En quince días, después de la cumbre del G-7 en Biarritz, Italia ha regresado a Bruselas para hacerse cargo de la cartera europea de Economía, Matteo Salvini, el aventurero que soñaba con Mussolini y recaudaba dinero en Moscú, ha salido volando por una ventana del Viminal (palacio romano en el que se halla la sede del Ministerio del Interior), el goliardo Boris Johnson ha entrado en arenas movedizas, y el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, el halcón que ansiaba una guerra con Irán, ha sido fulminado. La secuencia es fascinante.
Las casualidades rigen el mundo, y en ocasiones se ponen en fila india. Entonces vibra una cuerda. Ningún Comité Invisible dirige de manera sincronizada los acontecimientos internacionales, pero los ajustes a los que estamos asistiendo, aun siendo muy dispares y obedeciendo todos ellos a las respectivas dinámicas nacionales, presenta un común denominador: un cierto repunte de la prudencia.
En Biarritz seguramente no se pactó nada, pero se pusieron en común los temores de la tecnoestructura europea, norteamericana y japonesa. Parece como si se estuviese emitiendo un mensaje a los más duros del western mundial: cuidado con pasarse de rosca. Da la sensación de que la consigna es aminorar riesgos. Diríase que se están adoptando algunas precauciones –retorno de Italia a la matriz europea, intentos de contención del Brexit salvaje, una mínima distensión con Irán, reanudación de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China–, ante la caída del comercio mundial y los riesgos de desaceleración económica, que podría ser intensa en Europa.
Septiembre empieza con preocupación, en las alturas y en la base. El 80% de los españoles ve con pesimismo el curso que ahora empieza, once puntos más que hace un año, según un sondeo de Metroscopia efectuado la semana pasada. Un 85% cree que se aproxima una recesión económica y el mismo porcentaje también cree que España no está preparada para afrontarla. Felipe González, siempre atento a las dinámicas de fondo, lo formulaba de la siguiente manera el pasado domingo en el diario El País: “La sociedad no soportará una nueva crisis”.
Los poderes de este mundo pueden haber llegado a la conclusión de que es necesaria una cierta contención de riesgos ante un horizonte con nubes muy inquietantes. La pregunta entonces sería la siguiente: ¿cuál será la encarnación del espíritu de Biarritz en España?
Si la consiga internacional es prudencia, ¿es prudente la repetición de elecciones en España?
En Moncloa creen que la repetición electoral, pese al actual disgusto del electorado progresista, puede acabar provocando la coagulación de una Mayoría Cautelosa alrededor del PSOE. El enfriamiento de la economía se afrontaría con una mayoría parlamentaria corregida hacia el centro. Se iría a noviembre a buscar una mayoría más bruselense.
Por el contrario, el grupo dirigente de Unidas Podemos intuye que su base electoral se está solidificando y pide combate, porque también ve venir malos tiempos. En los más recientes sondeos no se aprecia un descalabro de UP.
El único que no parece haberse enterado de Biarritz es Albert Rivera.
FUENTE: LAVANGUARDIA