La constatación de que el exlíder pisa los talones a la presidenta andaluza ha servido para «activar» a sus fieles en Valencia o Asturias y también en territorios hostiles como Cataluña o Galicia

Es una reflexión muy compartida por los partidarios de Susana Díaz. La primera vuelta de las primarias del PSOE, la entrega de los avales, les ha hecho ver «las orejas al lobo». Constatar, para su sorpresa, que Pedro Sánchez estaba mucho más cerca de lo que pensaban, que tenía más ejército de fieles del que creían, que la abstención en la investidura a Mariano Rajoy creó una fractura con las bases mucho más honda de lo que siquiera podían calcular. De hecho, del optimismo y de la convicción total de que la presidenta andaluza ganaría, y con cierta holgura, se ha transitado abruptamente a la preocupacióny a la asunción de que, en efecto, ella puede o ganar por poco o ser batida por su principal rival. Una derrota que consideran apocalíptica y que tendría su segunda onda expansiva en los congresos autonómicos y provinciales, los que suceden al federal.

Esas y otras razones han hecho, según todas las fuentes consultadas, que los barones susanistas se hayan «activado» más de lo que ya estaban, que se den cuenta de que deben fajarse en sus territorios para cosechar más votos para Díaz, especialmente en aquellos en los que el ex secretario general la goleó, como Valencia o Asturias, o donde la diferencia fue menor a la prevista, como Extremadura. Igual que tocará reforzar la campaña en territorios hostiles como Cataluña, numerosa en militantes y en la que Sánchez, directamente, la pisoteó en avales, o Baleares y Galicia. Si el golpe psicológico «ha servido para que la gente se espabile, bienvenido sea», advertía un miembro del ‘staff’ de la candidatura.

 

 El objetivo de la baronesa es afianzar los avales que ya se tienen y ampliar su ventaja en otras federaciones donde el margen ha sido menor

Las rúbricas habrían actuado así, según la percepción generalizada, de «revulsivo» en el flanco susanista más allá de Andalucía, cuyo aparato sí ha funcionado como un reloj en la primera ronda. El objetivo, en consecuencia, es «convertir en votos los avales» y arañar más votos en las zonas donde se observan expectativas de crecimiento. Ello se combina con un endurecimiento del discurso de la candidata, pasando al ataque directo al madrileño.

 

Se parte de una movilización muy alta

Desde el entorno más cercano de Díaz sí se reconocía que, para vencer a Sánchez —del que solo le separan 6.273 firmas, 59.390 de ella frente a 53.117 de él—, habrá que «apretar» en zonas en las que es posible cosechar un mayor volumen de sufragios, no por «nerviosismo» sino porque la victoria que habían vaticinado desde el principio ya no está tan clara como antes. «Es evidente que hemos tocado a rebato», advertía una dirigente territorial al mando de la campaña. En otras palabras, la escasa diferencia entre los dos grandes rivales se espera que contribuya a «tensionar» más a la organización y a que «la gente tibia reaccione». El problema es que buena parte del PSOE ya está decantado. De hecho, si algo ha demostrado la entrega de avales es una movilización jamás vista para esta primera fase: ya han expresado su apoyo por uno de los tres candidatos 123.373 militantes, el 65,64% del censo total(187.949 afiliados). En 2014, los avalistas fueron el 38,60%.

Puig y Fernández han perdido en esta primera ronda en sus federaciones y el margen en Extremadura o Castilla-La Mancha ha sido menor del previsto

Cuando los equipos de Sánchez y Díaz ofrecieron el desglose de las firmas entregadas en Ferraz por territorios —la gestora no ha desagregado el número de avales por federaciones y provincias y solo ha proporcionado el dato global, en toda España—, salieron a flote las debilidades y fortalezas de ambos y también las de Patxi López, que solo se impuso en su tierra, en Euskadi, aunque desde el principio no quiso entrar en la «guerra de avales». La presidenta arrasó en Andalucía (26.551, el 41,74% de todas las rúbricas recogidas) y ganó en Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia y Ceuta. Pero perdió estrepitosamente en Valencia (5.313 avales frente a los 8.105 de Sánchez), Asturias (2.435 contra 3.100) —ambas gobernadas por barones susanistas, Ximo Puig y Javier Fernández— y Cataluña (974 frente a 6.058). En Euskadi, cosechó una cifra raquítica (96 respaldos), por los 1.044 de Sánchez y los 2.400 de López.

De reproducirse esa correlación de fuerzas en las urnas del 21 de mayo, dos presidentes autonómicos, Puig y Fernández, quedarían sumamente debilitados en sus federaciones, más aún si gana en el cómputo general el exdiputado madrileño. Pero incluso en los territorios amigos en los que Díaz ganó la ventaja no siempre fue muy amplia: en Extremadura, dirigida por Guillermo Fernández Vara, el margen fue de 671 avales (3.392-2.721); en Castilla-La Mancha, gobernada por Emiliano García-Page, fue algo mayor (869 firmas). En Aragón, en cambio, Javier Lambán proporcionó a Díaz 1.409 avales más que los reunidos por su rival.

Los barones han sentido el riesgo en el cogote, según reconocen diversos dirigentes susanistas. Temen que, si vence Sánchez el 21 de mayo, sean ellos las siguientes víctimas de un secretario general reforzado. El madrileño nunca ha reconocido que vaya a emprender ninguna purga si vuelve a ocupar el trono de Ferraz, ni que pretenda desestabilizar las federaciones que tienen Gobierno socialista. Todo lo más, sí ha advertido de que los barones tendrán que «revisar si representan el sentir de los afiliados« en caso de que él venza. Palabras que sí se han percibido como un aviso para navegantes.

 

FUENTE: EL CONFIDENCIAL