«La Carta Magna no es el precio que el Gobierno deba pagar para obtener el apoyo socialista, ni el problema causante de la deslealtad del nacionalismo»

 

Se le acaba el tiempo a Carles Puigdemont para contestar al requerimiento del Gobierno sobre si ha declarado o no la independencia. Pero también al Ejecutivo de Rajoy se le agotan las horas para que aclare a qué tipo de acuerdo ha llegado con el PSOE de Sánchez a cambio de poder aplicar el artículo 155 de la Constitución Española.

En esa línea se mueven este 14 de octubre de 2017 los editoriales y tribunas de opinión de la prensa de papel.

El editorial de ABC avisa claramente a Gobierno y PSOE que la Constitución no es moneda de cambio para frenar las ansias de los nacionalistas:

«Sería paradójico que este mismo régimen nacionalista, ilegal y traidor, acabara llevando su pulsión diferenciadora a la mismísima Constitución. Para esto no ha salido a la calle la Cataluña silenciosa. La Carta Magna no es el precio que el Gobierno deba pagar para obtener el apoyo socialista, ni el problema causante de la deslealtad del nacionalismo. Esta crisis no puede acabar con los nacionalistas exhibiendo la cabeza de la Constitución de 1978.»

 

Ignacio Camacho asegura que Rajoy no puede seguir mareando la perdiz con el separatismo catalán:

«El marianismo tendrá que activar los poderes de excepción constitucionales sin más remedio. Si no lo hace deberá asumir el riesgo de que la España de las banderas, la que ha movilizado una inédita oleada de patriotismo, entienda que le toman el pelo. De un modo u otro se tiene que romper esta paz virtual; ni siquiera para la doctrina católica existen ya limbos eternos.»

 

Juan Manuel de Prada recuerda a esos artistas que ahora denuncian el acoso separatista, caso de Joan Manuel Serrat, que se callaron como puertas cuando los vilipendiados eran personas como Albert Boadella:

«Estos artistas e intelectuales progresistas eran ensalzados por doquier, celebrados por las masas cretinizadas y agasajados por los reyes de la tierra, que los presentaban como modelos sociales. Y, mientras ellos se refocilaban en las pocilgas del halago mundano, otros eran triturados, como parias o apestados, ante su olímpica indiferencia (y, en el fondo, con su complacida aquiescencia). No creo que haya actitud más fascista que esa.»

 

Luis Ventoso avisa a los catalanes de bien para que no se traguen las trolas de los dirigentes de la Generalitat:

«Puigdemont aseguró en la noche del 1-O que el próximo jueves proclamaría la independencia (realidad: sus hooligans continúan esperando). «El nuestro es un proceso pacífico y cordial» (realidad: llevan un lustro machacando socialmente a quienes discrepan del separatismo obligatorio). Los catalanes verán lo que hacen. Pero yo a esta tropa no le compraría un coche usado.»

 

La Razón advierte de los efectos que tendría la independencia de Cataluña y, por ende, el fenómeno contagio en otros estados:

«Si España entra en recesión, afectará a la UE. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se mostró contrario a la independencia de Cataluña porque esta posibilidad acabaría con el proyecto común y sería un retroceso hacia un continente de 98 estados basados en diferencias culturales o lingüísticas. Sería el final de la Europa de los ciudadanos.»

 

El editorial de El Mundo sólo le ve una posible salida al laberinto en el que se ha metido de lleno Carles Puigdemont:

«La disyuntiva de Puigdemont es fruto de su torpeza e irresponsabilidad, y también de una suicida carrera emprendida en el momento en que el tradicional catalanismo pactista decidió unir su destino al de formaciones radicales e incluso antisistema. El resultado es un laberinto en el que Puigdemont sólo tiene una salida honrosa: retornar al marco legal y convocar elecciones anticipadas.»

 

FUENTE: PERIODISTADIGITAL