LEOPOLDO ABADÍA
Recibo un comentario a alguno de mis artículos reproduciendo unas declaraciones de Michael Jordan, a quien califican como el mejor jugador de basket de todos los tiempos: “He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para tirar el tiro que ganaba el partido y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso que tengo éxito”.
No me gusta el basket y por eso no había seguido la carrera de este hombre, que es impresionante.
Leo su biografía y me encuentro con que fue entrenado “por el mítico Dean Smith”. Michael es alto, no un gigante, pero Dean, “el mítico”, es bajito. Y siendo bajito, lo ponen como un plus en la carrera de Michael.
En el momento en que despliegas las antenas, te enteras de muchas cosas que te habían pasado desapercibidas: que Michael fracasaba mucho, que le entrenó un tal Dean Smith, que de ‘un tal’ no tenía nada, porque era un auténtico crack.
Y cuando te metes en este terreno, empiezas a ver que hay unos señores por ahí que, en cuanto los conoces, empiezan a darte lecciones sobre lo que es importante y lo que no. Y descubres que muchas cosas que a ti te parecían importantes no lo eran en absoluto y que aquel señor que solo sabía jugar al basket era una máquina viviente de enseñanza.
Hay que aprender de la gente. De todos.
Vuelvo a España. Hay que aprender de Mariano Rajoy. Hay que aprender de Pablo Iglesias. Hay que aprender -¡horror!- de Santiago Abascal. Hay que aprender de…
Y en los puntos suspensivos poned a todos los que circulan a nuestro alrededor, próximos como ese nieto al que no conseguimos entender, o lejanos, como ese político, ese financiero, ese espía, que nos cae gordo, como cae gordo a mucha gente ‘normal’.
No estoy diciendo que lo que hacen estas personas sea copiable. A veces aprenderemos de ellos, deduciendo lo que no hay que hacer.
Cuando veo a políticos que, después de mil años en el poder pierden las elecciones y con ello la pérdida de lo que les daba de comer y, además, la pérdida de lo que daba de comer a 23.899 personas con sus familias respectivas que hacían un trabajo inventado y empiezan a amenazar con manifestaciones y escraches porque han ganado ‘los otros’, aprendo que, si es verdad que soy demócrata, eso no se puede hacer. Hay una solución que también aprendo: decir que soy totalitario, que me encanta la dictadura y que acepto las votaciones siempre que gane yo. Sería un detalle de honradez.
En este último caso, habré aprendido a no mentir, a decir la verdad. Y como en el mundo hay gente ‘pa tó’, no seré el único que haya aprendido. Y habrá gente que me aplaudirá y si me presento a unas elecciones, votarán democráticamente por mí.
Un amigo mío suele decir que es muy distinto ver los toros desde el tendido y torear.
Cuando uno lleva toreando muchos años con la plaza llena de amigos que gritan ‘olé’, haga lo que haga, porque les ha regalado la entrada a la corrida y, además de la entrada, el taxi en que han ido a la plaza y el puro que se están fumando porque una corrida sin puro no es corrida aunque esté prohibido el puro y la corrida y a ese, que puede ser esa, le dices que, a partir de la próxima feria le aplaudirán a otro torero otros amigos -los suyos- y a él no le aplaudirá ni su padre y sus 23.899 amigos tendrán que pagarse la entrada, pues se enfada y escrachea. (¡Buen párrafo, sí señor!).
Por supuesto, repitiendo la palabra “democracia” muchas veces y poniendo cara de que él ha sido siempre demócrata, sobre todo durante los mil años que ha estado en el poder.
En un Colegio Mayor de Barcelona, pusieron en funcionamiento hace años una organización estudiantil a la que llamaron ‘la SETA’, ‘Sociedad Espectadora de Trabajos Ajenos’. Empezaron por el jardín del Colegio Mayor, que solían cuidar ellos mismos. Mientras uno regaba, los demás le iban dando consejos: “un poco más a la derecha, menos agua a esas flores…” Luego salieron a la calle y empezaron a dar consejos a personas que hacían zanjas, instalaciones eléctricas, etc. El asunto fracasó porque una cosa era dar consejos en broma a tus amigos y otra, hacer lo mismo con personas que están trabajando en serio, a pleno sol, que se pueden molestar. Y se molestaban.
Me he acordado de la SETA al ver el vuelco político en Andalucía y a la pobre Susana diciendo que va a pasar a la oposición, o sea, a contemplar los trabajos ajenos diciendo lo que habría que hacer y cómo habría que hacerlo. Debe ser durísimo, pero eso es la democracia.
Y cuando leo que a los perdedores no les ha gustado lo que la gente ha votado y está convocada una manifestación feminista en contra y otra del Sindicato Andaluz de Trabajadores para rodear el Parlamento en protesta “contra la presencia de la ultraderecha”, pienso que estas señoras y estos señores creen que están en Alemania en 1933, cuando Hitler fue nombrado Canciller. Y me digo: allá ellos.
Pero cuando leo a Susana, la que se ha quedado sin sillón, animando a “combatir a la derecha que ha blanqueado y dado protagonismo en las instituciones al franquismo político”, pienso que esta moza se acuerda de cuando mandaba y de unas 23.899 personas a las que les entusiasmaba su gobierno.
Y que, gracias a Franco, tiene argumentos para hablar. Porque si no, tendría que reconocer la verdad.
Que alguien se ha cansado de ella
Ocurre en las mejores familias.