Varios son los asuntos que llaman la atención de los últimos días en el municipio y que podemos considerar de gran interés para todos. Como ya habrá podido imaginar el lector se trata de la cuestión de Camposol, de la extracción del barco fenicio Mazarrón 2 y de la reciente sentencia del juzgado reconociendo la propiedad de las minas a la empresa Minas de Cartes y liberando a una familia de Mazarrón del calvario que ha vivido durante estos últimos años. Como se puede apreciar, son temas muy diferentes y cada uno de ellos necesita de una atención específica, por lo que habrá que centrarse en ellos por separado.

Para los mazarroneros, Camposol continúa siendo la patata caliente de siempre, una urbanización que a la postre acaba por costarles dinero y se queda muy lejos de los beneficios económicos que teóricamente iba a reportar a la población. En efecto, son los vecinos de Mazarrón los que tienen que lidiar con el mantenimiento viario de largas avenidas y calles, con la recogida de basuras de un amplio espacio donde hay un vecino en una calle y otro cuatro calles más allá, servicios básicos como el reparto del correo, o el mantenimiento de luminarias o el agua potable. Un calvario desde el punto de vista administrativo y económico para un ayuntamiento que tiene que hacer malabares para afrontar el sostenimiento de una urbanización que requiere más atención que el propio centro urbano del municipio.

Pero los problemas de Camposol van más allá de la sostenibilidad y se ven agravados por el hecho de haberse producido una serie de irregularidades en su construcción, implicando movimientos de tierras y ocupación de cauces de ramblas que han hecho correr ríos de tinta y llenado páginas enteras en la prensa de todo tipo. Las protestas vecinales hicieron que el problema se convirtiera en un asunto regional y casi internacional, con implicación de embajadas, administración regional, confederación hidrográfica, administración local… Y a resumen de todo esto, todavía no hemos visto venir a nadie con los dineros para poner fin a la situación de una urbanización que no deja de ser un despropósito para los mazarroneros. Todo ello en medio de un proceso plagado de sombras donde ya no sabemos qué pensar ni creer sobre las corruptelas que la rumorología nos hace llegar en relación a este asunto.  

En cualquier caso, habrá que preguntarle a los vecinos de Mazarrón cómo han recibido la noticia de que la urbanización Camposol va a disponer de un presupuesto propio administrado por sus residentes que serán los que determinen la forma de gastarlo. Un ejercicio muy democrático que, a mi modo de ver, guarda más relación con la liquidación de deudas políticas que con la utilidad administrativa para Mazarrón. Y esto es así porque, imagino, que esta medida será global, es decir, que se hará extensiva al resto de urbanizaciones del municipio tales como Country Club, Bahía, Bolnuevo, etc. El reparto de dineros también habrá que pensar en cómo se hace y qué partidas se van a adjudicar a cada urbanización y, lo más importante, en función de qué factores se da una cuantía u otra. Una vez abierto el melón presupuestario estoy seguro de que todas las urbanizaciones de Mazarrón se alegrarán de poder disponer de un presupuesto y decidir cómo gestionarlo directamente. Una buena idea que, además, se podría hacer extensiva a los barrios de modo que también los vecinos de los centros urbanos de Mazarrón y Puerto tuvieran también la oportunidad de decidir sobre un tema tan importante como es el dinero la gente y la forma en que se utiliza. 

La segunda cuestión de la semana, relativa al barco fenicio Mazarrón 2 se centra en aspectos como su extracción, conservación y ubicación definitiva para su exposición permanente. Es decir, nada nuevo bajo el sol y los mismos temas a los que se les va dando vueltas desde hace treinta años. Recordemos que el director de la excavación entonces, Iván Negueruela, denunció públicamente en varias ocasiones que mientras se realizaban los trabajos de investigación a principios de los años noventa del siglo pasado nadie, es decir, nadie de la administración ni de ningún sitio se acercó siquiera para preguntarles u ofrecerles por lo menos una botella de agua fresca. 

Una vez conocido el hallazgo, sin infraestructura ni soporte alguno para poder afrontar una empresa como la de los barcos fenicios, vimos cómo el Mazarrón 1 se iba al Museo de Arqueología Submarina ARQVA de Cartagena, donde se exhibe desde entonces. A partir de ahí los años han seguido pasando y aquí lo único que se ha hecho ha sido debatir y hablar mucho pero, en realidad, nadie ha visto que se haga nada. Siendo realistas, no hemos hecho ni méritos para que el Mazarrón 2 se quede aquí. Resulta cuando menos anecdótico que treinta años después de su descubrimiento, sus señorías estén todavía en el camino de Madrid y en conversaciones para conseguir los apoyos y los dineros necesarios para que Mazarrón pueda exhibir sus joyas arqueológicas. Visto esto, dicho todo.

Y como el folio ya se me va quedando pequeño, al menos me gustaría resaltar la sentencia del juzgado número dos de Totana en la que se atribuye la propiedad de los terrenos de la famosa San Cristóbal II a la empresa minera y no a una familia que en los últimos años ha padecido lo indecible gracias a la gestión de la Dirección General de Minas y la propia Comunidad Autónoma. Un asunto que debemos tratar con cautela porque es posible que aún no hayamos oído la última palabra aunque esperemos que, al menos la justicia, ponga un poco de razón en todo este asunto.   

 

EDITORIAL LA VOZ DE MAZARRON