Cientos de miles de murcianos desafían con éxito el mal tiempo para acompañar a su Patrona camino del santuario

 

Existe un instante impreciso, aunque no son pocos los murcianos que lo sienten, que sería posible sortear el recorrido desde la Catedral hasta el santuario de la Morenica sin pisar el suelo. Bastaría con caminar, pues ni falta haría saltar, por las cabezas de los cientos de miles de fieles que acuden cada año a uno de los días más grandes de las fiestas murcianas. Y ayer, pese a la previsión de lluvia, pocos se perdieron la cita. La mañana, cuando ni siquiera había amanecido, ofrecía cielos pintados de nubes amenazantes. No fue un problema para que los romeros colmaran la plaza del Cardenal Belluga, cuando ya el primer templo de la Región estaba cuajado de personas que celebraban la misa de despedida de la Patrona. Es la misma Patrona que durante siglos se ha invocado para que llueva en Murcia, así que a nadie le sorprende que conjure las tormentas.

«Llevo viniendo cuarenta años -advertía María Dolores Gómez, una romera- y ya no me asustan las nubes. Aunque pintan mal». Pero solo pintaban. De hecho, a las ocho en punto, encapotada la ciudad, alcanzó la Morenica la puerta de la Catedral, mientras el himno de España y un atruendo de vítores y palmas la recibieron. Fue la primera vez, de otras innumerables, en que se escucharía el inevitable vítor de «¡Guapa, guapa, guapa!». Comenzaba así el intenso recorrido hasta el monte, secundado por una auténtica legión de murcianos que, muy por delante del trono de plata, se encaminaban hacia el santuario.

Tras la emotiva parada ante la imagen de los Peligros, en lo alto del Puente Viejo, que hogaño cumple 300 años desde la colocación de su primera piedra, la Patrona descendió la cuesta de la avenida de Canalejas, vulgo cuesta del Carmen, hasta la arciprestal. Pero en esta ocasión no recibió la acostumbraba petalada ante el templo pues los andamios de unas obras lo impidieron.

Puestos a gogó

Pese a ello, la ciudad despidió a la comitiva, como viene haciendo desde el siglo XVII de forma oficial. Aunque pocos se retiraron de la romería. «Desde que sale de la Catedral hasta que llega al monte no me separo de ella», advertía otro romero, quien, descalzo, llevaba «lo menos tres de mis seis décadas cumpliendo una promesa». Cientos de miles de fieles -en torno a 800.000, según datos ofrecido por el Ayuntamiento citando fuentes de la Policía Local- disfrutaron de una jornada festiva, haciendo las obligadas paradas en los puestos de churros, primero, y, más tarde, en los bares que jalonan el recorrido. O en los puestos improvisados de refrescos y cerveza, que se contaban también por cientos. Sin olvidar otros donde se vendían higos chumbos, que en Murcia siempre se llamaron higos de pala, y panochas humeantes o regaliz. «La regaliz la sacan de los cementerios, que es más sabrosa», aseguraba entre bromas Juan Tomás, un abuelo de Patiño que, durante medio siglo, se dedicó a este menester.

La Romería concluyó con la llegada de la Fuensanta a su templo, en cuyos alrededores se dieron cita miles de murcianos para despedir a su Patrona. Otros tantos aguardaban en los aledaños inquietos pues, según la tradición, no probarían los arroces que crepitaban bajo los pinos y oliveras antes de la recogida de la imagen.

No hubo que lamentar percance alguno reseñable y las medidas de seguridad funcionaron a la perfección. En la mayoría de cruces se ubicaron agentes de la Policía, además de numerosos camiones de Ingeniería Urbana que bloqueaban el paso de cualquier vehículo no autorizado. Entretanto, un helicóptero de la Policía Nacional sobrevoló todo el itinerario, en alguna ocasión a no mucha altura. O que se lo digan a Javier Morales, un romero que, entre bromas, aclaraba: «Allá por las vías, tan bajo iba que sentíamos el aire de las aspas».

En aquel lugar, como no podía ser de otra manera, la mayoría de los romeros se preguntaban qué pasará cuando las obras del AVE impidan el paso de la Morenica. Pero de igual forma, por ese pragmatismo genético que de sus ancestros huertanos heredaron los murcianos, muchos se mostraban despreocupados. «Si no pasa por aquí, pasará por otro lado», resumía el sentir general Dolores Carrillo.

La imagen de la Fuensanta lució para la ocasión el manto que le regalara el actual presidente de la Hermandad de Caballeros, Manuel Ramón García-Garre, y numerosos grupos de baile y cante la acompañaron, entre ellos la célebre Cuadrilla de Patiño, que recibió el aplauso de cuantos romeros se la encontraron a su paso. El cabo de andas de la Patrona, Joaquín Vidal Coy, manifestó su alegría por el espléndido desenlace de la romería y agradeció a los murcianos su fervor y devoción por la Virgen. «La noticia es que no la hay», señalaba ufano. Era cierto. Incluso la Patrona cumplió, minuto arriba o abajo, sus tiempos tradicionales en el recorrido.

El dispositivo de limpieza articulado desde el Ayuntamiento de Murcia, al que se sumaron no pocos grupos y asociaciones, como los scouts, en el reparto de bolsas de basura, dieron sus frutos. «Está todo más limpio que nunca. Parece que nos da más vergüenza tirar cosas a la carretera», reconocía Carmen López, una de las voluntarias. Así parecía.

Menos calor que otros años

La amenaza de lluvia, contra todo pronóstico lógico, se convirtió para muchos murcianos en una auténtica bendición. Porque los cielos encapotados refrescaron su caminar hacia el monte, en cuyo trayecto también se vieron muchas más cañas liceras coronadas de romero. Bienvenida la tradición.

Eso sí, apenas la Morenica enfiló Algezares y tras su parada en la Casa Barceló, sin cuya petalada sabría a menos la romería, las nubes avisaron de que la tregua estaba acabando. Y algunas gotas cayeron sobre la multitud. A casi todos le supieron a agua bendita.

 

 

FUENTE: LAVERDAD