VICTOR RUIZ DE ALMIRÓN

 

En la calculadora electoral de Pedro Sánchez todo ha salido como estaba previsto. Un crecimiento de su partido combinado con una fractura en la derechaque le permitiese, en primer lugar, una posición de clara hegemonía respecto a Podemos, algo hasta ahora en duda y, por otro lado, situarse como primera fuerza.

Con la aritmética que han arrojado las urnas no hay otro candidato viable para una investidura. Pero el resultado no ha terminado de ser perfecto para las aspiraciones que tenían los socialistas. Dos han sido los factores que se han alejado del escenario idóneo que manejaban los socialistas, siquiera en el terreno de las diferentes hipótesis.

El primero es que la suma anhelada junto a Unidos Podemos y PNV se ha quedado en 172 escaños. Lo que obliga a algún tipo de participación de los diputados de ERC, aunque sea en forma de abstención. Además deberá alcanzar acuerdos puntuales para sumar a los dos diputados de Coalición Canaria y al diputado del Partido Regionalista de Cantabria. La parte positiva de esta dependencia de otras fuerzas más allá de la de Pablo Iglesias, explican en el PSOE, es que se evita que todo dependa de Unidas Podemos, algo que daría más fuerza a esta formación para demandar su entrada en el Gobierno.

Y eso es algo que sigue rechazando Pedro Sánchez, que insiste en su idea de un Gobierno en solitario. La idea de la «geometría variable» que expresó el pasado martes la portavoz Isabel Celaá tiene una ausencia. Y es Ciudadanos. Ese es el segundo elemento que ha fallado en alguna de las previsiones que manejaba Moncloa, que apuntaban a un importante deterioro de Albert Rivera.

Expectativa incumplida

En el ecuador de la campaña, antes de los dos debates electorales, la percepción que se tenía era que Ciudadanos estaba en caída. Desde el entorno del presidente del Gobierno se alimentaba la posibilidad de que Rivera acabase siendo superado por Vox y Unidas Podemos.

Y desde el centro de mando de Moncloa se barruntaba una posibilidad como la más idónea: un buen resultado del PSOE que se combinase con malos datos por parte de Pablo Iglesias y Albert Rivera que impidiese a ambos partidos bloquear su investidura. Pero el resultado final ha sido bien distinto. Al contrario de lo que le sucedió en 2015 y 2016, Ciudadanos ha optimizado mucho mejor sus votos al convertirlos a escaños. Para ello ha sido fundamental ser tercero en la mayoría de circunscripciones, frente a la cuarta plaza a la que se abonó en la anterior cita con las urnas.

Pero Ciudadanos ya ha manifestado que no existe posibilidad de acuerdo con Sánchez. Haberse quedado a menos de un punto del PP ha animado a Rivera en su estrategia de disputar la hegemonía del centro-derecha. Desde la formación liberal ya manifiestan que en la reunión que celebrarán las próxima semana con Sánchez lo único que van a transmitir es que «vamos a liderar la oposición». Desde el PSOE se está rechazando esa pretensión diciendo que Cs «ha perdido las elecciones» y que es Pablo Casado el líder de la oposición.

Los socialistas no quieren perder la posibilidad de tener a Cs como posible aliado en momentos puntuales de la legislatura. Con la tranquilidad además de que la suma con ellos es suficiente. Pero los socialistas empiezan ya a entender que ese camino está cerrado a cal y canto. «Ocurrirá con ellos algo parecido a lo que ha sucedido con ERC y PDECat estos meses. Para Cs pactar algo con nosotros va a ser muy complicado porque sería dar oxígeno al PP», explica un dirigente socialista.

Ese factor de Ciudadanos compitiendo con el PP puede ser a medio plazo una complicación para el PSOE en algunos territorios donde Ciudadanos podía aparecer como un socio potencial incluso para formar Gobiernos. Ese era el escenario que se configuraba para lugares como Aragón, Extremadura y, especialmente, Castilla-La Mancha. Lugares donde los dirigentes socialistas no generan en Ciudadanos el rechazo que sí suscita Sánchez. Por ejemplo ese «veto» a los socialistas ya se ha extendido a la Comunidad de Madrid y a Ángel Gabilondo. Aunque otros dirigentes territoriales confían en que en sus feudos el peso de Cs sea más reducido y sí puedan actuar como bisagra.