Lo único que echo en falta en estos días de trampas y sombras en la organización naranja es a la lideresa naranja, la misma que arrasó en las primarias con 600 votos, la misma que llevó la batuta de las negociaciones con Vox y PP, la misma que sigue ostentando dos puestos públicos en nombre de Ciudadanos: vicepresidenta del Gobierno regional y diputada.
¿Tiene sentido que en un momento tan trascendental para la vida orgánica de esta organización, Isabel Franco esté ‘missing’?
De la portavoz ‘oficial’ del Gobierno regional, Ana María Martínez Vidal, me espero lo que está haciendo y mucho más. Y es que sabe que ni es querida ni representa a nadie en Ciudadanos, solo a los que bajo su cargo ha ‘colocado’ en la Administración regional, que no son pocos, y que persigue por encima de cualquier otro objetivo, seguir ‘sobreviviendo’ de la política a cualquier precio, y sabe que en su casa de toda la vida, la esperan como el regreso de la hija pródiga.
Lo que está ocurriendo en Ciudadanos son las consecuencias de una huida hacia delante, el resultado de entender la política desde la arrogancia presidencialista, el final de una etapa donde el narcisismo sigue imponiendo su propia ley, en definitiva: la podredumbre (descomposición de una materia o una sustancia por la acción de diversos factores y de determinados microorganismos) de la política.
Sólo gente como Paco Igea, y en Murcia Miguel Sánchez, están intentando poner algo de cordura en una organización que ha decidido convertirse en una corriente interna del Partido Popular, con lo que los han criticado, madre mía. Ahora resulta fácil alinearse con unos u otros, sobre todo aquellos que durante años rendían pleitesía al soberbio de Rivera, pero que eran incapaces de toserle mientras seguían colocados en puestos públicos con su gran salario, pues sabían que mirarle a los ojos directamente, significaba cavar tu propia tumba política.
Por eso, es hora de que los afiliados y afiliadas de Ciudadanos, los pocos que quedan, levanten la voz si no quieren disolverse en los populares como un azucarillo en un café ardiendo, que de nuevo se alineen detrás de aquellos que no están dispuestos a tirar por la borda aquellos camiones de ilusiones y centralismo, aquellas promesas de regeneración, aquellos sueños de que otra forma de hacer política era posible.
Ver a la actual gestora a nivel nacional o peor aún, a nivel regional, demostrando un día sí y otro también, que la imparcialidad no forma parte de ellos, al contrario, que son capaces de jurar que es de noche a las doce de la mañana si con eso siguen en sus puestos, y que no dudan en posicionarse a favor de unos u otros sin sonrojarse, es el mejor argumento que tendrían que tener el puñado de cotizantes que quedan en la organización, para que se rebelen de una puñetera vez.