CÉSAR CALDERÓN
Vox es una bendición para la izquierda. En medio de una campaña electoral en la que los votantes madrileños de izquierdas, que los hay, se sentían tan cabreados con el gobierno central de PSOE y Podemos como alejados de unas elecciones que consideraban perdidas de antemano, la alegre muchachada de Abascal ha conseguido lo impensable, llamarles a filas regalándoles dos elementos clave para acudir a las urnas, una razón para votar y una esperanza (lejana, pero esperanza al fin y al cabo) de victoria.
Cuando se trabaja la capa estratégica de una campaña electoral, lo más complicado es encontrar lo que los norteamericanos llaman la “reason why”, la razón que ha de llevar a los ciudadanos a escoger la papeleta de tu candidatura en lugar de otra.
La “reason why” es la piedra angular de cualquier campaña electoral, ya que sobre ella descansa toda la carpintería electoral: impregna lemas de campaña, carteles, mítines, argumentarios y debates, y debe condensar en muy pocas palabras el espíritu del partido y del candidato, además de conectar con los intereses y anhelos de los votantes.
Ha de ser sencilla (que no simple), comprensible y movilizadora, diferencial respecto a las de otros partidos y sobre todo poderosa.
Intervenciones intolerables
Pues bien, la izquierda madrileña no poseía una “reason why” que cumpliera todos esos requisitos y por tanto las diferentes campañas de los 3 partidos en los que se divide en Madrid estaban pasando con más pena que gloria… hasta que Rocío Monasterio acudió puntual al rescate y decidió, en una serie de intervenciones absolutamente intolerables y antidemocráticas, regalar a Pablo Iglesias una razón para levantarse de la mesa de debate y al resto de la izquierda madrileña una poderosa razón para acudir a las urnas: La lucha contra la extrema derecha.
Pero Monasterio no se limitó a aportar a la izquierda madrileña una razón para movilizarse, no. No se quedó ahí. Monasterio, además de eso, consiguió algo objetivamente meritorio: unir a toda la izquierda madrileña con un mismo objetivo (algo que no se producía desde comienzos del siglo pasado) inyectando de regalo a esa izquierda melancólica y deprimida con un poderoso virus, el virus de la esperanza.
Un virus que ya están tratando de inocular a la ciudadanía madrileña con una impostada unidad ante la ultraderecha que, si bien tiene escasas posibilidades de triunfo, sí que va a poner cuesta arriba lo que se presumía una recta final de campaña plácida y relajada para Isabel Díaz Ayuso antes de saltar por los aires.
Personalmente, estoy absolutamente convencido de que de haberse producido todo esto antes de la caída de la extinta URSS, tanto Monasteriocomo Abascal habrían sido sin duda dos candidatos muy serios para llevarse este año la Orden de Lénin o en su defecto la medalla como héroes de la Unión Soviética.