PEDRO VALLÍN

 

El presidente Pedro Sánchez y el PSOE serán objeto de un intenso test de estrés este otoño, y las causas abiertas que amenazan la estabilidad de su socio en el Ejecutivo, Unidas Podemos, serán repercutidas sobre la resistencia de la Moncloa. Se está gestando una prueba de resistencia de materiales que apunta a ser aún más exigente que la que atravesó un Ejecutivo aún bisoño en abril pasado, cuando la pandemia obligó a la terapia sin precedentes de inducir al país un coma social y económico. A Sánchez la realidad ha decidido medirlo en el título de su libro, Manual de resistencia.

De hecho, ya está sucediendo. La presión mediática y política contra el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que arreciaba estos días con la instrucción que ha emprendido el juez Juan José Escalonilla sobre las finanzas de Podemos, ya se ha traducido en interpelaciones directas a Sánchez para que cese a Iglesias y acabe con esa alianza “contra natura” –a ojos de sus muchos adversarios– que es la coalición entre socialistas y morados.

Tribunales

El itinerario judicial del partido de Iglesias eleva la presión a Sánchez para romper la coalición

Por lo visto hasta ahora, y a expensas de que las periciales arrojen algún indicio sólido de delito que dé cuerpo a la causa, la ofensiva lanzada por el exabogado de Podemos José Manuel Calvente es tan vehemente como imprecisa. Pero de cualquier modo, el alcance jurídico de la instrucción es autónomo de su vuelo informativo y político. Dada la experiencia de los de Iglesias para navegar mares bajo una ciclogénesis explosiva, la instrucción y su inevitable goteo de filtraciones documentales pondrán más a prueba la resistencia de Sánchez que la de Podemos y su líder, tan hechos al castigo, que se diría su hábitat natural.

Y este será el indudable combustible de la moción de censura que el líder de Vox, Santiago Abascal, ha prometido registrar en cuanto acabe sus vacaciones, toda vez el partido ultra tendrá acceso a todas las pesquisas sobre Podemos en el litigio, gracias a que el juez Escalonilla ha permitido su personación en la causa como acusación particular sin requerir la correspondiente fianza. Una noticia inquietante para el Gobierno, pero sobre todo para el líder del PP, Pablo Casado, al que la iniciativa de la extrema derecha desplaza del eje. El equipo policial designado para la investigación, vinculado al Ministerio del Interior de los gobiernos de Mariano Rajoy, apuntan que no habrá paz para los morados.

Al tiempo, los socios de coalición mantienen una mirada de reojo puesta en la Audiencia Nacional, donde el magistrado Manuel García Castellón prosigue sus indagaciones en torno al pintoresco caso del móvil robado a una colaboradora de Pablo Iglesias y ha citado a declarar el miércoles 2 de septiembre al denunciante de la otra causa, José Manuel Calvente, porque aseguró en la prensa que él sabía que el robo del celular que acabó en manos del excomisario José Manuel Villarejo era en realidad un montaje ideado por Podemos. Una rocambolesca instrucción que nadie sabe cómo puede acabar y que tiene a los especialistas en derecho y a los observadores políticos sumidos en un notable desconcierto.

Calendario

Los rebrotes, la vuelta al cole y el fin de los ERTE pintan para el Ejecutivo un cuadro siniestro

Pero las peripecias judiciales de Podemos, acaben como acaben, son solo una parte del armamento argumental contra la coalición de Gobierno. La crisis política desencadenada por la situación del que fue jefe de Estado hasta el 2014, el rey Juan Carlos I, hoy en paradero desconocido, y el posicionamiento claro de Unidas Podemos en la reclamación de que el rey emérito salde sus cuentas con la justicia (y si es el caso, con el fisco) es otra de las fuentes de munición de los adversarios del Ejecutivo, incluida una parte no desdeñable del viejo aparato del partido socialista. Un fuego de artillería que ya ha empezado a silbar en la pereza del ferragosto y que es probable que arrecie si la peripecia real se complicase en las próximas semanas.

Lo cierto es que, a pesar de la escandalera, ni las diferencias sobre la cuestión monárquica ni la investigación de las finanzas de Podemos, más allá de las grandes gesticulaciones que alimentan, están afectando a la relación entre socialistas y morados en el Gobierno. Incluso les permiten mantener perfiles disímiles para sus siglas. Remarcan la vocación de partido de Estado del PSOE y la de escuadra de partisanos de Podemos, un carácter este que podía verse difuminado en la coalición pero que la causa judicial de Escalonilla paradójicamente alimenta. Los especialistas en demoscopia vaticinan un calvario político y mediático a Podemos para el otoño, pero no prevén daños electorales como consecuencia del choque monárquico y de la imputación. De hecho, hay señales tibias de que alimentan una leve mejoría de sus números. El votante morado, tras el castigo del 2019, tiene callos.

Al lado de este arsenal retórico, está el calendario del mundo real que, si bien siempre es susceptible de proporcionar sorpresas –y hay que admitir que el año 2020 posee el doctorado en sustos de la Monster University–, a día de hoy ya tiene señalados un sinfín de quebraderos de cabeza para el Ejecutivo. El primero y obvio es la gestión de la vuelta al cole, que tiene aterrorizados a los padres ante dos alternativas a cual más temible: que los colegios no lleguen a abrir, con el consecuente e irresoluble trastorno para los trabajadores con hijos en edad escolar, o que abran y desencadenen, como ha ocurrido en otros países, un rosario de contagios.

Presupuestos

La marcha del emérito ha viciado la relación con ERC al alimentar la estrategia de JxCat

El notable repunte de casos en agosto –fruto del acuerdo tácito de todos los actores políticos y económicos de no poner más obstáculos a una economía de servicios molida por la pandemia y también de unas estrategias de vigilancia y seguimiento de paupérrimos resultados– complica aún más el objetivo inicial de que las clases pudieran arrancar con cierta normalidad dentro de tres semanas. El regreso anticipado del ministro de Sanidad,Salvador Illa, con la adopción de nuevas medidas de urgencia para todo el país es síntoma de que las alarmas han empezado a chillar y mandar relámpagos de colores.

En medio de esa tormenta, la negociación presupuestaria se antoja un galimatías, que la cuestión del rey emérito ha enredado aún más, al crear otro obstáculo para que ERC se siente a la mesa y haber alimentado el discurso electoral de Carles Puigdemont. Catalunya, con un incierto calendario electoral, sigue siendo un barril de dinamita en la sentina política española. Ciudadanos está ansioso más que dispuesto a participar de esa elaboración de las cuentas en un momento crítico de la economía, pero para los socialistas es un arma de doble filo: remarcan el perfil de centralidad que busca Pedro Sánchez pero eriza el lomo de su socio.

Pese a la apariencia, y aunque ambos necesitan de una legislatura larga, la cuestión monárquica no será motivo de divorcio de la coalición pero un enfoque social-liberal de los presupuestos puede poner fin a la convivencia, o al menos a la concordia. Los 140.000 millones europeos son un bálsamo –sin ellos, el futuro del país sería una película postapocalítica–, pero el diseño de su aplicación aún está en disputa.

Tras el desastre causado por la pandemia en el sector turístico español, estamos a 45 días de que caduquen los ERTE y, si no se renuevan, la planta de cuidados paliativos de la economía española puede llenarse de aullidos de dolor, antes de que la morfina del plan europeo pueda llegar a hacer efecto.