Sólo habían transcurrido unas semanas desde que Albert Rivera y su núcleo anunciasen bien su abandono de la política o bien su salida de la dirección cuando Inés Arrimadas, en calidad de portavoz parlamentaria, dio el paso que su antecesor había evitado durante meses: urdir un «gran acuerdo constitucionalista», proponer una alternativa y dar un paso al frente que, de momento, no ha sido bien recibido ni por los 120 del PSOE ni por los 88 del PP.
La carta remitida a Moncloa abre una brecha necesaria, un punto de inflexión en la nueva trayectoria de Ciudadanos: ya no hay vetos, ya no hay condiciones previas y el partido se sitúa en su posición original, «en el medio, para arrastrar al centro tanto a PSOE como a PP», destacan fuentes de la formación para justificar la necesidad de «un partido como Ciudadanos en la política española de rojos y azules».
Fuentes oficiales justifican que el paso adelante de Arrimadas «ya lo dio Rivera» y que no hay «ruptura» con el paradigma anterior. «Mucha gente dirá que sólo hubo una semana y no daba tiempo, pero Iglesias y Sánchez necesitaron 24 horas para ponerse de acuerdo y pactar un Gobierno», argumentan. «Nosotros ya dimos una solución», defendía la propia dirigente en los últimos días, en los que ha multiplicado sus intervenciones públicas.
Arrimadas dejará atrás los vetos y las condiciones previas, y tratará de llevar al partido de nuevo al centro político
La afirmación, no obstante, está llena de matices: efectivamente, Rivera levantó el veto antes que Arrimadas, pero lo hizo cuando restaban 36 horas para la disolución de las Cortes, mientras supeditaba su encuentro con Sánchez a comprometer una serie de condiciones muy concretas -ruptura del Gobierno en Navarra, reformas económicas alejadas de lo pactado con Unidas Podemos y la planificación de un nuevo artículo 155 en Cataluña-.
Precisamente, uno de los argumentos utilizados desde antes del 28-A por la dirección de Rivera para sostener el veto era que Sánchez ya había cerrado un acuerdo con Podemos y los nacionalistas porque es algo que «lleva en su ADN», un pacto «secreto» que «Ciudadanos no va a blanquear», mientras se centraba en pisar los talones a un diezmado Partido Popular para arrebatarle el liderazgo de la derecha. Arrimadas, por contra, ha tendido la mano sin temblarle el pulso incluso ante un preacuerdo de Gobierno firmado y sellado -con tinta y abrazo- por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Muro de contención a Vox
Uno de los puntos de la nueva estrategia en que incidirá el nuevo Ciudadanos será la de construir muros más altos que profundicen la diferenciación con Vox, después de que durante meses se acusase al proyecto liberal de «blanquear» a la extrema derecha y se convirtiese en uno de los móviles que motivaron salidas como la de Manuel Valls o la de Toni Roldán.
Aunque en Ciudadanos, según han explicado a este medio, no se van a comprometer los pactos territoriales -los naranjas gobiernan en coalición con el PP y con los votos de Vox en Murcia, Madrid y Andalucía- sí han comenzado a poner tierra de por medio con los de Santiago Abascal, uno de los más tortuosos desafíos que tuvo que encarar un Rivera que prefería guardar silencio acerca de los postulados de la formación conservadora.