El dilema entre ser honesto o no serlo es personal, pero en un dirigente público está condicionado por el entorno, también el político.                                                                              

¿Qué supone ser íntegro y legal? En algunos ciudadanos, es un comportamiento habitual, pero una buena parte de la población y de la clase política actuará en función de la oportunidad y la vigilancia. Así lo percibe la mayoría de la población, a grandes rasgos, cuando preguntamos sobre la honradez. Cada ciudadano tiene su límite moral. Eso sí, con independencia de a qué altura se ponga el listón, por norma la gente se siente bien cuando se comporta de forma íntegra y se siente mal cuando engaña. Podría llegarse a esa conclusión, pero es también el resultado de situaciones en las que una persona debe decidir entre ser honesta o no serlo y que demuestra que el simple hecho de pensar en algo deshonesto ya hace saltar las alarmas internas de la conciencia, que van más allá de que se acelere el corazón.                                       

La gente necesita sentirse bien tratada por la sociedad y sus gobernantes, percibir la solidaridad para implicarse, tiene tendencia a tener una respuesta más cívica y participativa allí donde se sienten reconocidos. La clave está en que el vínculo social sea fuerte y duradero.

Por supuesto que el dilema entre ser íntegro o no serlo es individual, pero está condicionado por el entorno, familiar, social y también político. La tradición democrática de un pueblo, la existencia de instituciones que limiten los abusos de poder o el simple hecho de que los diversos actores políticos necesiten llegar a acuerdos y ninguno tenga el control absoluto son factores que influyen de forma determinante en la honestidad de los ciudadanos. “El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es integro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho”.

Junto al contexto social y político, la identidad moral de una persona, el que se vea como honesta, es un incentivo para mantener la integridad. “La gente intenta ser fiel a la imagen que se ha formado de sí misma, que no es solo algo íntimo sino que se ve influenciado por lo que opinan otras personas. Si nos tienen en buena consideración intentamos estar a la altura del mito. Y si hay una tentación fuerte, podemos vernos superados, pero nos incomoda entrar en contradicción con nosotros mismos”.

Es triste lo de Mazarrón – apuntan oriundos y visitantes – porque en los pueblos con excesiva influencia caciquil hay tendencia a poca rectitud y a la ley del embudo, al favoritismo y la opacidad. El “juego limpio” ha sucumbido, ni está ni sabemos si se le espera,  y el egoísmo se abre camino. La forma de entender la gobernación del pueblo ha ido desestructurando profundamente la tradición democrática e introduciendo un clientelismo que lo malva todo.

En toda población hay un conjunto de normas escritas o no que modelan el comportamiento de la ciudadanía. Sin que nadie lo diga se establece un comportamiento ‘natural’, convenido y aceptado. Y el grupo político que rige la Institución produce y transmite dichas normas. ¿Significa eso que por vivir en un sistema democrático de corte capitalista estés determinado a tener un comportamiento concreto? No.”                                                                                           

Las sociedades más democráticas e independientes constatan que no hay un único concepto de comportamiento legal y noble. La confianza en el sistema es uno de los factores condicionantes. La corrupción política en un pueblo influye en el concepto de honestidad y justicia de sus ciudadanos. “Si es la clase política la que tiene comportamientos poco íntegros traslada a la gente el mensaje de que ser deshonesto está permitido. Es un modelo justificador porque esas personas han de tener un plus de responsabilidad.” De hecho, encaja con la mentalidad social, cuando las instituciones y sus administradores no son creíbles”.

La deshonestidad en la clase dirigente, su entorno y consejeros, tiene efectos negativos que van más allá del infractor y su víctima. La gente cuando observa un acto deshonesto puede tener una reacción negativa similar a la de quien comete la infracción. Salvo que el corrupto sea ya un profesional del engaño. Lo que confirma que las actuaciones negativas asociadas a saltarse las normas morales se debilitan con el tiempo, lo que explicaría cómo se llega a cometer actos deshonestos graves a base de acumular pequeñas infracciones y sinvergonzonerías.                                                                                                                                  

“SER HONESTO NO TE TRAERÁ MUCHOS AMIGOS, PERO SIEMPRE TE TRAERÁ LOS CORRECTOS». ( John Lennon)                         

 

COLECTIVO “EN CLAVE TRANSPARENTE”