La política se ha vuelto tan imprevisible como el mundo. Pero ellos –los partidos– siguen usando las encuestas, ya no como fuente de información, sino como instrumento político para trazar estrategias. Y eso que hay ejemplos clamorosos a lo largo y ancho del planeta de que no son infalibles. EEUU, Reino Unido, Andalucía…. Muchas son las muestras de que los vaticinios de la demoscopia pueden caer en saco roto, bien porque no se lean correctamente, bien por la cada vez mayor volatilidad del voto. Al fin y a la postre, no son más que eso, radiografías de un momento concreto, y no una ciencia exacta capaz de «clavar» los resultados electorales.

Pese a todo y ante el fracaso de la negociación de la izquierda para un Gobierno progresista, ya hay sondeos de todos los colores y tendencias que estudian minuciosamente en las sedes de todos los partidos. También en La Moncloa. Y, a tenor de los últimos datos que se manejan sobre la muestra recabada en la primera semana de septiembre, a la vuelta de vacaciones, lo que creen en la Presidencia del Gobierno es que si el 10 de noviembre los españoles vuelven a las urnas, el PSOE registrará un ligero aumento en intención de voto que le haría ganar un puñado de escaños –entre y 5 y 8 más de los que tiene ahora– pero seguiría necesitando a Unidas Podemos y al PNV para sumar mayoría. La clave, apuntan las fuentes consultadas, está en que ya no sería necesario el apoyo o la abstención de los independentistas para sacar adelante la investidura.

Si esos pronósticos se cumplen o no se sabrá cuando se abran las urnas, pero no depender de los votos del independentismo no es baladí para Pedro Sánchez, teniendo en cuenta que la derecha ha convertido Cataluña, el 1-0, los posibles indultos a los líderes del procés y la aplicación de nuevo del artículo 155 para suspender la autonomía en uno de sus principales argumentos de oposición contra el presidente del Gobierno en funciones.

La suma de PSOE, Unidas Podemos y PNV, según los datos que arrojan esos sondeos recién hechos, sería suficiente para sacar adelante una investidura, la experiencia de la negociación frustrada durante las últimas semanas ha llevado a los socialistas a confiar más en una futura abstención del PP para gobernar en solitario. La misma que el presidente ha venido pidiendo a los de Casado y los de Rivera desde el 28 de abril sin demasiado éxito y que, sin embargo, los socialistas verían más cerca tras una segunda vuelta porque consideran que el PP tendría muy difícil escapar de ella.

Le ocurrió al PSOE en 2016 y en el cuartel general de los socialistas sostienen que es lo que se espera de un PP responsable y con sentido de Estado si finalmente hay una repetición electoral. Retomar una negociación con los de Iglesias, después del deterioro de las relaciones entre sendos partidos, no está en sus planes a medio plazo aunque el tablero electoral resultase prácticamente idéntico al que arrojaron las urnas hace cinco meses. Al mismo tiempo, los socialistas defienden que el PP no ha sentido la presión que el PSOE soportó hace tres años y medio para que con su abstención facilitaran el gobierno de Rajoy en aras de una supuesta estabilidad política e institucional. «Nosotros vivimos la crisis más cruenta de cuantas ha tenido el PSOE en democracia. Nos abrimos en canal, dimitió el secretario general, una gestora asumió las riendas del partido… y aún hoy todo ello está en el recuerdo de la militancia y los cuadros», defiende uno de los barones socialistas que vivió aquél cisma en primera línea.

La fluida relación entre Pedro Sánchez y Pablo Casado no ha hecho más que disparar las especulaciones sobre una supuesta entente tácita para resucitar el bipartidismo, lo que no quiere decir que el presidente del PP haya interiorizado en este momento que lo que le corresponda sea dejar gobernar a la izquierda. En la sede de los populares niegan la mayor y dicen no estar por la labor ni ahora ni después de una segunda vuelta, si la hubiera: “No nos pueden pedir responsabilidad cuando sólo a Sánchez y su irresponsabilidad se puede atribuir esta situación de bloqueo”.

Aunque en Moncloa esperan rentabilizar en votos los errores que atribuyen a Iglesias a quien ven atado al mástil de un barco a la deriva que es Podemos, en el PSOE no lo tienen tan claro y temen que el castigo de una parte del electorado tras el fracaso de las negociaciones no sea cambiar de siglas, sino refugiarse en la abstención. Cualquier cálculo puede ser arriesgado porque el hartazgo y la apatía que hoy están instalados en el cuerpo electoral no garantizan en absoluto que la izquierda en su conjunto vaya a sumar más votos de los que cuenta ahora.

Con la tendencia a la baja de Ciudadanos, que en las encuestas anota un riesgo cierto de despeñarse en favor de un desplazamiento claro de su electorado hacia el PP, Casado –que también recuperaría parte de los votos que se le marcharon a VOX– podría sumar en torno a 20 diputados más de los 66 que tiene ahora y que le darían el liderazgo claro en el bloque de la derecha. Esto además de una consolidación de su posición interna dentro del partido. Un gesto de magnanimidad en esas circunstancias le haría crecer enteros dentro y fuera del partido. Ese es el cálculo de los socialistas. Lo que venga, está por ver. Dependerá de los resultados de Ciudadanos y Podemos. Ninguna de las dos formaciones, de momento y pese a su cotización a la baja, está en riesgo de desaparición, pero el objetivo del bipartidismo es convertir a ambos en sinónimo de inestabilidad.

 
 

FUENTE: ELDIARIO