JOSÉ ANTONIO BRAVO

 

La crisis económica provocada por la pandemia de la Covid-19, con los meses de confinamiento y una ‘nueva normalidad’ que tardará bastante en recobrar niveles cercanos a los anteriores, ya ha dejado sus primeros hitos negativos. La caída del -5,2% en el Producto Interior Bruto (PIB) de enero a marzo es la mayor para un trimestre en la serie histórica del INE (arranca en 1970), el desplome del -33,6% en la producción industrial en abril fue el más grande desde, al menos, 1976, y también el sector servicios ha sufrido su descalabro más notable.

Mirando en perspectiva, hay que remontarse hasta la Guerra Civil para encontrar un desplome similar –en su peor escenario, si hay rebrote del coronavirus, la Autoridad Fiscal (AIReF) estima que el PIB caería en 2020 un -11,8% y el Banco de España cree incluso que el -15,1%–. En concreto, en 1936 –comienzo de la mayor contienda militar en el país–, la economía se hundió un -19,5%, y en términos de PIB per cápita lo hizo incluso un -24,5%.

La estadística reza que España tardaría 17 años en recuperar el nivel de riqueza anterior. De hecho, en 1944 y tras una crisis agraria importante, sufriría otro bajón brusco de su PIB per cápita (-8,6%). Sin embargo, si exceptuamos los condicionantes bélicos, hay que remontarse hasta el siglo XIX para encontrar desplomes económicos similares en proporciones al que se espera en 2020.

El precedente más antiguo sería 1868, con una caída del 12,6% en el PIB per cápita por una crisis bancaria eminentemente nacional. Tres décadas después, en 1895, el descenso fue del 9,9%, también por una mala situación financiera –aunque en este caso se debió más a la influencia europea– y, además, una crisis sanitaria en el campo, la filoxera que arrasó con las vides. Entonces, se tardarían tres años en recobrar el nivel previo, los mismos que se prevén respecto a la crisis actual.

Sendos libros sobre la historia económica española –’Spanish Economic Growth, 1850-2015′ y ‘Crisis económicas en España 1300-2012’– muestran cómo, en realidad, el país ha ido tropezando casi siempre con la misma piedra en lo que a crisis se refiere. Así ha venido ocurriendo desde la lejana gran depresión medieval del siglo XIV, emblematizada por la Peste Negra de 1348-1352, hasta la reciente gran recesión de la segunda globalización (2009-2013), que se saldó con una pérdida acumulada del 9% en el PIB.

Un «optimismo frágil»

Sí hay una enseñanza común en las crisis económicas de los últimos siete siglos: que casi siempre vinieron precedidas de una expansión «a la que no se veía final» y de un «optimismo frágil», donde se pecó de «exceso de confianza», explica Vicente Pinilla, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza. Y también ahora algunos recuerdan la oportunidad perdida del último sexenio de expansión (2014-2019) para realizar reformas estructurales que agradecería hoy el país y, además, reducir una deuda pública que en 2007 –el final de la última «edad de oro» de crecimiento que comenzó en 1986, con la entrada en la CEE primero y el euro después como hitos, solo rota por la crisis de 1992-1993– rondaba el 60% del PIB y al cierre de marzo pasado llegaba ya casi al 98%.

Mauro Hernández, profesor de Historia Económica de la UNED e impulsor de uno de esos libros, abunda en la idea de que «no saber atajar a tiempo los desequilibrios existentes» fue la perdición de los sucesivos gobiernos de aquellas épocas, cuyas consecuencias pagó todo el país. «Malos tiempos y calamidades» por la «tardanza» en tomar las decisiones económicas correspondientes, refrenda Francisco Comín, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Alcalá. «Pasó en la gran depresión de los 30, en la crisis de los 70 y en la última recesión». Aunque advierte que, «en realidad», el país ha salido de las crisis «cuando se ha recuperado la actividad económica internacional».

A las crisis con importante componente industrial y de larga duración, los expertos las llaman «cisnes negros». El primero se dio en el siglo XVII (1580-1690), por la creciente deuda real y una dura negociación con los acreedores. La última, hasta hoy, fue con la depresión del euro (2001-2012).