«A Ciudadanos le basta con emitir un mensaje: ´Roque Ortiz, dimisión´. A partir de ahí, espera a ver qué hace el PP… y el PSOE. Ni siquiera ha puesto plazo a esa petición de dimisión. Cuanto más tarde en producirse, mejor para sus intereses, más se habrá cocido el PP»

 

La novela Los audios de Roque tiene un final cantado: dimisión del protagonista. Ésta puede ser voluntaria o forzada. La variable sólo está en el adjetivo. Si es voluntaria, el PP atenuará daños; si es forzada, asistiremos de nuevo a un replay del caso PAS.

Repasemos lo aprendido. Ciudadanos, el partido bisagra, exige la dimisión del presidente del Gobierno popular, sin mayoría absoluta. Éste se niega a dimitir. Mientras tanto, el PSOE presenta unilateralmente una moción de censura. El PP cree que no será apoyada por Ciudadanos y, por tanto, resiste. Pero veinticuatro horas antes de la votación llega el mensaje fatídico de los de Rivera: dimisión o apoyo a la moción. El dilema es: ¿quiere perder el PP el Gobierno para defender a su presidente, que igualmente caerá, o prefiere aparcar al presidente para mantener el Gobierno? La respuesta es obvia: dimisión, y a seguir.

El caso Roque Ortiz es un calco. Ciudadanos pide la dimisión del concejal de lenguaje desenvuelto. Éste se atrinchera en el cargo, su alcalde lo apoya, y ambos esperan a que pase la marea. Por si pasara. Pero el PSOE, segundo partido más votado en la capital, anuncia una moción de censura. Otra vez la misma situación. Si Ciudadanos la apoya, adiós al PP, en el sobreentendido de que los grupos de IU y Podemos (Cambiemos y Ahora) no pondrán pegas al objetivo clave declarado: sacar a los populares del gobierno. ¿Perderá el PP el ayuntamiento de Murcia antes que destituir al concejal de Fomento o prescindirá de éste para seguir en el poder? El antecedente de PAS nos anuncia la resolución del presente caso.

Ahora bien, en las actuales circunstancias, la posición de Ciudadanos es todavía más sofisticada. Y esto porque si declararan públicamente que apoyarán la moción socialista, el asunto quedaría resuelto mañana mismo. Así que esa carta no la sueltan de manera explícita, salvo como versión extraoficial. La oficial es, para que nos entendamos: «Roque Ortiz debe dimitir; si no lo hace, tomaremos las decisiones que consideremos oportunas». Sin concretar qué decisiones serían.

De este modo, todavía transmiten al PP la posibilidad de que no activen ´la decisión final´. Si el alcalde, José Ballesta, sigue concibiendo la esperanza de que la marea descenderá, el asunto se seguirá cociendo en el interior del propio PP, y las grietas que han aparecido en la relación entre San Esteban y La Glorieta crecerán de tamaño. A Ciudadanos le interesa que el PP cruja. Pero en último término, registrada la moción de censura socialista, quedará claro que las ´decisiones oportunas´ a que alude Ciudadanos consistirán en apoyarla si quince minutos antes no dimite Roque Ortiz. Porque no hay otras ´decisiones oportunas´ que contengan un mecanismo más expeditivo.

 

A fuego lento

Ciudadanos dispone de una situación privilegiada en este asunto. Y es legítimo que la aproveche. Sólo le basta emitir un mensaje: «Roque Ortiz, dimisión». A partir de ahí, espera a ver qué hace el PP… y el PSOE. Ni siquiera ha puesto plazo a esa petición de dimisión. Cuanto más tarde en producirse, mejor para sus intereses, pues las consecuencias del caso, una vez que el concejal de Fomento no asumió sus responsabilidades desde el primer momento, han sido:

1. La difusión pública del reconocimiento interno de un funcionamiento clientelista en que se asienta el poder de los populares, expresado sin encontrar reproche o matiz en el alcalde de Murcia, Ballesta, ni en el coordinador general del PP, Miralles, oyentes impertérritos de la singular arenga de Roque Ortiz a los pedáneos murcianos.

2. Poner en evidencia que el alcalde, José Ballesta, ha reaccionado como cualquier político convencional del PP, decidido a defender contra viento y marea y sin un argumentario sensato, por lo demás imposible de elaborar, a su concejal de mayor confianza, amigo y colaborador a lo largo de su trayectoria pública. Ballesta ha quedado marcado por este gesto. Por tanto, en su cartera de méritos hay ya valores básicos que descontar: la lealtad política interna se impone a la lógica política pública. El cambio sustantivo que parecía suponer Ballesta ha quedado en suspenso en un epígrafe fundamental.

3. Tensar las relaciones entre la dirección regional del PP y el gobierno municipal de Murcia con declaraciones cruzadas en las que el portavoz del partido, Víctor Martínez, señala la puerta de salida al concejal, a lo que el alcalde opone la ´independencia´ del grupo municipal para negarse a acatar esa sugerencia. Ni en los tiempos de Valcárcel y Cámara, que eran el perro y el gato que conviven en el mismo apartamento, se había reproducido una indisciplina de tal naturaleza entre los dos centros básicos de poder, Roma y Bizancio. La paradoja es que Ballesta, que no pertenece a la ´vieja guardia´ que acosa al presidente López Miras, se ha revelado involuntariamente como un bastión que mina la autoridad del nuevo aparato del partido.

Ante este panorama, ¿qué prisa puede tener la oposición en sacar de La Glorieta a Roque Ortiz? Ninguna. El PP se castiga a sí mismo, enseña sus costuras, publicita sus miserias, exhibe sus contradicciones y quema en su propia hoguera a quienes se constituyen como sus referencias políticas más sólidas. En el caso de Ballesta, con su propia contribución voluntaria, pues si fuera, como se sobreentendía, un político de vista larga, habría percibido desde el primer instante que su concejal de Fomento es un cadáver político y que mantenerlo en el puesto es un esfuerzo infantil, pues hasta que caiga traerá sufrimiento para su función de alcalde y para su partido, y anula toda perspectiva de renovación en modos y maneras en un espacio, el ayuntamiento de Murcia, que en esa cuestión, hasta ahora, parecía estar a cubierto después de la larga noche de Cámara y sus mariachis. Dar por liquidado el ´error de Roque´ con una petición de disculpas de éste por sus palabras es una ironía, pues en el discurso que hizo ante los pedáneos no hubo exabruptos, insultos o calentones (nada que respondiera a su ´carácter volcánico´) sino una desprejuiciada, razonada y meditada exposición que respondía a una mentalidad incompatible con el desempeño público, de tal manera que, incluso admitiendo el ´error´ de haberla emitido debiera provocar vergüenza en el propio protagonista, un hombre inteligente y culto que seguro ha leído algunos libros de Historia en que se relatan las consecuencias del paternalismo y del servilismo políticos.

Roque Ortiz, para decirlo todo, es un profesional muy bien preparado y un experimentado gestor, pero la política no es lo suyo, según ya constaba desde antes del último caso por su trayectoria anterior, que contiene algún episodio chungo en el que no es preciso insistir. Su propia solvencia personal le ha conducido a actitudes de prepotencia y de desprecio de unas normas elementales, escritas y no escritas, que ni una continuidad forzada podrían ocultar. Él mismo lo admite implícitamente cuando alude a su inadaptación a la ´nueva política´, y lo peor es que de casi todas las frases de las declaraciones posteriores a la difusión de su audio ante la asamblea de pedáneos se deduce su desconcierto e irritabilidad. Su enunciación bíblica acerca de que «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra» es una confesión en aparente modo de disculpa.

Pero aun así, y precisamente por su desentendimiento de siempre acerca de la cortesía en el juego político, Ortiz tiene a estas alturas menos responsabilidad que el propio Ballesta, pues éste no ha sido capaz de leer la trascendencia del caso y ha preferido dilatarlo inútilmente con el resultado previsible de que sólo conllevará desgaste para su figura política. En ese contexto, el de Fomento tal vez debiera despertar, despejar a los moscones bienpagados que lo adulan y salir de su burbuja para compensar a su amigo Ballesta con un gesto imprescindible con que aliviar la posición política en que lo ha situado. Esto significaría largarse cuanto antes. «Cualquier día es bueno para dimitir», ha dicho. ¿Qué tal el lunes, ya que el domingo hay que respetar el descanso del Señor?

Un final anunciado

A todo esto, hay un escenario que no se debe descartar. ¿Y si Ballesta decidiera dimitir junto a su concejal? Podría ocurrir si mantuviera hasta el final su concepción de que el Grupo Municipal del PP es ´independiente´ de la dirección regional de su partido. Si el alcalde se sintiera airado por observar una presión a su voluntad que no procediera de la oposición sino desde San Esteban (sede del Gobierno) y de González Adalid (del partido) podría tomar el camino de enmedio. Vale, parece impensable, y las consecuencias serían tremebundas (incluidas las que afectarían a la imagen del propio Ballesta) pero conviene apuntar todas las posibilidades.

El PP de Rajoy ha anunciado, tras el varapalo que Ciudadanos le ha endilgado en Cataluña y la extensión a las encuestas de un posible ´sorpasso´ nacional, una campaña para contrarrestar al partido de Rivera. La imagen de ´colaboradores necesarios´ empieza a saltar por los aires una vez que compiten a codazos. En esta tesitura, Ciudadanos no va a facilitar las cosas al PP, y menos en el municipio de Murcia, donde el único acuerdo político relevante que han mantenido ambos partidos fue el de la investidura del alcalde Ballesta a cambio de nada y donde los populares han avanzado en la gobernabilidad mediante pactos presupuestarios con el PSOE, aunque el último esté, también a consecuencia del mitin de Roque, en el aire.

La resistencia de Ballesta a hacer lo que tiene que hacer (o, desde otra perspectiva, la de Roque Ortiz a facilitar las cosas a su alcalde) es lo mejor que le podría estar ocurriendo a Ciudadanos, que tiene la sartén por el mango y está dispuesto a ponerla al fuego para hacer el huevo frito, pero se toma paciencia para que antes de tener que recurrir a esto, el huevo del PP se cueza a fuego lento. En el PP conocen muy bien el propósito de Ciudadanos, que les ha sido comunicado informalmente como advertencia. Pero los de Rivera no tienen prisa en hacer oficial el lema que recitaba ayer la portada de este periódico («La cabeza de Roque o la moción de censura»), pues creen que facilitaría las cosas al PP regional ante Ballesta, y aspiran a que, en la secreta esperanza de que la moción de censura no prospere, el alcalde todavía se desgaste más, tanto en su imagen de gestor político ´diferente´ como en sus relaciones internas de partido, que tienen la derivada de poner en cuestión la autoridad política del equipo de López Miras.
Ciudadanos tiene escrito el final, pero aspira a que, aparte de la dimisión de Roque, el trayecto hacia él traiga todavía más ruina al PP. Se lo ponen fácil.

 

 

 

FUENTE: LAOPINIONDEMURCIA