ENRIQUE CLEMENTE
La hipótesis de la repetición electoral ya no es una entelequia. Ni Sánchez ni Iglesias parecen dispuestos a quedar como el gallina en el juego suicida en el que están compitiendo. El primero solo contempla gobernar en solitario, siguiendo las vías portuguesa y danesa; el segundo quiere ser ministro a toda costa, porque cree que sería su salvación política. Sánchez está convencido de que unas nuevas elecciones le favorecerían. A Iglesias parece darle igual que le perjudicaran. Han llevado las cosas al extremo de que cualquiera que rebaje su órdago será visto como humillado por el otro. Pero los cálculos electorales los carga el diablo. Los politólogos coinciden en que el PSOE subiría, pero también el PP, que acapararía el voto útil de la derecha, a costa sobre todo de la ultraderecha. En las últimas elecciones los bloques de izquierda y derecha quedaron igualados. La distribución provincial y D’Hondt favorecieron a Sánchez. Ahora, la amenaza de Vox, que tanto movilizó al electorado socialista, se percibe como menor y contaría el hartazgo de una parte de los votantes si hay llamada a las urnas. Es decir, más abstención, lo que suele perjudicar a la izquierda. Las tres derechas podrían sumar y ya se ha visto que cuando existe esa posibilidad se ponen de acuerdo por más teatro que le echen. En el PP han entendido el escenario político. Un año después de su elección, Casado, tutelado por los barones, ha cambiado radicalmente de estrategia, rebajado el tono y aparcado su hiperactividad inicial, y espera agazapado a que Iglesias le haga el trabajo y se repitan las elecciones. Tendría otra oportunidad de ser presidente o, al menos, de asestar un golpe decisivo a Rivera y situarse como líder indiscutible de la oposición.