ÁNGEL MONTIEL

 
 

La tesis de López Bachero podría resumirse en que la política institucional de Ciudadanos desdibuja su espíritu original. La colaboración en la gobernabilidad, viene a decir, no es incompatible con marcar muy de cerca al PP. No todas pueden ser de cal ni todas de arena, sino unas y otras en su justa medida y sin que por el camino se pierda la identidad de Ciudadanos como partido de centro y regeneracionista

Dicen que ser rico después de haber sido pobre es un gozo que no alcanza las cimas del sufrimiento de quien ha sido rico y deviene en pobre. La cara A de la vida se vive, por lo visto, con menos intensidad que la cara B. Es probable que sea a causa de este efecto por lo que en Ciudadanos estén estos días sin vivir en sí. Y es que la encuesta del CEMOP los ha dejado perplejos. En seis meses han pasado de ser el primer partido de la Región en previsión de voto al tercero, ya ni siquiera el segundo. El regusto es amargo, pero se dulcifica por el hecho de que tanto como primero o tercero, Ciudadanos es un partido decisivo para conceder el poder a otro o para compartirlo con él. Esa es la única satisfacción: son bisagra, y están en disposición de poner un precio al engrase. Pero el pánico se acumula, porque las encuestas les anuncian que un día están arriba y el siguiente, un poco más abajo, es decir, que su crecimiento no es sostenido, que es verdad esa construcción tópica de que vivimos en un tiempo político volátil en el que ellos son la hoja otoñal que más se deja acunar por los vientos.

La encuesta del CEMOP, sea cual sea su credibilidad, traslada un problema para los partidos políticos, sean o no beneficiados por ella, y es que los cuatro con representación parlamentaria concertaron adjudicar la demoscopia institucional a dedo a este instituto (o lo que sea), de modo que no pueden replicar a su dictado como suelen hacer los perjudicados cuando se trata del CIS, pues se interpreta que éste es un órgano controlado por el Gobierno. En la Región de Murcia, el CEMOP es un órgano controlado por el Gobierno y la oposición, lo que sitúa a sus gestores en una posición de invulnerabilidad a la crítica (al menos ante los partidos políticos), de ahí que Ciudadanos, antes arriba y ahora menguado, tenga que acatar el dictado sin rechistar. Pero rechistan por dentro, y es que el CEMOP no es la única referencia que los retranquea electoralmente. La encuesta previa encargada por IU, con un muestreo similar al de la oficial de la Asamblea Regional, los coloca en una posición de retroceso sobre la hegemonía que el CEMOP certificó hace seis meses y el CIS, cierto que con un muy escaso cupo de consultas, hace pocas semanas.

La causa general del reacomodo en el hit tiene explicaciones básicas: desde el último muestreo del CEMOP han cambiado algunas cosas, como el signo del Gobierno central, el volantazo en la dirección nacional del PP, la retirada de Rajoy y el asomo de Vox. Pero esto no lo explicaría todo en la Región de Murcia, donde esos efectos no han servido para impulsar significativamente al PSOE o al PP, que se enseñorean por encima de Ciudadanos no tanto por sus respectivos crecimientos sino por la cesión del empuje de los naranja.

Cualquiera diría que Ciudadanos no se puede quejar. De cuatro diputados, los que ahora dispone, pasaría a nueve, más del doble. Espectacular, sí. Y más, no ha perdido su valor de prenda decisiva: el PP lo necesitaría para seguir gobernando, e incluso el PSOE con una leve variación a su favor, un solo diputado más que obtuviera sobre los que le adjudica la encuesta. Pero respecto al anterior sondeo, ya digo, Ciudadanos pasa de la primera casilla a la tercera. Y en Centrofama, donde se domicilia su sede central, se preguntan dónde está el misterio, aparte de lo antes apuntado en relación a la política nacional, un análisis excesivamente obvio que ocultaría profundas deficiencias autóctonas.

La respuesta es un nombre: Miguel Sánchez. El portavoz parlamentario lleva ya un largo tiempo funcionando por libre. Actúa a su modo, muchas veces para sorpresa de la dirección del partido, de la que él también forma parte, pero a la que no se somete, a veces ostensiblemente. A esto contribuye el peculiar sistema de organización de Ciudadanos, un partido sin un líder claro. Sánchez lo es, pero sólo a efectos parlamentarios, y ya desde el principio es dudoso que concierte al resto de los diputados; por el contrario, es bien sabido que el Grupo Parlamentario de Ciudadanos apenas se atiene a disciplina interna alguna, y menos a la que pueda imponer su portavoz. Si hasta ahora no se han producido disidencias en la formulación de los votos debe haber sido por una prudente actitud de contención de unos y de otros. El clima interno se calienta por momentos, pues uno de los diputados del grupo, Juanjo Molina, ya ha anunciado en el interior del partido su intención de concurrir a las primarias para competir con Sánchez por la candidatura a las autonómicas de 2019.

De un tiempo a esta parte, Miguel Sánchez lo vota todo con el PP. No sólo los presupuestos autonómicos, sino leyes que, a juicio de algunos dirigentes de Ciudadanos, no pueden ser compartidas en todos sus términos por un partido de centro, como la relativa a la llamada de Protección de la Familia con el añadido de que el aborto no es un derecho, facturada a las puertas de la UCAM; o la de Aceleración Empresarial, polémica incluso en su propio encaje en el conjunto legislativo general, y que Sánchez avaló haciéndose una foto con el presidente de CROEM, Albarracín, en la propia sede de la confederación empresarial ante las siglas de la patronal, que pasa por ser la redactora de los artículos del texto; y finalmente, dio el visto bueno a la creación del ARCA, la también polémica ley sobre creación de una agencia autónoma sobre medio ambiente con la que atajar las estructuras internas de la Administración regional. Hay quien dice en Ciudadanos que «Miguel firma las leyes del PP sin haberlas leído».

Sí a todo al PP. De hecho, es obvio que Miguel Sánchez mantiene un trato más fluido con el presidente de la Comunidad, López Miras, y sobre todo, con el portavoz parlamentario popular, Víctor Martínez (con ambos cerró el pacto para la aprobación de los presupuestos en un almuerzo en Casa Ignacio, en Los Ramos), que con los dirigentes de su propio partido, de los que sospecha que conspiran para buscarle un sustituto en la lista de 2019. Sánchez se siente fuerte en su autonomía como portavoz parlamentario, dada la singular estructura de Ciudadanos y porque en razón de ese cargo tiene línea directa con José Manuel Villegas, número dos de Rivera, aunque hay quien asegura que a consecuencia de la exclusividad de esta relación a veces reproduce lo que aquel le dice y otras se lo inventa para investirse de autoridad. Me lo ha dicho Villegas, punto redondo.

El malestar sobre la política de Sánchez lo ha expresado esta semana con toda claridad, aunque con la prudencia de las abstracción de referencias concretas, Miguel López Bachero a través de un artículo publicado en el colega de la mañana. Curiosamente, el análisis de quien hasta hace pocos meses formaba parte de la dirección regional de Ciudadanos, fue emitido antes de que se hiciera pública la encuesta del CEMOP, pero avanzaba el impacto que ésta iba a provocar en la organización. La tesis de López Bachero podría resumirse en que la política institucional de Ciudadanos desdibuja su espíritu original. La colaboración en la gobernabilidad, viene a decir, no es incompatible con marcar muy de cerca al PP. No todas pueden ser de cal ni todas de arena, sino unas y otras en su justa medida y sin que por el camino se pierda la identidad de Ciudadanos como partido de centro y regeneracionista, que es como se presentó inicialmente ante el respetable.

Es muy llamativo que la primera persona que distribuyó en las redes sociales este artículo fuera Valle Miguélez, algo así como la secretaria de Organización de Ciudadanos, lo cual indica que la dirección regional comparte esa impresión de López Bachero, quien es obvio que, aunque ya no esté en la dirección, representa el prototipo canónico del modelo Ciudadanos.

Ciudadanos crece notablemente en las encuestas, y ya pocos dudan de que será decisivo para el gobierno de esta Región, no ya como hasta ahora mediante el plácet al partido mayoritario sino como parte integrante del Ejecutivo que resulte. Pero hay un sentimiento de estupefacción derivado de la rebaja de las expectativas, sobre todo en un momento en que la organización parece reforzada, la militancia es creciente y el resto de los partidos presentan causas de declive por unas u otras razones. ¿Qué nos ha pasado?, se preguntan después de haber transitado de ricos a pobres en las encuestas. López Bachero lo ha respondido incluso preventivamente: en la Región, Ciudadanos no está acentuando su identidad sino contribuyendo a apalancar al PP con una política que no se compensa con una crítica nítida.

Ciudadanos se ha llevado un chasco al pasar de la primera a la tercera plaza. Miguel Sánchez, quien con PAS era el demonio, ha pasado a ser el mejor aval de López Miras. Y su política, poco diferenciada, es la que ha degradado las expectativas del partido. Dicen voces significativas del mismo. Empieza la cuenta atrás.