JUAN RAMÓN MEDINA PRECIOSO
La pareja de nombres Isabel y Fernando evoca, como una suerte de reflejo condicionado, el recuerdo de los Reyes Católicos y su Tanto Monta, Monta Tanto, en las mentes de muchos miembros de la generación del Aparecido que, por suerte o por desgracia, cursaron un bachillerato tan antiguo que, no es que no se hubiese promulgado la Logse, sino ni siquiera la Ley General de Educación de Villar Palasí, aquel ministro franquista que parecía saber de qué hablaba.
En aquel tiempo Cervantes todavía no era catalán y las carabelas de Colón aún habían salido de Palos de la Frontera. El tiempo huye y ahora muchos jóvenes de nuestra región relacionan el nombre de Fernando con la presidencia del gobierno autonómico, y el de Isabel con el de la vicepresidencia de ese gobierno y la consejería de Mujer, Igualdad, LGBTI, Familias y Política Social, largo nombre que plantea algunas preguntas cuyas respuestas solo conocen los iniciados. Por ejemplo, la Mujer del comienzo ¿incluye o no a las de la L que sigue a Igualdad?; o también, ¿cómo se combina la Igualdad con la diversidad que expresan las siglas LGBTI?
He ahí un bello lema: en vez del muy manido Unidad en la Diversidad, se podría decir Igualdad en la Diversidad, que pondría los pelos de punta a cualquier separatista mínimamente informado, pues lo suyo es convertir la diversidad en desigualad y, si se tercia, en agravio. Contra lo español siempre, claro. En un alarde de ingenio, recientemente han ideado un personaje ficticio que, para dar más miedo, habla en español en los relatos infantiles en los que participa. Se trata de una variante del profesor balear que impartía las clases de español disfrazado de payaso. O sea, que el idioma antes de Cervantes oscila entre lo terrorífico y lo ridículo. Bueno, pues la mayoría de los jóvenes barceloneses todavía lo emplean como medio preferente de comunicación y, francamente, así no se puede.
En nuestra región no monta tanto Isabel como Fernando, sino que Fernando monta un poco más que Isabel. No solo porque él detente la presidencia del gobierno, y ella sólo la vicepresidencia (ese “sólo” lo desearía mucha gente, pero ese es otro tema); es que, además, en estas fechas él preside la parte del partido popular de la región (PPP), y ella está, al menos provisionalmente, sin partido, una vez expulsada de Cs por haberse mantenido leal al pacto que ese partido firmó con el PP al comienzo de la legislatura. Se trata de una situación doblemente paradójica porque, por un lado, Isabel tiene más futuro político en la región, si lo desea, que todos los de Cs juntos y, por otro lado, Fernando le debe tres favores a Isabel.
Lo segundo es más fácil y seguro de concretar: primero, cuando el PSOE sacó un diputado más que el PP en la región fueron los de Cs, cuya candidatura electoral había liderado Isabel, los que mantuvieron a los populares en el gobierno; segundo, cuando la dirección nacional de Cs pergeñó una moción de censura contra Fernando, aduciendo una ya inexistente corrupción, fue Isabel (con Valle y otros) la que mantuvo a su presidente en el poder; tercero, cuando dicho presidente quiso modificar la ley que le dificultaba volver a presentar su candidatura, fue Isabel, junto con otros, la que posibilitó que ejecutase esa reforma. En esas condiciones, si Isabel quiere seguir en la próxima legislatura es muy probable que, si depende de Fernando, lo logre.
En cambio, el futuro de Cs es más difícil de pronosticar. En nuestra región pinta bastante oscuro, precisamente porque la inesperada y fracasada moción de censura le ha restado fiabilidad. Aunque ahora Arrimadas intente recuperar la confianza de Casado, será improbable que lo logre y, lo que es peor, será todavía más difícil que recupere la confianza de los electores.
En esta Región solo votarán a Cs los que, simpatizando con su ideario, prefieran que gobierne el PSOE, y esos solo son una fracción de su antiguo conjunto de votantes. Podría alguien refugiarse en la esperanza de que los resultados en otras regiones ayuden a levantar el ánimo de Cs en esta. Ahora bien, las próximas serán en Andalucía, donde las encuestas les dan 3 o 4 diputados en vez de los 20 que tienen, y eso que no han perpetrado ninguna extravagancia como la moción de censura de aquí.
A pesar de que el gobierno andaluz funciona normalmente y que el líder de Cs, Juan Marín, se ha comportado bien, el clima de desbandada es tal que hubo que acordar expresamente que el PP no aceptaría más políticos procedentes de Cs, Sin embargo, precisamente esta semana el portavoz del PP, Nieto, ha declarado que los acogerán gustosamente si se quedasen políticamente huérfanos (la situación de Isabel). De hecho, en Jaén han abandonado Cs tres de sus cuatro concejales; en Sevilla acaba de dimitir su portavoz municipal, Pimentel, hijo del que fue ministro de Trabajo con la ayuda de Amalia Gómez, nativa de Abarán; en Granada se rompió por la mitad su grupo municipal gobernante y ahora dos de sus concejales, expulsados de Cs, gobiernan con el alcalde del PSOE, que estaba en la oposición (en su lenguaje, con el apoyo de Podemos, dos tránsfugas de Cs gobiernan con un alcalde imputado por corrupción; doble contra sencillo a Rafael Ibáñez no hará ningún informe empleando esos términos). En suma, aunque sobrevivirá, no parece que Cs vaya a remontar en Andalucía, lo que no ayudará a sus colegas de esta región.
Un par de nubes se ciernen, sin embargo, sobre el futuro de Isabel. Una, muy remota, es que Fernando fuese desplazado de la dirección regional, movida que, según fuentes fiables, está intentando promover algún exalcalde con el apoyo de alguna exconsejera. Pero la probabilidad de que eso prospere es ínfima, pues el presidente ha gestionado bien la pandemia y se ha granjeado la confianza de Teo, que manda mucho. Cabe, pues, prescindir de esa posibilidad. En cambio, es más probable que, para gobernar, el PP necesite que lo apoye Vox, en cuyo caso esos dos partidos negociarán la composición del próximo gobierno, situación de riesgo para los independientes.
Cuatro opciones se abren para Isabel: dejar la política, confiar sin más en Fernando y dejar las cosas como están, pedir el ingreso en el PP antes de las elecciones, y articular a las varias decenas de personas procedentes de Cs que confían en ella. En ese caso, emergería un colectivo que podría negociar con el PP, ejerciendo así una mayor influencia, pues, además, podrían elaborar un programa complementario del de los populares precisamente en cuestiones relacionadas con la igualdad, el feminismo y la diversidad sexual. O sea, los que lleva la vicepresidente (vicepresidenta es erróneo). Pero esa tercera posibilidad requiere pasico aparte.