CÉSAR CASAL
Un político sin ambición es como una moto sin cilindrada, un coche sin caballos o una bici sin pedales. La ambición es condición natural para dar el salto al vacío de la política. Pero, entre la lógica ambición y los inmensos pozos de ambición de la política española, tiene que existir un territorio intermedio.
Asistimos estupefactos a otra ceremonia sin sentido de la ronda de consultas del Rey. Todos salen y hablan de que hay de lo mío. Ni uno piensa en el país. Ni siquiera defienden a sus marcas, a sus partidos. Delante del micrófono multiplican el ego hasta convertirlo en eco. No importa Podemos. Solo Pablo Iglesias. Da igual Ciudadanos. Albert Rivera es lo máximo. El PP pasaba por aquí. Casado, y la carrera en la que está él, es lo único que le preocupa. El PSOE no es un partido de décadas de gobierno. No. El PSOE soy yo, Sánchez. Ellos por encima de todos y de todo. Así es imposible hablar de pactos ni de acuerdos ni de contactos.
Lo de España es inaudito. La Corte de los Milagros de la que escribió Valle-Inclán. Fueron desfilando todos, y ni un gramo de sensatez. Cerró Sánchez y puso voz al disparate con otra intervención para la historia. O Sánchez o Sánchez, sin negociar con nadie ni mover una sola pieza. Lo contó la diputada canaria, Ana Oramas, la más veterana en los encuentros con el Rey. Es la primera vez que sucede. Ni una sola llamada del partido ganador a alguna de las fuerzas políticas que necesitan para la investidura de Sánchez. Así es que Ana Oramas sumó dos y dos y llegó a la conclusión de que el presidente socialista solo pretende un camino: el gobierno en solitario con la búsqueda de abstenciones. Cree que no les queda otra. Hasta la ministra portavoz en funciones se atreve a reclamar también la abstención patriótica del PP. Se agarran a que ganó Sánchez y debe ser él y solo él quien gobierne.
La estrategia tiene segunda parte. Si no hay abstención patriótrica, si Podemos sigue pidiendo tres o cuatro o cinco ministerios, si Ciudadanos sigue con su negación de Sánchez, con él ni agua, si el PP no salva España con la abstención, Sánchez irá de nuevo a urnas. De ahí el ritmo pausado que quiere imprimir al proceso. Primero los pongo nerviosos. Para julio, la primera votación. Luego que empiece a correr el reloj, los dos meses, y, si en septiembre tampoco se abstienen para salvar a España de los independentistas, llevaré al país a unas nuevas elecciones en octubre. Comicios que, según sus augures, terminarán de esmagar a Podemos, harán que Rivera pase a ser irrelevante y que el PP ahogue a Casado. Y Sánchez volverá a ganar para pasmo de todos esa segunda vuelta. Yo, mí, me, conmigo.