El autor desvela, desde dentro, las claves de la disputa por la equiparación salarial de la Policía Nacional y la Guardia Civil con los Mossos. Y las trabas a Jusapol, inductora del éxito.
Durante años el sindicalismo policial no ha sido muy diferente al sindicalismo de cualquier otro gremio en España: connivencia política, prebendas, caciquismo y aparatos fuertes que no permitían la disidencia.
En las FFCCSS esto se traducía en embajadas, ascensos, sobresueldos, y cobros de complementos por destinos que hacía años que no se pisaban.
Los policías estaban hartos, pero al final todos permanecían afiliados a algún sindicato por la protección jurídica, tan importante en una profesión en la que se toman decisiones en segundos que pueden cambiar vidas.
Pero hay momentos en la historia donde una chispa y una conjunción de astros hacen que todo cambie. Así, el hartazgo de un grupo de policías de Seguridad Ciudadana de la Comisaría de Palencia con las tropelías diarias de las que son testigos en su dependencia hacen que nazca Jusapol, una asociación para luchar contra la injusticia de los salarios en España, el único país de occidente donde en una policía territorial se cobra bastante más que en la policía nacional.
La asociación comienza a ganar fuerza justo cuando ocurre algo que dispara el interés de la ciudadanía y medios, y acaba de paso con la poca paciencia que le quedaba a miles de policías.
En Cataluña se produce un golpe de estado, y el gobierno para variar actúa tarde, mal y nunca… con mucho miedo. Acaba mandando a solventar la papeleta a los de siempre, a policías y guardias civiles, que mal dirigidos y peor tratados acaban poniendo la cara para salvaguardar las decisiones judiciales, y de paso para que se la rompan los que manejan un aparato de propaganda que cuesta millones a todos los españoles.
El agravio de los Mossos
Mientras, a apenas cinco metros de ellos, toda España ve cómo policías con un uniforme distinto se ríen y ponen a la democracia al borde del abismo. Y entonces los españoles se enteran de que esos que se mofan del Estado de Derecho, que sirven sólo a una parte de su pueblo y que se pliegan a las órdenes de los poderosos y no de los jueces, cobran 600 euros más que los otros; y la ola de solidaridad con policías y guardias civiles va inundando todas las capas de nuestra sociedad.
Jusapol logra unir entonces a la práctica totalidad de agentes de ambos cuerpos en decenas de manifestaciones, algunas de las cuales se cuentan como las más numerosas de la democracia entre estos profesionales.
Llega la hora de negociar.
El primer problema surge cuando quien tiene la legitimidad (Jusapol), no tiene la representatividad (sindicatos elegidos tres años antes cuando el movimiento por la equiparación salarial no existía, y obtenida en unas elecciones en la que se ofrecen todo tipo de regalos, desde teléfonos móviles hasta relojes por ir a votar).
Jusapol arrasaría
Todo el que hoy pise una comisaría o cuartel sabe que si hoy se celebraran elecciones y Jusapol se presentara, arrasaría, de ahí la legitimidad… y el resto de sindicatos prácticamente desaparecerían.
Entonces empieza a funcionar la política, y los maquiavelos cobran protagonismo. El partido del Gobierno ve como su gestión en Cataluña le puede suponer una sangría de cientos de miles de votos, y los sindicatos ven como miles de afiliados comienzan a darse de baja, algo hay que hacer.
El gobierno sabe que Jusapol tiene toda la fuerza de la inmensa mayoría de la sociedad detrás, y por lo tanto es malo sentarlo a la mesa para negociar, podrían pedirlo todo y habría que dárselo.
No hay margen de maniobra, desde hace tiempo Albert Rivera y el responsable de Interior en Ciudadanos, Miguel Gutiérrez, se han puesto hombro con hombro con los policías en esta lucha y han dado un ultimátum: o hay 500 millones para la equiparación o no hay presupuestos.
Como quiera que el PP necesita imperiosamente sacar adelante esos presupuestos, que los sindicatos acepten negociar ya es de por sí estúpido, es colocarte en una posición de debilidad siendo fuerte.
Pero los sindicatos no son fuertes, y al igual que el gobierno, necesitan sacar adelante un acuerdo que haga creer que lo que se obtenga se lo deberemos a ellos (si es que alguien se puede creer eso a estas alturas), así que aceptan sentarse para buscar un acuerdo.
La negociación
Cualquiera con dos dedos de frente comprende que todo lo que ofrezca el gobierno es gracias a la presión de Jusapol, aunque el rédito se lo quieran llevar otros. El PP ha gobernado muchos años el país, y los sindicatos llevan ahí toda la vida sin que jamás hubiera habido un avance en esta materia hasta que aparece Jusapol en escena.
La negociación, circunscrita a organizaciones representativas/gobierno pasa a ser el típico juego de trileros político/sindical de toda la vida en este país:
Pedías 15 pero yo sólo te voy a dar 10.
Primero te ofrezco 5, tú haces como que te indignas y luchas, entonces yo te ofrezco los 10. Yo ahorro 5 y tú presumes de que has sacado 5 más. Dos partes débiles intentando salvar sus blandas posaderas de sillón, a costa de todos aquellos a los que dicen representar.
Sólo el sindicato minoritario ASP se sale de la unidad de acción ante estos hechos. A partir de ahí entra la vieja política de siempre en escena: el miedo y el “divide et impera”. Lo primero que hace el gobierno es lanzar un mensaje a todos los satélites mediáticos con dos palabras claves: “acuerdo histórico”, así se fuerza a que los policías digan sí, o se arriesguen a perder el favor de la ciudadanía (si el acuerdo es histórico y dicen no, ¿qué coño quieren estos?).
Los sindicatos por su parte comienzan a lanzar el segundo mensaje del miedo: si no lo cogemos, nos quedaremos sin nada, es la última oferta. Condicionan así cualquier votación.
La división
Los policías empiezan entonces por primera vez a dividirse, hay un legítimo miedo a perderlo todo, sobre todo en aquellos agentes con cargas familiares.
Esta última premisa es una estupidez en tanto en cuanto los presupuestos no van a depender de esa supuesta votación, sino de que Ciudadanos diga sí o no, y sólo dirá sí, si hay 500 millones, así que es imposible quedarse sin nada, o al menos esa posibilidad no depende de la votación sindical.
Ciudadanos convoca a sindicatos, Jusapol y resto de plataformas para explicarles que no habrá presupuestos si no hay el dinero (por lo tanto no hay nada que negociar a la baja), pero los sindicatos no van, a esa misma hora deciden reunirse y alinearse con el Gobierno, traición consumada.
Jusapol ha cometido errores en su corta trayectoria, es lógico en un movimiento que crece tan rápido en tan corto espacio de tiempo. Desde la Plataforma Una Policía para el S.XXI de la que yo mismo soy Coordinador General y que propone un cambio de modelo policial se han señaladoalgunos, pero sería profundamente estúpido no aceptar que el espíritu de unión en la lucha que han conseguido era algo que no se había visto nunca antes, y en este estado de la cuestión, lo que tocaba, gustara más o menos, era ponerse detrás de ellos y darles la voz cantante en la negociación, pues detrás de ellos estaba la fuerza.
La ‘traición’
Tienen en su mochila muchos más aciertos que errores, y han logrado ir venciendo batallas sin ningún tipo de liberación o prebenda, robando tiempo a sus familias.
Si los sindicatos se hubieran alineado con ellos aceptando perder protagonismo se habría conseguido todo, teniendo en cuenta que se contaba además con la baza de tener a tu lado al partido de la oposición del que depende el resultado final de la negociación.
El último escándalo sobrevenido es que ahora los sindicatos sólo van a permitir votar el sí o no al acuerdo a sus afiliados, dejando fuera a una ingente cantidad de policías y guardia civiles; y el gobierno, conchabado con ellos, no va a proponer ninguna fórmula para que todos puedan acudir a refrendar o no lo pactado, lo que convierte el plebiscito en ilegal a todas luces, y saca de la decisión final a los miles de policías que se han dado de baja de las diferentes organizaciones en los últimos meses, y que seguro votarían no.
Una votación escandalosa
Por no hablar de que las malas lenguas ya cuentan que el sistema sí permitirá votar a los policías alumnos de la Academia de Ávila que aún no son funcionarios de carrera, y que se preafilian en masa para obtener los regalos que los sindicatos ofrecen.
Uno entiende que en un congreso para elegir por ejemplo, candidato a Secretario General de una organización, sólo voten los afiliados a esa organización, pero no en algo que afecta a todo el colectivo.
¿Se imaginan que en un referéndum propuesto por el gobierno de la nación sólo se permitiera votar a los afiliados a los partidos políticos? La unión hace la fuerza, y con esa fuerza hubiéramos sido invencibles, pero nuestros representantes, políticos y sindicales, tenían otros planes: la maquiavélica viejapolítica de toda la vida.
En un par de años habrá elecciones generales, también al consejo de la policía, y ya saben: Roma no paga traidores.
FUENTE: ESDIARIO