La gestión de Mariano Rajoy frente a la crisis catalana no le está dando réditos ni siquiera entre sus propios votantes antinacionalistas. En unas elecciones generales anticipadas, Ciudadanos arrebataría más de un millón de votos al PP y ganaría 31 escaños en el Congreso de los Diputados, sumando 63 diputados, mientras que el Partido Popular perdería 26 parlamentarios y se quedaría en sólo 111.
Ésta es la estimación del Observatorio Continuo de Jaime Miquel y Asociados (JM&A) para Público, elaborada mediante un desk research que pondera todos los sondeos efectuados recientemente –incluido el CIS– en función de sus datos técnicos y su ámbito territorial. El sociólogo hace los cálculos a partir de una prognosis de participación electoral, lo que le permite predecir incluso el número de votos exacto de cada formación, así como las transferencias de votantes entre unos y otros partidos políticos.
Como se puede ver en la tabla completa (más abajo) de los resultados estimados por el gabinete demoscópico JM&A, el PP se deja otro millón y medio de votos (5,4 puntos) por el camino del segundo mandato de Rajoy, de los que alrededor de 1.100.000 van a parar a C’s; mientras que PSOE y Unidos Podemos (UP) pierden menos porcentaje de votantes que el aumento de la abstención prevista: uno de cada tres electores censados no acudiría a una nueva cita con las urnas o depositaría un voto nulo.
Toda la ganancia de C’s corresponde a votos desde el PP
La tabla de transferencias del informe completo de JM&A muestra que todo el crecimiento de Ciudadanos corresponde exactamente a su captación de votantes del PP decepcionados con la gestión del Gobierno frente al proceso soberanista de la Generalitat. Aunque C’s gana más diputados de los 26 que pierde el PP a causa de los redondeos de la ley d’Hondt en las circunscripciones provinciales pequeñas, donde unos pocos cientos de votos pueden decantar el reparto de escaños.
En cambio, los temores en Podemos de que la postura de Pablo Iglesias sobre Catalunya –apoyando el derecho a decidir de los catalanes y un referéndum pactado– perjudique a la formación morada, no se materializan: sólo perdería un 3,4% de sus votantes (cayendo únicamente una décima en el porcentaje de votos válidos), en un escenario de un descenso de dos puntos de la participación –que quedaría en un exiguo 67,8%, similar a la de las primeras elecciones generales tras la dictadura, en 1979 (un 67,43% de participación)–.
Unidos Podemos perdería tres escaños y se quedaría en 68, todavía cinco por encima de Ciudadanos, cuyo anunciado sorpasso en algunas encuestas no llegaría a producirse. En total, la derecha sí ganaría peso en el Congreso, pero PP y C’s sumarían 174 escaños y no podrían alcanzar la mayoría absoluta (176) ni con el diputado de Coalición Canaria, de forma que volverían a depender del apoyo del PNV –que subiría un escaño, hasta los seis– para aprobar los Presupuestos.
Por su parte, el PSOE vería reducida su cosecha electoral en casi un 6% –aunque sólo caiga 6 décimas en porcentaje de votos válidos–, pero únicamente perdería cuatro escaños –uno más que UP, pese a casi duplicar su caída en votos–, también como consecuencia de la falta de proporcionalidad del sistema electoral.
En Catalunya, Esquerra Republicana se reforzaría –ganando un escaño hasta reunir diez– y el PDECat se mantendría en los 8 diputados pese a perder el 11,5% de sus votantes y quedar más de 110.000 votos por detrás de ERC.
En conjunto, explica el propio Jaime Miquel: «Los partidarios de la aplicación del artículo 155 y la gran mayoría de los independentistas catalanes creen que son iguales todas las banderas españolas que se ven en estos días, y no es cierto. Muchas son de demócratas españoles exigiendo soluciones consensuadas, un fenómeno nuevo que es concurrente con otros que visten de blanco y que asegura la normalidad democrática de la sociedad o el concepto Cameron en el medio plazo», en referencia al premier británico que accedió al referéndum de Escocia.
Pero aún más importante es que, según Miquel, «los sucesos de Catalunya están actuando como un factor acelerante del final del postfranquismo. Lo hemos dicho de todas las formas posibles: que esto ya es el Titanic, que es como la URSS, que como el toro de Tordesillas, que esto se llama postfranquismo y se termina. Porque un Estado español autoritario es impopular en la Unión Europea y en España, y caerá más pronto que tarde: aquí queremos funcionar como los franceses o los alemanes, no como los turcos».
El PP cae en Andalucía, Madrid, Catalunya y las Castillas
En cuanto a los resultados por comunidades, el PP cae mucho en Andalucía (donde pierde 4 escaños), Madrid, Catalunya (donde se queda con sólo tres puestos de los 47 en liza), Castilla-La Mancha y Castilla y León (donde pierde tres diputados en cada una). También pierde dos parlamentarios en el País Valencià, en Galicia, en Canarias y en Aragón.
En Catalunya, los escaños perdidos por el PP se reparten bastante –una vez más, a consecuencia del sistema electoral–, y dan un diputado más al PSC, otro a C’s y otro a ERC. Pero, en general, es Ciudadanos el que se beneficia en casi toda España de la debacle de Rajoy, que hace caer al PP casi al nivel de 1989, las primeras generales en las que se presentó con esas siglas, después de Alianza Popular.
Mientras tanto, Ciudadanos capitaliza su dureza contra los nacionalistas catalanes, con fulgurantes ascensos en Castilla y León, Andalucía (5 diputados más en cada una), Castilla-La Mancha (+4) y Madrid (+3).
Todos los resultados están, pues, mediatizados por la cuestión catalana. Miquel subraya: «Manuel Castells explica que la reciente entrevista entre Rajoy y Trump ha transformado el procés [soberanista catalán] en una protesta de la sociedad en red del primer mundo ante el autoritarismo. Lo que significa que esta percepción exterior, favorable a lo que ya es una protesta global, se ha intensificado después de las imágenes de violencia policial del 1-O. Este marco es nuevo«.
Además, continúa Miquel, «el Banco de Sabadell y CaixaBank han liderado el traslado de las sedes sociales de las grandes empresas radicadas en Catalunya a otros lugares de España; todo un mensaje al mundo. Esto nos enseña que una cosa es el poder representativo, que determina la actualidad política, y otra cosa son los poderes reales, que determinan el devenir de los acontecimientos. La secesión al modo revolucionario no existe en la política real de la Unión Europea».
Ante los planes de ejecución del Artículo 155 de la Constitución, el sociólogo que dirige el gabinete demoscópico JM&A, sostiene:
El escenario no pinta nada bien para PP y PSC tras el 155
«Ya se ha desencadenado la acción judicial y policial del Estado y esto tiene que producir detenciones, inhabilitaciones, encausados y encarcelados, algo que tampoco es normal en la Unión Europea. La pregunta a hacerse es si la sociedad española del siglo XXI va a tolerar una convivencia violenta, judicial y policial, y la respuesta es que no: la mayoría social española es demócrata de sello UE».
“No veo elecciones de ninguna clase. Puigdemont no va a convocar elecciones autonómicas. Si las convoca el Gobierno de Rajoy mediante el 155, no concurren ni los Comunes [la filial de Podemos en Catalunya]; si las convoca Puigdemont, como constituyentes, serían ilegales y estaríamos ante otro 1-O”, concluye Jaime Miquel.
No obstante, es indudable que a medio plazo acabarán celebrándose elecciones autonómicas en Catalunya y ese escenario no pinta nada bien para el PP, partido que ya perdía la mitad de sus escaños –según las últimas estimaciones de JM&A– antes de que Rajoy anunciara la intervención de la Generalitat, ni para el PSC, fracturado y con dimisiones de importantes dirigentes a causa del apoyo del PSOE a la apliación de la versión más dura del artículo 155.
Y en el largo plazo las perspectivas son todavía peores para los dos grandes partidos que se han repartido el poder durante los 40 años de régimen bipartidista tras la Constitución del 78:
Este gráfico por generaciones demuestra que los nuevos Podemos y Ciudadanos no sólo cuentan con una ventaja aplastante sobre los viejos PSOE y PP entre los votantes españoles hasta los 45 años de edad –los que en no mucho tiempo decidirán quién ostenta el poder político–, sino que también los ganan claramente en la generación de hasta 57 años. Es decir, los dos «grandes» sólo se mantienen ya por encima de los demás gracias que gozan de una mayoría abrumadora del voto de los jubilados.
En consecuencia, el declive de PP y PSOE se acelerará en las citas con las urnas de los años venideros y el liderazgo político de España se dirimirá entre las formaciones emergentes.
