Ahora que el presidente del Gobierno ya nos ha convocado a las urnas y que muchas encuestas dan mayoría al tripartito de derechas, conviene analizar las coincidencias de esas derechas y los cebos que utilizan para despistar o pescar votos en caladeros que no se beneficiarán de sus políticas, especialmente las económicas. Lo ocurrido con respecto a los asuntos de igualdad en la negociación del Gobierno andaluz o la utilización de la unidad de –su– España como pegamento irrompible son dos buenos ejemplos de esos cebos que utiliza el tripartito para desviar la atención de una agenda económica coincidente en lo básico y que, de llevarse a cabo, implicaría la consolidación de unas reglas de juego que debilitan lo público y el control democrático de lo común.

Durante las negociaciones del Gobierno andaluz, el tripartito de derechas estuvo mercadeando con la igualdad de género. Las propuestas maximalistas y completamente anacrónicas de VOX de eliminar la Ley contra la Violencia de Género como condición indispensable para apoyar al gobierno de PP y Ciudadanos quedaron reducidas a añadir a la Consejería de Salud, dirigida por el PP, el apellido de “y familias” –ni siquiera empleando el término “familia” en singular, como defiende VOX, en coincidencia con lo que ellos consideran la auténtica familia, ésa que denominan “biológica”.

Las peticiones de VOX, unidas a las fake news que desplegaron en las redes y los medios sobre las denuncias falsas en casos de violencia de género, los chiringuitos feministas o la utilización de la propia igualdad para luchar contra los objetivos de igualdad, acabaron escandalizando a muchas personas, que se concentraron por toda España. En Andalucía, a las puertas del propio Parlamento, el mismo día en que tuvo lugar el debate de investidura del nuevo presidente. La convocatoria de la concentración era previa a la del pleno del Parlamento, pero eso no impidió que se utilizara esa coincidencia para situar en la institucionalidad andaluza a un partido como VOX, que no cree en esas instituciones. Consiguieron vender el relato de que las personas se manifestaban contra la formación de un nuevo gobierno en Andalucía, cuando lo que pedía la gente en la calle era que no se mercadeara con la igualdad.

El tripartito nos entretuvo con algo que no les importaba o que consideraban secundario y así cada uno pudo jugar su papel de acuerdo con las expectativas de su electorado. Y no por ello dejaron de llegar a un acuerdo de gobierno que iba por otros derroteros. De paso, además, intentaron desgastar a un movimiento, el feminista, que hoy por hoy representa la auténtica defensa de lo común. Un común que ellos quieren privatizar y patrimonializar.

El otro cebo que utiliza el tripartito español es el de la unidad de España. No es que no crean en ella, pero la manosean y exhiben para que no haya otra discusión política posible que no pase por la ordenación territorial de España como una y grande. El patriotismo catalán y su huida hacia delante a través del procés ha sido para ellos un regalo caído del cielo en su objetivo de contaminar toda la discusión política. No hace falta hablar de nada más… con excepción, tal vez, de la bajada masiva de impuestos en un país que tiene una recaudación tributaria de hasta 7 puntos del PIB por debajo de la media de la Eurozona (85.000 millones anuales que se dejan de recaudar) gracias a su sistema fiscal poco progresivo.

Se nos dice que, de este modo, el dinero está en el bolsillo de los españoles, cuando lo que se consigue con ello es que el acceso a los recursos y servicios dependa en mayor medida, precisamente, del tamaño del bolsillo de los españoles. Un buen ejemplo es la medida que ha inaugurado el Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos con la eliminación del impuesto de sucesiones para quienes no estaban ya exentos, es decir, para los casos en los que cada heredero recibe por encima de un millón de euros. Como sabemos, una categoría en la que ni de lejos nos encontramos la mayor parte de los ciudadanos y ciudadanas andaluces, sino sólo una élite económica que es la verdadera beneficiada de estas políticas.

Al tripartito no le interesa hablar de justicia fiscal, ni de empleo juvenil, ni de becas, ni de dependencia… Y acabamos de ver, con sus enmiendas a la totalidad de los presupuestos, que a los independentistas catalanes tampoco. Lo que les interesa a todos ellos es que hablemos de banderas, himnos y símbolos. Como si las banderas nos dieran de comer, los himnos crearan empleo digno o los símbolos garantizaran unos servicios públicos a los que toda la ciudadanía pueda acceder en igualdad. Pero es de todo eso de lo que tenemos que hablar, y donde los partidos de izquierdas deben encontrarse para poder revertir la herencia de desigualdad, pobreza y precariedad que nos han dejado la crisis y su gestión austericida.

Los presupuestos que se acaban de tumbar y que han abocado a una convocatoria electoral anticipada sugerían el inicio de un giro en nuestras prioridades políticas para garantizar un crecimiento inclusivo y solidario, a pesar de que el bloqueo de los partidos de derecha en el Senado obligó a rebajar el objetivo de déficit del 1,8 propuesto por el gobierno de Sánchez y aceptado en Bruselas al 1,3, reduciendo en 6200 millones de euros la capacidad de gasto en el presupuesto. Incluso sin poder contar con esa capacidad de gasto, los presupuestos tumbados por las derechas y los secesionistas en su huida hacia delante suponían un incremento del gasto social en dependencia, becas, política de vivienda, igualdad, pero también del gasto en infraestructuras, I+D+i o formación profesional para el empleo, partidas esenciales para las y los jóvenes y para nuestra adecuación a los retos de la actual disrupción tecnológica.

Por este motivo, creo que el debate sobre los presupuestos no ha sido estéril. Quiero pensar que al menos ha servido para poner el debate político donde debe estar. Es decir, como muy bien dice la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en hacer ver a las personas que la política importa, que a través de la política se puede y se debe mejorar la vida de las personas. No olvidemos que el desprestigio de la política en el que estamos inmersos nos perjudica a todas y todos porque erosiona la confianza que tiene la ciudadanía en el gobierno de lo común, pero no erosiona por igual a todas las opciones políticas e ideológicas y, por tanto, acaba afectándonos a cada uno de distinta manera. Las derechas siempre han tenido en este país un sentido patrimonial del poder y un electorado muy fiel. Las izquierdas, más idealistas y críticas, se refugian en mayor medida en la abstención para hacer frente al descrédito de la política. Ahora no puede ser, no toca abstenerse, toca hablar de todo lo importante. También de igualdad y del problema catalán, pero sin marear la perdiz y que eso implique dejar al tripartito de derechas esconder su auténtica hoja de ruta política y, sobre todo, económica. Centremos el debate en lo que de verdad importa y volvamos a prestigiar la política.

 
 

FUENTE: ELDIARIO