Las crisis no son nunca un buen momento para sacar ventaja política.

Es obvio que gestionar una grave crisis desde el Gobierno es sumamente difícil, pero también es muy complicado para un partido de la oposición ejercer su función en tiempos difíciles. Se deben graduar las dos ruedecitas, la del control que debe ejercer la oposición y la de la responsabilidad, hasta equilibrar los grados de dureza. No puede dejar de advertir de los errores del Gobierno, pero no debe entorpecer a quien dedica sus esfuerzos a hacer frente a la crisis. O se aparta o se aporta, como en el juego de las siete y media, sin pasarse ni quedarse corto.

En el caso de España y el coronavirus, es evidente la reordenación de posiciones de todos los partidos, como ya ha hecho el propio Pedro Sánchez, visiblemente agotado este miércoles en el Congreso por la enorme dureza de la tarea. Desde el Pablo Casado del discurso crítico del sábado al del apoyo al Gobierno de este miércoles en el Congreso, incluyendo al resto de partidos.

La que arrancó como legislatura de la crispación y el enfrentamiento vive ahora un brusco giro de guion visualizado ayer en el tétrico hemiciclo vacío. Se ha impuesto el orden de prioridades: sanidad, economía y luego política. Y los partidos aseguran que se esfuerzan en alinearse con la angustia ciudadana, antes que con sus estrategias.

Agrava la situación el hecho de que en paralelo haya explotado otra grave crisis, esta vez institucional, como consecuencia de las revelaciones de las actividades de Juan Carlos I y la decisión de su hijo de repudiarlo y señalarlo públicamente como autor de actuaciones irregulares muy graves.

La combinación de las dos líneas endiabladas deja España en una situación insólitamente delicada que preocupa al Gobierno y al PP y que ha sido comprendida incluso por los partidos más alejados de la institución monárquica.

El lunes hablaron Pablo Echenique (Unidas Podemos), Gabriel Rufián (ERC) y Aitor Esteban (PNV) para levantar el pie del acelerador en su petición de investigación sobre las actividades del anterior jefe del Estado. No abandonan la petición, coinciden en el total rechazo por los hechos conocidos y no ocultan su preocupación, pero procurarán no agravar la situación. De hecho, este miércoles se han limitado en el pleno del Congreso a alusiones más o menos expresas, pero sin dedicación especial.

Pablo Casado, como líder de la oposición, es quien más ha sufrido esa duda entre las dos ruedecitas del control de mandos de la estrategia política. Los dos extremos de sus posiciones son la dura comparecencia del sábado por la noche, cuando Sánchez anunció la declaración del estado de alarma, y la de este miércoles en el Congreso. El sábado habló de “negligencia dolosa” de Sánchez y el miércoles empezó diciendo al presidente del Gobierno: “No está solo”.

Entremedias quedan presiones de dirigentes partidarios de insistir en la temeridad de la manifestación del 8-M, las tensiones internas en el Gobierno de coalición o las dudas de la Moncloa sobre el estado de alarma. También la autocrítica de su entorno sobre el error de la comparecencia del sábado, entre otras cosas, porque la dureza tapó su apoyo a la declaración de alarma y porque coincidió con los aplausos ciudadanos y espontáneos en los balcones hacia los trabajadores que mantienen viva a España.

Casado dio la espalda a la ‘España de los balcones’, la misma a la que había implorado en la crisis de Cataluña. Se admite el error en el PP. El líder del PP tiene tres hermanos y dos cuñados médicos y sabe perfectamente cuál es la situación sanitaria. Habla a menudo con los barones regionales del PP y, además de su equipo más próximo, se ha preocupado estos días de hablar con economistas, empresarios y especialistas para tener un conocimiento más preciso de la situación.

Y ha virado hacia el “apoyo vigilante” al presidente del Gobierno. Un dirigente del PP explica que con un jefe de Estado evidentemente debilitado es peligroso, además, dar impresión a los ciudadanos de la debilidad de todos los que están al frente. Sobre todo porque, según este dirigente, todo indica que esta situación va para largo y el confinamiento terminará por provocar disgusto y malestar en los ciudadanos.

A Casado, además, le empuja a aflojar la rueda de la oposición dura la actuación de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, mucho más colaborativa desde el inicio y reconocida incluso por adversarios políticos. Por ejemplo, mientras Casado hablaba contra Sanchez el sábado por la noche, Almeida se mostraba aplaudiendo en una ventana, es decir, sin escuchar al líder de su partido.

Hace solo un mes, Casado estaba enredado en la forma de avanzar hacia el reagrupamiento del centro derecha, pactando con Ciudadanos en el País Vasco para engullirlos y afinando la estrategia para recuperar el voto de Vox.

En la oposición, la primera en virar fue Inés Arrimadas. La líder de Ciudadanos entendió desde el principio la gravedad de la situación y la necesidad de alinearse con el Gobierno. Fue la primera en ofrecer apoyo a unos hipotéticos Presupuestos y a las medidas urgentes contenidas en el decreto aprobado el martes en el Consejo de Ministros. Los Presupuestos probablemente no llegarán antes de septiembre y ya para 2021, según admite el Gobierno, pero la posición de Arrimadas favorece una cierta estabilidad que tranquilice a los españoles. Hasta Vox, debajo de la hojarasca, no es exactamente el mismo que era en el mes de enero.

Y el trasatlántico del Gobierno ha ido virando. Desde la resistencia a declarar la alarma a la comparecencia de este miércoles de Sánchez en el Congreso con un tono más emotivo y próximo, incluyendo el decreto de ‘escudo social’que tendrá continuidad en futuros Consejos de Ministros. De la ortodoxia presupuestaria de Nadia Calviño a la emergencia económica y social.

Hasta el independentismo se ha visto obligado a congelar su pertinaz mesa. Quedan algunas posiciones retóricas de Quim Torra, pero ese trasatlántico requiere mucho más espacio para virar.

Hace unos días, en un país con una política tan polarizada como Argentina, comparecieron juntos el presidente, Alberto Fernández, y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, uno de los líderes del partido de la oposición, para anunciar las medidas restrictivas contra el coronavirus.

Es sabido que en España nos resulta imposible que en una situación de crisis comparezcan juntos el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. No fue posible con el 11-M, ni ahora. Algo se ha avanzado, pero en España el presidente del Gobierno ni siquiera envía al líder de la oposición, cuyo apoyo pide, el texto del decreto antes de que lo lea en el BOE. “Le hemos apoyado en todo momento, incluso sin conocer el contenido de sus medidas”, le dijo Casado a Sánchez desde la tribuna del Congreso. Las ruedas del control y el equilibrio aún pueden girar.

 

 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL