España encadena dos meses consecutivos pisando el freno y todo apunta a que esta moderación se mantendrá en los próximos meses. Así, según los últimos datos disponibles, el PIB nacional crecerá otro 0,7% en el segundo trimestre, a un ritmo similar al primero, pero ligeramente más suave que los meses precedentes.

El Gobierno estima que la economía española avanzará un 2,7% este año, rompiendo así con los tres ejercicios consecutivos de crecimiento superior al 3%, pero también existen»riesgos a la baja» que hay que tener en cuenta, tal y como advirtió el pasado martes el ministro de Economía, Román Escolano, en el foro financiero organizado por ABC. No en vano, el cuadro macroeconómico sobre el que se sustentan los Presupuestos Generales del Estado parte de una serie de hipótesis que corren el riesgo de incumplirse. Pese a ello, Escolano confía en alcanzar el citado 2,7%, al tratarse de un objetivo «realista».

Aún así cabe tener en cuenta que algunos de los vientos de cola que han intensificado el crecimiento en los últimos años han dejado de soplar: la subida del petróleo, la estabilización del sector turístico y el posible aumento de los tipos de interés podrían restar impulso al PIB.

Por un lado, el petróleo ronda hoy los 80 dólares por barril, lo que supone un 20% más que lo estimado en los cálculos presupuestarios del Ejecutivo. La inestabilidad existente en Oriente Medio, los recortes de producción acordados por la OPEP y la reciente ruptura del pacto nuclear con Irán por parte de EEUU han impactado al alza en el precio.

España es un país muy dependiente energéticamente, ya que importa más del 70% de lo que consume, de modo que un encarecimiento del crudo se traduce en una mayor factura energética, pero también en un mayor déficit comercial y más inflación, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo. De hecho, el propio Plan de Estabilidad que el Gobierno remitió a Bruselas calcula que una subida del petróleo hasta los 73 dólares, inferior al precio actual, podría restar cerca de 8.000 millones de euros al PIB, con lo que el crecimiento podría bajar del 2,7% estimado a una cifra próxima al 2%.

Por su parte, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) indicó el martes que «resta por ver si el aumento experimentado en el precio del petróleo durante las últimas semanas responde a factores temporales o si, por el contrario, existen razones más profundas que sostengan el nivel de equilibrio en torno a los valores actuales». Aunque añadió que los riesgos a corto plazo son «contenidos», el impacto de un escenario de incertidumbre mantenido en el tiempo podría manifestarse en el medio y largo plazo.

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Otro factor importante a tener en cuenta es el empuje del turismo. La fuerte llegada de visitantes extranjeros que ha registrado España en los últimos años ha convertido a este sector en uno de los grandes puntales de la recuperación. Sin embargo, esta mejora ha sido propiciada, al menos en parte, por la particular crisis que han sufrido otros destinos del Mediterráneo, como es el caso de Egipto, Turquía o Túnez. La cuestión, sin embargo, es que estos mercados ya han empezado a estabilizarse.

Tanto es así que el propio ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal, reconoció el martes que España registrará una «moderación» en el incremento de la llegada de turistasinternacionales en comparación a las cifras históricas de los años anteriores.

Durante su intervención ante el Pleno del Congreso para defender el proyecto de ley de Presupuestos para 2018, Nadal señaló que las perspectivas para 2018 son «buenas», al pronosticarse de nuevo un «aumento del crecimiento», aunque con «algo de moderación» respecto a las cifras de incremento de los últimos ejercicios. España recibió 82 millones de turistas extranjeros en 2017, un máximo histórico, por delante incluso de EEUU, aunque superado por Francia, al tiempo que estos visitantes realizaron un gasto de 86.000 millones, tan sólo por detrás de EEUU.

Asimismo, el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Zurab Pololikashvili, prevé que la llegada de turistas internacionales a España durante el presente ejercicio iguale al menos la cifra récord de 82 millones alcanzada en 2017, evidenciando así el freno en cuanto al crecimiento en la llegada de visitantes. En concreto, consideró que no estaría «mal igualar la cifra de 2017», tras explicar que los destinos competidores, afectados en los últimos años por problemas geopolíticos y de seguridad, se están recuperando.

Tanto Turquía como Túnez y Egipto –país que está invirtiendo mucho y se está promocionando muy bien– muestras unos resultados muy positivos, según precisó. La OMT espera que los tres vuelvan este año a sus cifras de turistas internacionales de 2010, su ejercicio más positivo, aunque el objetivo es que crezcan aún más, teniendo en cuenta su gran potencial turístico.

Igualmente, la prima de riesgo vuelve a rondar los 100 puntos básicos debido al repunte del rendimiento del bono español a diez años y al descenso de la rentabilidad de la deuda alemana, en un contexto marcado por la creciente tensión política en Italia. El ascenso al poder de un Gobierno de corte populista y euroescéptico, cuyo programa amenaza con disparar el déficit en más de 100.000 millones de euros, está avivando la incertidumbre en los mercados de deuda.

Si a ello se le suma la previsible normalización monetaria que pretende acometer el Banco Central Europeo mediante una gradual subida de tipos y una menor compra de deuda, la mínima rentabilidad que ha registrado la deuda pública española en los últimos años podría quedar en el olvido.

El problema en este ámbito es que España acumula una deuda próxima al 100% del PIB, un nivel inédito en el último siglo, con el consiguiente gasto en intereses. Si su coste aumenta, el esfuerzo presupuestario para hace frente a la factura también crecerá de forma sustancial, con todo lo que ello supone desde el punto de vista fiscal y, por ende, también económico.

Crecimiento potencial del 1,5%

Ante esta situación no es de extrañar, por tanto, que el informe anual que publicó el Banco de España el martes también incluyera ciertas precauciones acerca del futuro de la economía nacional. Por un lado, el organismo proyecta un crecimiento potencial «relativamente modesto», con unos niveles por debajo del 1,5% a medio plazo, y advierte de que presenta un grado «notable» de vulnerabilidad ante posibles perturbaciones.

Entre los factores estructurales más relevantes que limitan el crecimiento, cita el elevado desempleo estructural, el envejecimiento de la población, el menor crecimiento de la tasa de actividad derivado del cambio demográfico y la reducida productividad, como resultado de la «excesiva» dualidad del mercado de trabajo, las regulaciones que limitan la competencia y la reasignación ineficiente de recursos, así como el déficit de capital humano y tecnológico.

Según el Banco de España, la expansión del PIB, que en términos acumulados alcanza un 13% desde el inicio del ciclo alcista en 2014, está permitiendo un «rápido» crecimiento del empleo y una reducción significativa de paro, y subraya que la recuperación se está viendo beneficiada por la corrección de los desequilibrios, en términos de mejora de la competitividad exterior y la disminución del sobreendeudamiento de los agentes privados. De hecho, cree que los elementos «positivos» de la recuperación proceden de las políticas económicas implementadas desde la recesión, como la reforma laboral, la recapitalización de entidades de crédito o la política monetaria del BCE.

Sin embargo, avisa de que los progresos son todavía «limitados» en otros ámbitos, como la reducción del elevado nivel de deuda pública, lo que hace que, a medio plazo, la economía española continúe presentando «un grado notable de vulnerabilidad ante posibles perturbaciones, especialmente en un contexto en el que cabe esperar que las políticas de demanda proporcionen un estímulo cada vez menor al crecimiento», informa Europa Press.

Por ello, ante estos y otros desafíos «más importantes», el Banco de España defiende que las políticas estructurales deben desempeñar un papel «más activo» para asegurar un aumento sostenido de la capacidad de crecimiento y de los niveles de bienestar. Pero, por desgracia, las iniciativas políticas para resolver los problemas estructurales de la economía española son «escasas», concluye.

 

 

FUENTE: LIBERTADDIGITAL