El papel de policía amable que se reservaron los Mossos d’Esquadra el 1-O ha provocado la ira de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Como daño colateral, el plan de evitar el uso de la fuerza para evitar el referéndum también ha dividido a la policía de la Generalitat. «La misma fractura que hay en la sociedad, se vive aquí dentro», resume un agente de las unidades antidisturbios del Área de Recursos Operativos (ARRO) en una conclusión similar a la que llegan ‘mossos’ consultados de unidades y destinos distintos.

El ambiente se repite, en mayor o menor medida, en comisarías, chats y foros de policías. Agentes y mandos se enfrentan entre el autoelogio por ser vistos ahora como una «policía simpática» por no cargar contra ciudadanos y la autoflagelación profesional por «abandonar a su suerte a compañeros» de la Policía y Guardia Civil. «Ahora nos desprecian con razón» sostiene el agente antidisturbios que, como el resto, pide el anonimato. «Lo puedes llamar traición a los compañeros y al Estado», asegura sin esconder su posición en el debate actual. Su avatar en la aplicación de mensajería móvil es una bandera de España.

Ilustra su «indignación» en su experiencia durante el domingo en una localidad de Tarragona. Según su relato, «la decisión de no actuar en absoluto estaba tomada con antelación». Como ejemplo rememora que su unidad no fue convocada hasta las 6.00 de la mañana del 1-O, la misma hora a la que debían estar clausurados los colegios, según la instrucción enviada a los 17.000 agentes por Trapero dos días antes. «El ‘briefing’ [reuniones donde los mandos explican el trabajo del día] no acabó hasta las 7.00» recuerda, antes de denunciar la postura de su subinspector. «Nos dijo que no íbamos a actuar porque no era un problema policial, sino político«.

La inacción que atribuye a sus mandos asegura que duró toda la jornada. «Estuvimos 14 horas sin salir de la base. Y cuando llegaban avisos de las UIP [antidisturbios de la Policía] pidiendo ayuda, nos ordenaban no acudir», rememora. La situación provocó reacciones que tacha de «vergüenza» entre los 14 policías que ese día esperaron en vano para actuar. «Dos compañeros tiraron el uniforme al entrar al vestuario. Yo pedí disculpas al primer UIP que vi el lunes», sostiene.

Otro agente destinado en Barcelona lamenta que «en todo momento» les aseguraron que la misión era «detener el referéndum». En concreto, con un trabajo preventivo de clausura de colegios que, a la hora de la verdad, no se llevó a cabo. «Cuando el día 1 las unidades de seguridad ciudadana llegaban a los colegios,quedaba clara la imposibilidad de hacer nada», con cientos de personas concentradas ante los puntos de votación. De ahí las escenas de uniformados limitándose a simular un empujón a los concentrados y marchándose tras levantar acta. «Se negó incluso apoyo para garantizar la seguridad de las patrullas» bajo el argumento de que «más de una patrulla podía provocar a los votantes».

En otra unidad de Barcelona, con mayoría soberanista entre sus miembros, «la división no es tan evidente» y se vio con buenos ojos la decisión de no cargar, dice otro agente También ironiza. «Hay quienes olvidan que hemos hecho intervenciones tan duras como las del domingo», en referencia al desalojo de la acampada del 15-M, en 2011, y que dejó más de 100 heridos.

El portavoz de un sindicato constata la división asegura que «hay bajas por no denunciar públicamente la actuación de la Guardia Civil y la Policía.Y también por no atacar a la cúpula de Mossos por no actuar». Y reconoce que ha habido roces y peleas en comisarías a raíz del 1-O.

En un foro policial consultado por este diario, varios agentes evidencian por su cuenta la situación y se enfrentan entre quienes celebran la decisión de Trapero de «poner a los Mossos a ayudar a las personas». Otros se limitan a lamentar que no se cumpliera con el trabajo de «cumplir la ley».

 

 

FUENTE: ELMUNDO