En Zaragoza, como en otras ciudades españolas, la marea de bicicletas y patinetes eléctricos inunda las calles. Esta fiebre de sostenibilidad hace temblar la movilidad de un colectivo que reclama una normativa que respalde su uso responsable. Hablamos de personas ciegas o con baja visión, personas con movilidad reducida u otros colectivos que, en su afán de querer gozar de una autonomía para desplazarse por la ciudad, deben lidiar con estos aparatos en muchos casos mal aparcados, o tirados a lo ancho de la acera (literalmente) por mal uso o por el viento.

No se trata de que la integración de personas con discapacidad prime sobre la sostenibilidad, que como todos bien sabemos es fundamental, sino que exista coherencia entre ambas. Es indispensable una regulación y normativa para la circulación de estos vehículos en nuestras ciudades.

 

 

FIORELLA FUENTES