Génova lo intentó, pero no lo ha conseguido. Los ex presidentes del Gobierno Mariano Rajoy y José María Aznar rechazaron la propuesta inicial de un diálogo conjunto en la Convención Nacional del PP de este fin de semana. Simplemente no quieren verse, aunque resulte feo expresarlo así, y mucho menos tener que confrontar ideas ante la plana mayor de su partido, dirigentes autonómicos y candidatos a las próximas elecciones de mayo. Tampoco era un debate político como tal ni la propuesta tenía gato encerrado que pudiera ponerles en una situación complicada, se trataba de que se sentaran juntos a hablar de la historia del PP de los últimos 30 años, en un marco amable, y casi hasta sentimental, si cabe, ya que la dirección popular ha decidido aprovechar la reunión que se celebra en Madrid para celebrar el 30 aniversario de la refundación del partido. Pero la propuesta fue rechazada y Génova tuvo que buscarse una salida alternativa que evitase que la mala relación entre los ex presidentes «pinchara» el objetivo de Pablo Casado de presentarse como el líder que aglutina a todo el PP. Y ésta es la razón que explica que en la agenda oficial Rajoy y Aznar hablen del mismo tema, de los 30 años de historia del PP, en la misma sala, pero en días distintos. A Génova ha llegado el aviso de que Rajoy tiene «un viaje», por lo que la dirección del partido no prevé, en principio, que los dos ex presidentes ni siquiera se crucen un saludo en el acto de clausura de la Convención. Ése será el momento de Casado y es norma interna «fichar» y cumplimentar al líder escuchando su mensaje final.
En esta nueva etapa la presencia de Aznar en los actos del partido ha dejado de ser un problema porque en Génova no temen que se enfrente con su gestión o sus políticas. Quizás, al contrario, hay quienes tienen recelos pero no hacia su desafección, y sí hacia la posibilidad de que una imagen de excesiva tutela por parte del «aznarismo» les perjudique electoralmente. Ahora es más problema el «marianismo», aunque el mensaje oficial es que Casado tiene una relaciones «excelentes» con los dos ex presidentes. A un lado dejan las tensiones con sus injerencias en la campaña para la elección en el Congreso de julio de su sucesor. Y también dejan a otro lado la ruptura total con la entonces candidata, la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, a quien Rajoy apoyó en ese proceso congresual, más explícitamente cuando ya era evidente que tenía la batalla perdida. Sus presiones no alteraron la voluntad de la mayoría de los compromisarios.
Aunque ha habido movimientos desde el entorno de Sáenz de Santamaría para «calentar» la Convención con una imagen de malestar, la realidad es que el «sorayismo» no representa a día de hoy ningún problema para Casado. No tiene fuerza ni valor de corriente interna. Su reto está en otro lado, y apunta a cómo equilibrar su giro hacia lo que representa el «aznarismo» con la sensibilidad más moderada que tiene poder territorial y que discrepa de la estrategia que entiende que el PP no arriesga demasiado por alejarse de un perfil más centrista. Dos de los protagonistas de la Convención serán los «barones» más identificados precisamente con el perfil moderado, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. En el PP se les ve cómo freno de una deriva demasiado a la derecha, aunque este análisis obvia que en el entorno del líder nacional hay representantes de esta sensibilidad más alejada del ala dura y con responsabilidades clave, como es el caso del vicesecretario de Organización, Javier Maroto, o la vicesecretaria de Estudios y Programas, Andrea Levy.
Quiera o no quiera la dirección, el contexto político lleva a que la Convención se convierta en un escaparate en el que lo que más se va a medir es si Casado se inclina hacia la derecha o hacia el centro en sus propuestas y en su estrategia de futuro, bajo la alargada sombra de Vox proyectada hacia las autonómicas y municipales. Génova se desmarca de este planteamiento con el discurso de que no se trata de derechizarse o no, sino de recuperar los principios del partido y volver a hacer política coherente con esos principios. Ahora bien, es muy difícil que puedan evitar que en estos términos se les examine este fin de semana.