EL PERFIL AMARGO DE VARÓN ESPAÑOL CASTIGADO

 

Me siento en peligro, hoy. Mañana, vigilado y pasado puede ocurrirme de todo, incluso meterme en el largo censo español del machismo. Hoy ser varón en nuestra nación puede ser un problema, como durante el franquismo lesbiana o homosexual trasversal. Pero no me importa, ni un bledo, porque las injusticias me incomodan, y me incomodan excesivamente cuando se nos utiliza políticamente en campañas de propaganda, y se pone de moda un feminismo radical instrumentalizado. El hecho de que el actual Gobierno de Pedro Sánchez sea conocido en el extranjero lo he comprobado hace días en Lisboa por el número de ministras que tiene en su Gobierno que por su historial y sus planes para elevar a España a un alto nivel de paz y bienestar, lo dice todo. Somos en el concierto europeo, pura anécdota. Otras veces por la violencia etarra y ahora por la ruptura. El eterno maniqueismo español, hasta religioso.

Pero dejemos en paz el proceso teatral a veces cómico y en otras ocasiones dramático, de los políticos, para profundizar seriamente en un problema extremadamente grave que sufren millones de españoles casados, divorciados, separados o en proceso de ser castigados por un juez o jueza, sin que los partidos y sus amos, parlamentarios o no, muevan un dedo a favor de este colectivo que sufre el castigo de unas leyes viejas y necrosadas pero singularmente injustas. Naturalmente que el problema está siendo silenciado por los medios de comunicación faldicortos, púnicos o acobardados ante la ola de un matriarcado orquestado para sacar votos, sin escrúpulos. Vale todo.

Pero la reacción ante tantos abusos que sufren millones de españoles, agredidos moral y económicamente, se está  desarmando con información veraz, sin estridencias y paso a paso. Mañana se celebrará en Madrid una asamblea nacional para explicar a la opinión pública lo que está pasando cuando un matrimonio o una pareja se rompe y el marido, el compañero, tiene todas las de perder, sin compasión alguna.   

 

 

Este problema tan complejo ha tenido también su libro, denso, armonioso, sencillo y veraz, hasta con amor. Lo ha escrito el doctor murciano JUAN MARIANO PÉREZ ABAD, y se titula «De cómo tan buen chico pudo acabar tal mal.». Su vida familiar ha tenido dos tropiezos, y el autor nos dice, sin aspavientos ni demagogia de género,»que se considera víctima de las persecuciones propias de la decadencia de nuestro actual Sistema de Convivencia Social, en especial del irregular funcionamiento de las Instituciones Públicas encargadas de regular nuestros asuntos sociales y familiares, presionadas radicalmente por la llamada globalmente IDEOLOGÍA DE GÉNERO», un activismo feminista manipulado esencialmente por el populismo extremista de ambos lados.

Es un libro delicioso de leer, pero con un pozo de amargura muy hondo que en los momentos actuales está sacudiendo a una parte importante de la sociedad española, desinformada y a veces hasta intoxicada. A mí se me ocurre, como analista político, que hay un frente de lucha, democrático, como son las urnas y que sin tratar de montar espectáculos en los platós de las cadenas de TV y otros medios de penetración desinformadora, hay que actuar para cerrar una brecha que nos afecta a todos, empezando por los hijos, señor presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El prologuista del libro, Jesús Pons, lo dice escuetamente, pero alto y claro afirmando con rotundidad que «esta novela del doctor José Mariano Pérez Abad, intenta mostrar la versión censurada, la que se oculta a los ojos del espectador pasivo, como es el punto de vista de unas víctimas que son presentadas como verdugos en la versión oficial . Esta es una historia novelada, pero relatada con numerosos sucesos verídicos extraídos de la más dura realidad que azota a millones de varones españoles completamente marginados». Lean, observen, comparecen y saquen tristes consecuencias impropias de un país civilizado en donde la justicia en muchísimas ocasiones brilla por su ausencia. No establecemos una guerra de géneros, sino la necesidad de modernizar nuestras leyes para que ningún varón se sienta agraviado. O mujer.

 

 

 

JOSÉ JUAN CANO VERA