Rompiendo todos los esquemas, con viento en contra y a lomos de un relato con tintes anti establishment. El 21 de mayo se cumple un año del retorno de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE. Un retorno en forma de relato épico, cual ave fénix, pues aquella pugna se planteó como un enfrentamiento entre las bases y el aparato del partido.
Un año después el PSOE no es el partido roto, acostumbrado al insulto entre compañeros y prácticamente desahuciado de la competición electoral. Ese era el panorama que se dibujó en el final del primer mandato de Sánchez y tras el aciago Comité Federal del 1 de octubre de 2016. Aquel día abrió una etapa de interinidad y dividió el partido por la mitad en una campaña de primarias que se extendió durante ocho meses. A cara de perro.
Aquel 1 de octubre es página negra de la historia del PSOE. No hay nadie que no se avergüence de lo que sucedió aquel día. Lo que explicaría que algunas personas afirman que «todavía no se ha contado todo lo que pasó aquel día», apuntando a episodios de tensión física.
La victoria de Sánchez en las primarias puso fin a esa etapa, pero no ha supuesto el revulsivo necesario para unir al partido y situarlo como clara alternativa al Gobierno del PP. Ninguna de esas dos cosas son a día de hoy una realidad.
La contundente victoria de Sánchez dejó a los críticos noqueados. Se venía de una etapa tan traumática que no hubo fuerza para mantener una estructura de oposición a Sánchez. Además muy pronto se demostró que no había susanismo, sino simplemente antisanchismo. Las primarias otorgaron al líder retornado una legitimidad que desde entonces le ha permitido construir un partido a su imagen y semejanza.
Y ese es uno de los elementos que más se critica en algunos estamentos del partido, que responsabilizan a Sánchez de no unir al partido. «Hizo un Comité Federal y una Ejecutiva sin integración, presentó candidatos para quitar la secretaría general a nuestros presidentes en ejercicio. Eso no había pasado nunca», denuncia un antiguo dirigente.
«El PSOE está muy pobre. Es la mitad del partido. No suma. La imagen que se da es la de un partido tremendamente fracturado», señala otra antigua personalidad del partido.
La mayoría de las personas consultadas expresa que la fractura internasigue siendo la gran responsable de que el partido no recupere vigor. «Tener una herida interna te mata. La gente fuera no se fía», señala un diputado del Congreso que cree que eso «le afecta a su liderazgo muchísimo».
Aquel CIS de agosto de 2017, el primero tras las primarias, en el que Sánchez remontó cinco puntos hasta rozar el 25% de los votos la tendencia ha sido la de un lento declive. El barómetro de hace dos semanas pinchó ese efecto Sánchezy situó al partido en el 22% de voto, por detrás de PP y Ciudadanos. Pero de esa encuesta lo dos datos que han preocupado más en el partido han sido los de la valoración del líder. Un 85% de los encuestados dicen no confiar en Sánchez. Un dato que se sitúa en el 60% si se pregunta a los electores socialistas.
¿Por qué no ha sido capaz Sánchez de trasladar la épica de su victoria a una mejora de su reputación? «A él le ha ido bien mientras duró la batalla interna, pero se ha venido abajo cuando ha tenido que llenar el espacio que debe ocupar un secretario general del PSOE», reflexiona una persona que tuvo altas responsabilidades en Ferraz. «Solo se creció y encontró un discurso en la batalla interna. Sin oposición interna se ha empequeñecido», dice una de las personas que se posicionó en su contra. Pone como ejemplo el discurso: «Ganó las primarias con un eslogan muy bueno que luego nos ha lastrado. El ‘no es no’ ha sido un lastre para luego hacer política», reflexiona esta persona.
Un problema de equipos
La criticada falta de integración se traslada a una configuración de equipos que es muy criticada por quienes no participan de ella. Quienes la cuestionan solo coinciden en «salvar» a José Luis Ábalos, secretario de Organización. «Ninguna de las personas del máximo nivel ha despuntado demasiado. Han ido probando y salvó José Luis Ábalos el resto de lo que nos han propuesto está muy regular», afirma una persona que ha tenido que asumir en el pasado labores de portavocía del partido. «No veo una pauta clara. Da la sensación de que cuando las osas están muy jodidas sacan a Ábalos y ya», manifiesta otro cargo público del partido. «Ábalos es un buen político, está haciendo un trabajo muy bueno», indica una diputada.
Las críticas a quienes acompañan a Sánchez alcanza también a personas que lo apoyaron en su campaña de primarias. «Con el tiempo te das cuenta que la dirección que ha hecho es flojita», asegura un alto cargo de una importante federación.
Sí genera un importante consenso en el partido la posición de Sánchez respecto al articulo 155. Y una antigua dirigente defiende que el PSOE tiene que recolocarse en ese espacio de los «grandes acuerdos» para que Ciudadanos «no le coma terreno». Es una de esas personas quedefiende que había que haber negociado los Presupuestos Generales del Estado. «Prefiero sacar yo la subida de las pensiones a que las saque el PNV», asegura. Una antigua dirigente que defiende que con un gobierno en minoría solo hay dos opciones: «O lo derribamos o lo condicionamos. Y ahora mismo ni derribamos ni condicionamos. Por eso no tenemos ningún papel en el parlamento», lamenta. El papel en el Congreso es una de las críticas más habituales. No por falta de trabajo, sino por no terminar de dar con la tecla que visibilice al PSOE como alternativa. «Tenemos un grupo parlamentario muy extraño, con gente muy enfrentada», dice un veterano dirigente, que lamenta que se nota en exceso la ausencia de Sánchez en su escaño porque «la relevancia te la da el parlamento».
Cataluña y los nacionalismos
La actuación de Sánchez esta semana respecto al 155 merece aplausos práticamente unánimes. «Está siendo extremadamente inteligente», asegura un presidente autonómico.
Pero pese a ello existe preocupación porque el debate esté concentrado en esta cuestión. «Hasta hace nada estábamos defendiendo la plurinacionalidad y ahora mira con lo que estamos», dice otro diputado.
En esto las posiciones varían en función de si hablamos de la España interior o de regiones costeras. Pero sí que incluso en las más habituadas a convivir con el nacionalismo se reconoce que en estos momentos, con la crisis catalana encima de la mesa, «si puede leerse como algo crítico». Y algunas personas sí reconocen que aplicar el 155 a la vez que se gobierna con MES en Baleares o Compromís en Valencia puede ser difícil de explicar en algunas partes de España. Y que la existencia de un partido como Ciudadanos explota mucho esa circunstancia, aunque en ningún caso se defienda la concepción «jacobina» del Estado que representa Albert Rivera. «Tradicionalmente hemos mantenido un discurso integrador del nacionalismo pero que no suponía ningún desafío al Estado», explica una persona con responsabilidades en los mandatos en Ferraz de Zapatero y Rubalcaba.
En la dirección federal también se analizan estas cuestiones, pero el diagnóstico es muy diferente. «Estamos en disposición de ganar, hemos frenado la sangría que vivíamos cuando toda la crisis interna», señala un miembro de la dirección. «El tema catalán ha proyectado a Ciudadanos y Podemos no es un fenómeno pasajero, que es algo que hemos dicho siempre», se defiende otro. «Pero nosotros nos mantenemos bien, las encuestas señalan que hay mucha indecisión y queda mucho para las elecciones», dice.
Ganar las municipales y autonómicas es el reto que se ha marcado Sánchez. La caída del PP no lo hace imposible. «El partido está mucho mejor que hace un año. Vamos a ganar esos comicios en 2019. Tenemos datos muy buenos y podemos ganar en una decena de autonomías» . Este dirigente pide «dejar trabajar a Sánchez, que desde que llegó por primera vez vive sin diez minutos de tranquilidad». ¿Por qué esos buenos datos no se trasladan al voto nacional? Este presidente cree que se debe a que el tema catalán tiene «sobremovilizada a la derecha» y que el PSOE tiene un «agujero en la abstención».
FUENTE: ABC