El shock persigue la historia de España. La revolución rusa de 1917 acentuó las movilizaciones obreras y asustó a las clases dirigentes. Del interior de ese susto, especialmente intenso en Barcelona, apareció el capitán general Miguel Primo de Rivera, proclamado dictador en 1923.

El crack económico de 1929 arruinó la aventura de Primo y desató las fuerzas telúricas que condujeron a la caída a plomo de la monarquía, a la instauración de una Segunda República a la que le faltaban clases medias republicanas, desatando finalmente las furias de la Guerra Civil.

El cataclismo de la Segunda Guerra Mundial cambió el mundo de tal forma que el general Franco logró perpetuar una dictadura que había colaborado activamente con Hitler y Mussolini. El ejército soviético había llegado hasta Viena, los británicos no querían más sobresaltos en el sur de Europa, los norteamericanos dibujaban los mapas de la Guerra Fría, e Indalecio Prieto, socialista a fuer de liberal, no pudo cerrar el pacto de San Juan de Luz con Juan de Borbón. Franco fue más astuto.

El shock del petróleo de 1973 estranguló los logros económicos del desarrollismo y aceleró la descomposición de la dictadura, obligando a una transición más rápida que la que habían imaginado Manuel FragaJosé María de Areilza y otras figuras destacadas del tardofranquismo. El rey Juan Carlosencargó la aceleración del tránsito a Adolfo Suárez y este, después de ganar las primeras elecciones democráticas, propuso un pacto de salvación nacional, encontrando una decisiva colaboración de comunistas, socialistas y nacionalistas vascos y catalanes. Para evitar que el país se derrumbara económicamente se firmaron los pactos de la Moncloa de 1977. El intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 fue el último de los movimientos sísmicos derivados del shock de 1973.

Las heridas de Aznar irrumpen en el debate: Casado recita las palabras de Rubalcaba en marzo del 2004

Vinieron años buenos, seguramente los mejores de la historia de este país, que acabaron embriagados por la orgía inmobiliaria y los nuevos vientos de la política norteamericana. El 11 de marzo del 2004, una cadena de salvajes atentados en la red de trenes de cercanías de Madrid volvía a poner el país en shock, tres días antes de unas elecciones generales. José María Aznar y sus colaboradores se equivocaron en la gestión del drama: se empeñaron en que era ETA cuando ya había indicios sólidos de la autoría yihadista. Dividieron en vez de unir. Un portavoz neutral, como el oficial de Scotland Yard que informaba a los británicos después del doble atentado yihadista en Londres en julio del 2005, habría evitado tanta crispación. En ningún lugar estaba escrito que el Partido Popular tuviese que perder aquellas elecciones. Las perdió y se abrió una herida que aún sangra, como veremos unas líneas más adelante.

El shock financiero del 2008 se llevó por delante al gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, descarnando las tensiones políticas, económicas, sociales y generacionales acumuladas durante más de cuarenta años. Se inflamó Catalunya hasta extremos que podían haber sido evitados. La moción de censura del 2018 pretendía cerrar esa década convulsa.

Las consecuencias del shock de marzo del 2020 son aún insondables. El Fondo Monetario Internacional habla del riesgo de una depresión económica parangonable a la de 1929.

Sánchez convoca los pactos con el fin de neutralizar una ofensiva madrileña para tumbarle

El debate en el Congreso para la prórroga del estado de alarma fue muy duro. Pablo Casado inició su intervención repitiendo la frase con la que Alfredo Pérez Rubalcabacensuró el comportamiento del gobierno Aznar el sábado 10 de marzo del 2004, horas antes de las elecciones: “España merece un gobierno que no le mienta”. Momento freudiano. La danza de los muertos, de shock en shock.

Sánchez convoca unos nuevos pactos de la Moncloa para neutralizar el frente madrileño que quiere tumbar el Gobierno de coalición, cosa que significaría tumbarle a él, o dejarle inutilizado. La patronal empieza a tomar posiciones entrando en colisión con Podemos. Los diez diputados de Ciudadanos intentan un paso de ballet en un concierto de martillazos. Estamos en manos de la solidaridad europea. A medida que el shock se acentúa, la palabra pacto se revalúa. No hay fotos fijas estos días.

Enric Juliana