Gobierno y oposición en Mazarrón, vuelven a rivalizar en una treta política inusitada: intentarán por razones y medios diversos, normalizar algo tan abominable como es el clientelismo. En el municipio costero, la regularización de la “ley del embudo” es solapada y como consecuencia de que el “bipartidismo infiel” (PPSOE), tiene que elegir una y otra vez (según convenga) como socio de gobierno más fiable a un grupo independiente de cualquier color político. Es importante señalar que, si bien UIDM es un partido de centro heredero en su mayoría del Partido Popular, reniega del exceso de conservadurismo de los populares, anclados en ese oscuro pasado en el que el caciquismo (hoy clientelismo) no es solo un vicio reconocido sino una enfermedad que se agrava cuando barruntan el poder.
No es de recibo utilizar el Consistorio de control del poder como medio de hacer oposición política extrema del más bajo sentido institucional por vías paralelas, cuando no se dispone de la mayoría, o en su caso, usar manipulados cálculos de destrucción social como freno del poder político circunstancial, están viciados de partidismo sectario y lejos de cualquier sentido racional, altruista y de servicio público. Políticos de los que huir y que son una rémora inmensa para cualquier proceso lógico de regeneración política o de la imparcialidad de las administraciones públicas. En política, los partidos o están en el gobierno o esperando gobernar. Ahora el Partido Popular se encuentra en un compás de espera merecido, y su estructura directiva que es muy pobre, inoperante y travestida, muestra en cada pleno su rostro más feo y hace del populismo y la demagogia sus señas de identidad. “Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas, a personas que sabe que son idiotas”.
Cuando menos militancia y predicamento tienen los partidos, más cerrados y oligárquicos se vuelven. Su continuidad existencial depende en última instancia de vivir enchufados a los presupuestos públicos de diversas formas encriptadas y de disponer de un abanico de poltronas representativas, institucionales o de cargos elitistas en la administración y el sector público, para repartir entre correligionarios y allegados. El clientelismo no florece si no hay cambalaches y golferías que gestionar. La martingala legislativa orquestada en el tiempo, permite a funcionarios subalternos, políticos trasnochados y militantes afines no arrepentidos “normalizar el clientelismo” y encubrir la suspensión de hecho de las garantías democráticas más básicas. Son procesos opacos de la normalización clientelar en el peor sentido que intimidan desde la Institución Municipal a la sociedad mazarronera.
El hecho evidente es que Mazarrón, con las profundas raíces de un histórico caciquismo hoy día mutado en clientelismo voraz, representa hoy el vivo paradigma de lo que se puede calificar como un “Régimen Clientelar de partidos”. Por tanto, que nadie se extrañe que, en este contexto la antipolítica crezca como la espuma. Son los propios partidos que conforman el bipartidismo infiel quienes están retroalimentando al monstruo que los devorará a ellos también. Desde los viejos partidos no se plantean liquidarlo, sino institucionarlo, aunque para ello tengan que socavar la independencia del periodismo y difuminar a los partidos independientes que apoyan el municipalismo, tan importantes e imprescindibles para lograr una democracia plena y eficiente al servicio de los ciudadanos que es lo contrario de un “Régimen Clientelar”.
POST SCRIPTUM: «Las Instituciones pasan por tres periodos: el del servicio, el de los privilegios y el del abuso”.
COLECTIVO «EN CLAVE TRANSPARENTE»