El primer nombre fue el aldabonazo. Un golpe seco a quienes esperaban un gobierno frívolo y sin perfiles potentes. Josep Borrell fichaba como ministro de Exteriores del Gobierno de Pedro Sánchez. Su nombramiento dejaba a cuadros a quienes esperaban concesiones a los nacionalismos, lo que motivó las advertencias de los barones críticos en el Comité federal del pasado lunes, y puso en pie de guerra a los independentistas que emprendieron una ofensiva contra el nuevo presidente del Gobierno que, en boca de los radicales, empieza «con mal pie».
Críticas que se acentuaron con el fichaje de Carmen Calvo como vicepresidenta del Gobierno. La encargada de negociar el artículo 155 con el Gobierno de Rajoy, cuyo papel fue impasible ante las críticas del PDeCAT y ERC, tampoco sentó bien en la órbita secesionista. Dos fichajes y un mensaje meridiano al Gobierno de Quim Torra: no habrá concesiones.
Una «buena jugada» que se tornó en «excelente» a ojos de los críticos del partido con el nombramiento de Nadia Calviño, la funcionaria de mayor rango en la Comisión Europea, Directora de Presupuestos de la UE, muy cercana al excomisario Joaquín Almunia. «Es un puntazo», decían algunos sin escatimar en muestras de asombro. Una «excelente jugada», afirman otros.
El sentir mayoritario es que su excontrincante en las primarias, a quien no apoyaron y mucho criticaron, está siendo «ponderado, y reflexivo», no acorde con la frivolidad que le achacaron en el pasado al realizar fichajes estrella como los de Irene Lozano, entonces en UPyD, o Zaida Cantera.
«Pedro ha comenzado bien, se está dejando asesorar», explican diversas fuentes citando las reuniones que el mismo viernes por la tarde, día de la aprobación de su moción, mantuvo el propio Pedro Sanchez con José Enrique Serrano, habitual fontanero en los gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, amigo personal de Rubalcaba y persona de confianza de todo el núcleo duro al que se enfrentó el actual presidente del Gobierno en las últimas primarias.
En esos encuentros, Serrano le recomendó «no tener prisa en nombrar a su gabinete», tomarse unos días desde su nombramiento para elegir bien y «no cometer errores». La presión es enorme y las filtraciones, aunque con cuentagotas, han comenzado desde el minuto uno, pero el sabor que dejan las mismas en el sector díscolo del partido esta vez no es agridulce sino sorprendentemente bueno: «Está haciendo un pedazo de Gobierno, le está quedando un Gobierno cojonudo«.