Podemos enumerar 12 plagas que la afectan. Y sin duda la lista no es exhaustiva.

 

1- Inmigración masiva que modifica el milenario paisaje antropológico. Estamos viviendo una colonización de poblamiento que corre el peligro de desembocar en una sustitución de población, y llevar al fin de España en el terreno antropológico, cultural y hasta lingüístico (¿Qué presencia tenía el árabe en España hace apenas dos décadas?, ¿Cuál es ahora la situación?). Esa colonización es, en el mejor de los casos ignorada, en el peor de los casos favorecida («efecto llamada» por las ayudas y los subsidios a los inmigrantes, inexpulsabilidad, regularizaciones, naturalizaciones, reunificaciones familiares, etc…) por las élites políticas, con la complicidad del sistema judicial.

2- Islamización de la sociedad que trastoca la identidad cultural y que tiene como finalidad, conforme a la lógica universal del islam, la conquista total del país (o la recuperación, según la óptica musulmana, de un país que ya conquistaron una vez y que llamaron Al-Andalus). Esto es favorecido por la ceguera y la negación, incluso la complicidad colaboracionista, de las élites, asistidas por su servicio doméstico (medios de comunicación, «intelectuales», artistas, ONGs y saltimbanquis varios sin oficio conocido). La profunda ignorancia de la naturaleza del islam es el telón de fondo del sistema mental de nuestros dirigentes políticos y mediáticos.

 

3- Economía estatizada, socializada, endeudada, fuertemente fiscalizada, una auténtica fábrica de paro masivo, de desindustrialización y de recesión endémica. Todo ellos con una merma del nivel de vida de las clases medias, el empobrecimiento brutal de las clases asalariadas, la degradación de la productividad y de la competitividad del tejido económico de las pymes, único creador real de riqueza y de empleo, y peso cada día más costoso de las administraciones públicas particularmente pletóricas en España (Estado de las Autonomías, ejército de funcionarios, etc…). A los dirigentes españoles, al ser la mayoría de ellos funcionarios o políticos de «carrera», les es díficil entender el funcionamiento de la economía real, es decir de los que se ganan la vida produciendo. Los parásitos no entiende eso de ganarse la vida haciendo algo real a cambio de lo que obtienen.

 

4- Sistema sobredimensionado de una enseñanza pública en pleno fracaso, que no asegura ya la transmisión del saber y la cultura europea, ni permite en las condiciones actuales la ascensión social y la circulación de las élites. La enseñanza de la historia de España es denigrada, saboteada, falseada. Estamos en plena deculturación, desarraigo y apología de las culturas inmigrantes. Únicamente la enseñanza privada (y de pago) reservada a las clases pudientes, mantiene un nivel aceptable en ciertos ámbitos. La enseñanza pública gratuita sólo produce iletrismo e ignorancia a un coste muy elevado (ver los informes PISA de los últimos años). España va camino de africanizarse en este tema como en tantos otros.
 
5- Fuga acelerada al exterior de los cerebros, de las fortunas, de los jóvenes. Más de dos millones de españoles viven en el extranjero, y el éxodo no decae, sino que se acelera. Centenares de miles de jóvenes diplomados han salido del país en estos últimos años en busca de un trabajo, mientras que en ese mismo periodo de tiempo otros muchos cientos de miles de extranjeros analfabetos y con un QI muy bajo han llegado con la intención de no dar marcha atrás. Estos nuevos emigrantes buscan escapar a la falta de oportunidades en España, algunos también a una fiscalidad desorbitada. El trabajo y las inversiones de estos compatriotas es una pérdida total para España y una ganancia neta para los países que los reciben. Aquí quedaremos entre pobres. Pero la casta política no se preocupa por eso: de momento sus miembros viven de nuestros impuestos y piensan que eso durará eternamente. Y si no, ya tienen colocados sus «ahorros» (lo que han logrado sustraer de una manera u otra al país) en cualquier paraíso fiscal, por si las moscas.

 

6- Criminalidad, delincuencia e inseguridad en aumento cuantitativo y en extensión geográfica constantes (primero los grandes centros urbanos, después las aéras rurales, hasta las aldeas más remotas) que degradan el marco vital de los españoles. Las dos causas son la inmigración descontrolada y el laxismo judicial (que en la práctica puede actuar como cómplice y acelerador del fenómeno de la criminalidad y del asalvajamiento creciente de la sociedad) provocado por la ideología izquierdista de la magistratura (adoptada hasta por la derecha parlamentaria) y apoyada por las instancias de la UE. Cuanto más crece la criminalidad extranjera en cantidad y violencia, menos se la reprime. Esa es la nueva «democracia» y la ideología de los «Derechos Humanos», que son en realidad máquinas de guerra contra el pueblo autóctono. A eso hay que añadir el fenómeno del terrorismo islámico en crecimiento desbocado, sin que esa bomba de relojería parezca inquietar demasiado a nuestras autoridades, que se conforman con recordarnos de tanto en tanto que hay que estar vigilantes y aprender a vivir con el miedo (y hacer acopio de ositos de peluche y velas de colores para las ceremonias de indignación y luto por las muertes a manos de los cortadores de cabezas). Ya pondrán las autoridades cara de circunstancias cuando deban dar el pésame por las víctimas de los próximos atentados. Que no faltarán, y no serán pocas.

 

7- Degradación de la respuesta judicial a la criminalidad, lo que provoca como corolario paradójico el endurecimiento de la represión contra los españoles de origen. Dos varas de medir, en todos los aspectos: tolerancia hacia el extranjero, severidad contra el ciudadano español de a pie. La criminalidad de los inmigrantes es objetivamente protegida y fomentada por el Estado español, mientras que los medios colaboran en esta empresa de justificación y minimización de la envergadura y gravedad de la criminalidad de origen extranjero. La Policía, desmoralizada y desmotivada, y además desbordada, se vuelve poco a poco inoperante y se corre el riesgo de ver aparecer a la larga milicias de autodefensa populares, brutales y efectivas. El ejemplo de otros países, en que los ciudadanos abandonados por los poderes públicos frente a las agresiones y el salvajismo de poblaciones de origen extranjero, acaban por organizarse en grupos de autodefensa, terminará por encontrar imitadores entre nosotros.

 

8- Quiebra de una sanidad pública manifiestamente insuficiente en medios y recursos, tanto humanos como materiales, para hacer frente al aumento de la población debido a la inmigración y la aparición de nuevas enfermedades desconocidas hasta ahora en España, o la reaparición de enfermedades ya erradicadas en décadas anteriores, llegadas en las alforjas de la inmigración actual. Los úlimos episodios de esa nueva realidad, con la irrupción del virus Ébola y el Zika, son los ejemplos más dramáticos y peligrosos de los posibles escenarios de sanidad de nivel tercermundista a los que nos estamos asomando. Los recortes sanitarios y las nuevas enfermedades nos están llevando a situaciones que nos situán fuera del mundo desarrollado y del propio siglo en el que vivimos según el calendario. Con la continua llegada de masas de inmigrantes y «refugiados» fuera de control aparecerá el paludismo, el cólera y otras enfermedades medievales que creíamos cosa del pasado (sarna, tuberculosis, enfermedade exóticas…).

 

9- Libertad de expresión en declive y emergencia de un poder represivo neototalitario que busca castigar o marginalizar a las opiniones disidentes. La religión ideológica del Estado, monopolística y monolítica, es intolerante para quienes defienden las identidades española y europea, y tolerante para quienes las combaten. Estamos de lleno en la lógica etnomasoquista y del síndrome del colaboracionista, presente en amplios sectores de la sociedad española, sobre todo en las élites gobernantes y en su servicio doméstico mediático. Los grandes medios de comunicación (televisión, prensa escrita y radiofónica…) están sometidos a lo políticamente correcto, y todos practican, salvo raras excepciones, la censura y la represión contra toda opinión contraria al credo en boga. España está muy bien colocada en la jerarquia de los países que reprimen la libertad de expresión pública y combaten la diversidad de opiniones en la esfera de la sociedad.

 

10- Mediocridad de la clase política, tanto de la derecha como de la izquierda. La explicación es simple: se trata casi en su totalidad de incompententes que hacen carrera. Sólo hace falta dar un repaso a la grotesca galería de ministros y ministras que los españoles venimos soportando desde hace varios gobiernos para comprobarlo. La mayoría de nuestros políticos son funcionarios sin más historial laboral que su paso por la politiquería de bajo nivel. Las élites gobernantes están divorciadas de las realidades del país. Les falta, por regla general, dos cosas esenciales: 1) el amor a su país, a su patria, de su dimensión histórica y cultural, y 2) la competencia, sobre todo en materia económica, reemplazada por dogmas ideológicos. Globalmente, la carrera polítitica no atrae ya a las verdaderas élites, sino a los trepadores y a los intrigantes. La clase política reúne en su seno lo que podríamos llamar simplemente «escoria social».

 

11- Derrumbamiento de la creatividad cultural. La «cultura» oficial, generosamente subvencionada por el Estado paquidérmico, es un fracaso, una impostura, un asco. Sólo hay que ver las películas españolas financiadas por TVE con el dinero de los contribuyentes. Es sólo un ejemplo. Hay cosas aún peores. Subvencionar la cultura es matar a la creación, funcionarizarla, y en definitiva ponerla bajo control y someterla a la dominación sectaria de la ideología vigente. Los resultados de la cultura subvencionada y puesta al servicio de las distintas familias de la casta gobernante (cada cual en su feudo particular: Estado, autonomías, ayuntamientos, etc…) son desastrosos, muchas veces repugnantes, casi siempre patéticos. Culturalmente, España se está convirtiendo en un páramo. Sólo basta repasar mentalmente la lista de los artistas españoles actualmente en boga (y su insultante mediocridad) para darse cuenta de la gravedad del hundimiento también en ese sector.
 
12- Debilidad demográfica de la España europea. Tenemos unos ocho millones de extranjeros, más un millón largo de naturalizados en los últimos 10 años, muchos de ellos de origen extraeuropeo. Algunos se felicitan del repunte demográfico de España, sin querer darse cuenta que nunca es la cantidad de sus habitantes lo que hace la grandeza de un país (o que simplemente lo hace funcionar), sino la calidad de los mismos. La reproducción de los españoles autóctonos no asegura actualmente la renovación de las generaciones. Y la natalidad de los inmigrantes nos garantiza una bajada a los infiernos social, económico, cultural y espiritual típicos de las degradadas comarcas de donde provienen generalmente estos inmigrantes. A la propaganda y las medidas antinatalistas del Sistema, hay que añadir la moda de las adopciones tercermundistas. Los nuevos mercaderes de carne humana ahora compran niños de color en los mercados mundiales. Pues que nadie se equivoque, se trata de eso. Antes, los negreros compraban seres humanos en pública susbasta, ahora sus legítimos herederos compran seres humanos hasta por Internet (a veces simplemente los alquila: vientres de alquiler de mujeres pobres del Tercer Mundo).

El declive demográfico del pueblo español es el punto más importante de este diagnóstico, la llaga más inquietante, la herida más sangrante. Un pueblo, una nación, no son abstracciones, «ideas», conceptos. Por el contrario son realidades tangibles, físicas, enraizadas en el tiempo y el espacio, es decir étnicas. Los pueblos son ante todo tradiciones, memorias, culturas. Eso significa, en términos de realismo biológico, que un pueblo que no se reproduce (y hacemos todo para que eso sea así, legislando para favorecer el aborto en toda ocasión, por ejemplo) y que además enfrenta un flujo migratorio mucho más prolífico, se sitúa en la pendiente de su desaparición. «La Historia es un cementerio de pueblos. España ya huele a crisantemos».

 

FUENTE: YOLANDA COUCEIRO MORÍN, LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO