Hace unas semanas, Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, intentó quedar a cenar con los diputados de Ciudadanos José Manuel Villegas y Miguel Gutiérrez para, de forma discreta y como ha hecho en otras ocasiones, recuperar las relaciones y parar la hostilidad entre ambos partidos. Se encontró con un no que le sirvió para constatar que la brecha es más profunda que un simple movimiento estratégico de diferenciación.
La sima no ha parado de crecer con hechos concretos, más allá de las declaraciones que buscan incomodar al otro, de forma que la relación entre socios de investidura se convierte ya en imposible de salvar, con el reproche mutuo de haber empezado antes y la plena coincidencia de buscar la muerte (política) del otro.
El Gobierno actuará con sus propias iniciativas y al margen del pacto de investidura que dan por roto
“No es posible ser socio de alguien si lo que buscas es solo destrozarle, por encima de cualquier otra cosa”, asegura un dirigente del PP que explica que es el mensaje que estuvo implícito en la reunión del lunes de Mariano Rajoy con sus barones regionales. De ese convencimiento ha salido un cambio de estrategia basado, por ejemplo, en no renunciar a presentar iniciativas sin pactarlas previamente para evitar perderlas como se hacía hasta ahora y asumir que sean los demás los que paguen el coste de oponerse. Ahora el Gobierno actuará con sus propias iniciativas y al margen del pacto de investidura que dan por roto. Si Ciudadanos quiere presentar algo que se arriesgue a perder, incluso aunque estuviera incluido en el pacto de investidura.
Y sale también una estrategia electoral para intentar consolidar su voto tradicional y frenar la sangría hacia Ciudadanos a corto plazo, para más adelante intentar el asalto al electorado del partido de Albert Rivera, según fuentes del PP. La estrategia del PP se cruza con la de Ciudadanos, según explica el entorno de Rivera, precisamente, porque los dos partidos pugnan por la hegemonía en el centro derecha, pero con fortalezas y debilidades opuestas.
Explican que, tal y como muestran las ‘tripas’ de la última encuesta del CIS, el PP tiene un voto rural, de mayor edad y con menor formación. El de Ciudadanos es urbano, joven y con estudios superiores.
De acuerdo con ese sondeo oficial, la franja de edad en la que Ciudadanos tiene más votantes es la de los que tienen entre 25 y 34 años, mientras que solo el 12% de los que dicen apoyarles tiene más de 55 años. El votante del PP es justo lo contrario: el 67% tiene más de 55 años, mientras que solo el 19% está entre los 25 y los 34 años.
La brecha generacional que separa a los dos partidos, lógica entre el nuevo y el tradicional, es evidente en esos datos y es también muy visible, aunque algo menor, en la que separa al PSOE y a Podemos, los partidos clásico y nuevo, respectivamente, de la izquierda. Los cambios llegan siempre antes a las grandes ciudades, nuevas generaciones y votantes con estudios superiores.
La otra brecha es la geográfica, la que hay entre el mundo rural y el urbano. Así, el PP tiene el 38% de sus potenciales votantes en municipios de menos de 10.000 habitantes, mientras que el 47% de los de Ciudadanos está en ciudades de más de 400.000 habitantes.
Y atendiendo a la brecha de formación, el mayor porcentaje de votantes de Ciudadanos se sitúa entre los que tienen estudios superiores con el 27%, mientras que la del PP está en los que no tienen estudios o sólo primaria, con el 57%.
El PP tiene el 38% de sus potenciales votantes en municipios de menos de 10.000 habitantes. En CS, el 47% está en ciudades de más de 400.000
Otro de los criterios que, según los dos partidos, marcan sus estrategias frente al otro es el del espectro ideológico al que se dirigen y dónde tienen su electorado más fiel. En este punto, el de Rivera tiene más posibilidades de crecimiento potencial, por ser más transversal y por estar situado casi en el punto ideológico en el que se sitúa la mayoría de los españoles. Ciudadanos puede crecer hacia la derecha compitiendo con el PP y hacia el centro izquierda restando votos al PSOE y en autodefinición de sus votantes está un poco más a la derecha de dónde se sitúa la mayor franja de españoles.
Con esas coordenadas, el PP busca primero consolidar su voto tradicional pensando en las elecciones municipales y autonómicas de 2019 y con ese objetivo formula en estos meses sus propuestas, aún a riesgo de que sean rechazadas en el Parlamento por falta de apoyo. En esa pugna ideológica se sitúa la iniciativa para ampliar la prisión permanente revisable, los anuncios sobre la inmersión lingüística en Cataluña o la dureza contra e PNV. Y se esperan otros gestos para marcar sus propios perfiles como una previsible salida de Ciudadanos de la comisión territorial del Congreso, como ya hizo de la del pacto de la Justicia y como hace estas semanas con el intento de buscar un acuerdo sobre RTVE.
De cara a esos comicios municipales, esas fortalezas que conserva el PP le pueden servir para ganar en cifra global de concejales y alcaldes, pero le pone en grave riesgo en la imagen de derrota que puede transmitir no ganar en las grandes ciudades donde muestra sus debilidades, precisamente, en los lugares visibles que quiere asaltar Ciudadanos.
Fuentes del PP muestran su preocupación, por ejemplo, por las dificultades que les suponen los casos de corrupción en Madrid, avivados por esos motivos por Ciudadanos, dando credibilidad a las denuncias de Francisco Granados contra Cristina Cifuentes y permitiendo sus comparecencias en el Congreso.
La otra preocupación de destacados dirigentes del PP se centra en la brecha generacional y se traduce en la presión para proceder a una importante renovación de los candidatos para las elecciones de 2019. Pretenden que Rajoy acceda a designarlos antes de junio, con tiempo suficiente hasta los comicios.
De los estudios cualitativos que manejan los partidos se deduce también la imagen más tradicional del PP, frente a la más moderna de Ciudadanos. En el primer caso ayudado por la propia personalidad de sus líderes.
Todos los ministros explican estos días que han recibido la orden de salir mucho en los medios, precisamente para convertir en fortaleza de capacidad de gestión lo que esos estudios muestran como debilidad, es decir, por falta de renovación y tiempo en los cargos. Es lo que una ministra llama “vender los éxitos silenciosos”.
Cs recibirá la avalancha de reproches por ser un «partido líquido»; con propuestas que se modifican en función del tiempo y los acontecimientos
En el lado contrario, Ciudadanos carece de esa experiencia y recibirán la avalancha de reproches por ser un “partido líquido”, es decir, con propuestas que se modifican en función del tiempo y los acontecimientos.
La táctica del enfrentamiento abierto con Ciudadanos, en todo caso, es vista con recelo por algunos dirigentes del PP, aunque nadie se queda atrás en el duro intercambio.
FUENTE: ELCONFIDENCIAL