Tan fulgurante es el ascenso del PSOE en los sondeos tras el éxito de la moción de censura que derribó al aparentemente incombustible Rajoy, que el Barómetro del CIS publicado el pasado jueves sobrevaloró ese fenómeno, otorgándole al partido de Pedro Sánchez un exagerado 31,6% de los votos, en agudo contraste con las encuestas de organizaciones privadas, que reflejaban una caída de la intención de voto socialista tras los escándalos que salpicaron al Ejecutivo, como el que causó la dimisión de la ministra de Sanidad, Carmen Montón.
Sánchez sí que consolida su liderazgo en los sondeos, y el PSOE se afianza como primera fuerza política, pero ni mucho menos con la ventaja de más de diez puntos sobre el segundo que le atribuyó el Centro de Investigaciones Sociológicas. Tampoco ostentará Ciudadanos ese segundo puesto en votos, como estimó el CIS, aunque sí quedará prácticamente empatado con el PP.
Estas son las estimaciones del Observatorio Continuo para Público de Key Data Estrategia Electoral –basadas en el desk research de los más importantes sondeos recientes, incluido el de octubre del CIS–, y elaboradas por el equipo del anterior gabinete Jaime Miquel & Asociados [*].
Según ese análisis ponderado de todas las encuestas publicadas, el PSOE ganaría hoy claramente unas elecciones generales adelantadas (obteniendo 105 escaños, 20 más que hace dos años), aunque para conseguir la investidura necesitaría –además de a Unidos Podemos (con 56 diputados)– el apoyo de nacionalistas catalanes y vascos, tal como se puede ver en el hemiciclo parlamentario que encabeza este artículo.
A la coalición PSOE-UP le faltarían 15 votos para la mayoría absoluta, y las combinaciones posibles necesariamente habrían de incluir al PNV, puesto que todos los diputados catalanes sumarían 14 y es muy poco probable que Coalición Canaria aceptase agregar su escaño a los del ERC de Oriol Junqueras y el PDeCAT de Carles Puigdemont para alcanzar los 176 votos en la Cámara de 350.
En cualquier caso, la tabla completa de resultados, que se muestra a continuación, revela que se consolida el multipartidismo, poniendo de manifiesto un escenario nuevo en el que los partidos van a tener que ponerse de acuerdo para formar Gobierno:
Un Partido Popular en pleno naufragio electoral
De esta tabla quedan dos cosas muy claras: la división del Congreso de los Diputados en cuatro grandes partidos capaces de formar coaliciones de gobierno ya se ha consolidado; y el recambio electoral en la derecha del PP por Ciudadanos es irreversible. A pesar del notable descenso de la participación en siete puntos, la formación de Albert Rivera gana 42 escaños y casi 2,5 millones de votos, de los que 1,6 millones se los ha arrebatado a un PP en pleno naufragio: el partido de Pablo Casado pierde más de dos millones de electores y 45 escaños porque, además, 800.000 de los que lo votaron hace poco más de dos años han pasado a engrosar, decepcionados, las filas de la abstención.
Por supuesto, el «efecto Sánchez» se mantiene meses después del inesperado triunfo de la moción de censura que barrió a Rajoy, y el PSOE aumenta sus votos en más de un millón, de los que unos 600.000 se los quita a Unidos Podemos. Por tanto, la formación de Pablo Iglesias pierde 15 escaños y sólo sus ganancias entre los más jóvenes –los que acaban de cumplir 18 años– limitan su pérdida total de votantes a unos 430.000.
Aun así, la anterior oleada del Observatorio Continuo de Público, el pasado agosto, reflejaba pérdidas todavía mayores para la formación morada: Podemos estaba un millón de votos y 4,3 puntos por debajo de sus resultados en 2016.
Por autonomías, el Partido Popular sufre su mayor sangría de escaños en Andalucía, Castilla y León, y Madrid, justamente las comunidades donde más crece el número de diputados de Ciudadanos. El partido de Rivera aumenta su representación en casi todas las comunidades, excepto en el País Vasco, Cantabria, Rioja y Murcia, tal como se puede apreciar en el siguiente gráfico interactivo (pasando el cursor sobre las barras aparecen cifras y datos):
Por su parte, las pérdidas de Unidos Podemos están muy repartidas, salvo en Castilla y León, donde se quedaría sin sus tres escaños actuales. Y el PSOE también crece de forma bastante homogénea por comunidades, salvo su aumento de cuatro diputados en Andalucía, donde volvería a situarse primero en unas generales por el tremendo hundimiento allí del PP, que perdería 10 diputados, casi la mitad de los que obtuvo en 2016.
El PDeCAT perdería cinco de sus ocho diputados actuales, mientras ERC ganaría dos hasta llegar a once
En cuanto a los partidos menores, lo más notable es, previsiblemente, la convulsión política en Catalunya, donde el PDeCAT –renombrado Junts per Cat y, ahora, Crida per la República– del exiliado Puigdemont perdería a 280.000 de los 480.000 catalanes que lo votaron en las pasadas generales, desplomándose de 8 a sólo 3 diputados en la Carrera de San Jerónimo. En cambio, la Esquerra Republicana de Junqueras –cabeza de lista desde prisión para las próximas elecciones europeas– ganaría 160.000 nuevos votantes y alcanzaría los 11 parlamentarios en Madrid.
En este reasentamiento electoral casi sísmico de los partidos en el Congreso de los Diputados, el PNV sufriría un tremendo desgaste, al perder la mitad de su base electoral y quedarse con sólo cuatro diputados. Y el otro mini-terremoto sería la entrada por vez primera de un partido ultraderechista en las Cortes Generales: el Vox de Santiago Abascal obtendría un escaño por Madrid. Aún así, la suma de los diputados derechistas (PP+C’s+Vox) disminuiría en dos, con respecto a los 169 que Rajoy y Rivera reunieron en 2016.
Pero no hay que olvidar que en las anteriores oleadas del Observatorio Continuo de Público la extrema derecha de Vox atraía a medio millón de votantes –en vez de los 380.000 que ahora estima Key Data– y conseguía dos diputados en el Congreso, ambos madrileños. Así que los esfuerzos de Casado por disputar a Abascal el espacio ultramontano parecen estar teniendo algún éxito… si es que se puede llamar así semejante deriva extremista del PP.
Entre Casado y Abascal parece quedar ya sólo una diferencia: el segundo querría acabar con la España de las autonomías, suprimiendo las comunidades en una nueva reconquista de las nacionalidades que, de momento, Casado no comparte.
FUENTE: PUBLICO